Este es un relato que durara mas o menos 3 o 4 capitulos aun no esta decidido del todo. (Espero que os guste
) Le he quitado un par de faltas.
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Una día más de clase que transcurría, con su rutina acostumbrada, caminaba por los pasillos a grandes pasos, pues me demoraba en llegar a clase, era el primer día con mi nueva profesora de Ingles, desde que el anterior maestro se jubilara solo habían prosperado rumores acerca de ella, ¿Cómo seria? ¿Seria buena profesora? ¿Qué edad tendría?.
Entre en el aula, y me quede mirando a mis compañeros que tenían sus ojos a punto de salirse de sus orbitas, gire mi cabeza y allí estaba, nada de lo que me había imaginado me había preparado para esto. Escribiendo su nombre en la pizarra se encontraba una joven que no pasaba de los 25 años, de cabellos morenos y tez bronceada, ¿Cómo podía ser profesora?. Me senté en silencio, nadie pareció darse cuenta de mi llegada, los chicos por motivos obvios pero las chicas también habían caído bajo el hechizo de esta mujer, toda la clase murmuraba, “Que guapa es” “¿Os habéis fijado en su pelo?”, pero fue cuando hablo, cuando esos labios se movieron, cuando finalmente nos atrapo con su embrujo.
-Buenos días- comenzó la mujer- me llamo Carmen del Rocio y este es mi primer año como profesora, podéis llamarme simplemente Carmen,
Tras presentarse comenzó la clase, he de admitir que se cortaba al hablar, y a veces parecía no saber como continuar, pero su Ingles era muy fluido y moderno, todo lo contrario que nuestro antiguo profesor, que no admitía ni acento americano ni tan siquiera contraer ciertas palabras, parecía sacado de un libro de Shakespeare, con sus formalidades y reverencias gramaticales.
Las clases fueron bien, nunca había destacado en Ingles y no empecé a hacerlo, realizaba mis deberes y leía en clase cuando me tocaba, pero nunca desperté especial atención de la señorita. A diferencia de mis compañeros yo la veía como una joven profesora, para ellos era la diosa Venus que había llegado para socorrerles en su adolescencia.
Los días pasaron sin cambios de importancia, a la señorita Carmen le dejaban mensajes de amor en la taquilla, y se ruborizaba cuando los cogia. Al ser tan joven nos cogio mucha confianza, así nos enteramos que no tenia novio (había cortado con el hace un par de meses). Para alegría de mis compañeros que se frotaban las manos imaginando perversiones sin límite. También esto era una alegría para los muchos profesores solteros que había en el Instituto, que no dejaban de piropearla e invitarla a cenar.
Poco a poco, la señorita mejoraba en su forma de dar clases, la experiencia iba poco a poco modelando su forma de enseñar. Nos trataba como viejos amigos que le hubieran pedido unas clases particulares.
Todo hubiera seguido así, si no fuera por aquella noche, un sábado, había salido de copas con unos amigos, pero una chica del grupo se había sentido indispuesta, como era buena amiga mía y no queríamos chafarle la fiesta a los demás la acompañe a su casa, una ves que la había dejado, me encamine hacia la boca del metro, pero no llegue a ella, en un callejón cercano oí ruidos, y con curiosidad me acerque.
Dos hombres agarraban a una mujer y la zarandeaban, me acerque a ellos, y les grite que dejaran en paz a la mujer, uno de ellos se giro y la luz se reflejo en el filo de una navaja. Las farolas me mostraban su rostro cadavérico, fruto sin duda de drogas y excesos. Se movía con espasmos, provocados quizás por un mono incipiente, se lanzo hacia mi, navaja en mano, yo agarre la mano que empuñaba el arma y se la retorcí hasta que cayo al suelo jadeando (He de decir que mido 1.85 y soy fuerte). Pero me despiste del otro compinche que aprovechando mi descuido me ataco con un trozo de madera, que habría recogido del suelo, el golpe me aturdido un poco y me lastimo algunas costillas pero le cogi de la camisa y girando sobre mi conseguí lanzarlo sobre unas cajas mal apiladas.
Los dos atracadores frustrados se levantaron y decidieron que no merecía la pena robar a la mujer, dándose a la fuga.
Me agache de inmediato para socorrer a la mujer, ayudándola a levantarse, no tenia marcas visibles, por lo que descarte llevarla al hospital, me toque el flanco herido y note como se formaba un bulto, pero no era grave…
Cuando salimos a la calle, la mujer caminaba despacio, con uno de los tacones roto. A la luz de las farolas pude ver finalmente su cara, y casi se me que congelo el corazón, era ella sin duda. Mi profesora de Ingles…
Carmen pareció no reconocerme, normal, pues iba vestido de forma muy diferente que en el instituto, la acompañe a un banco, y tras asegurarme que estaba bien, continué con ella hasta su casa, que no era lejos. En el portal seguía sin reconocerme. Me invito a subir a su apartamento, el corazón se me acelero, pero desistí en mis pensamientos, le dije que no, que debía volver a mi casa, ella me dio un beso como agradecimiento y creo en ese momento pareció reconocerme por el brillo de sus ojos. Nos despedimos y yo me dirigí hacia el ambulatorio más cercano, donde, entre quejas mías, me vendaron el costado herido.
No comentare la escena que monto mi madre, cuando llegue en ese estado a mi casa, pero tras asegurarla cien veces que habia sido en defensa propia me dejo ir a mi cuarto, donde me tumbe en la cama pensando en el lunes… cuando volvería a ver mi profesora.