Viajo solo, veo como los brillos verdes del césped cubren campos de pasto, lo que un día fue camino hoy es vida. Sentarme al lado del árbol del tiempo y contarle historias sorprendentes jamás vividas, junto a mi, danzan dos margaritas que junto al baile del viento entretienen mi mirar. Atrapado en un cuadro.
La brisa del tiempo recoge mi pelo, el sonido de los pájaros cantando bajo una manta de nubes crean la melodía y las entrañas del campo me muestran que solo somos un puñado de tierra en el suelo, un día caminamos por encima de él pero poco a poco perdemos la distancia, los pasos se hacen cada vez más cortos y un día vemos que estamos bajo de él.
¿Para que tanto esfuerzo? , la vida es un destello, un parpadeo de ojos. Son cuerdas débiles de un piano que manejamos a nuestro gusto, y las utilizamos para perseguir nuestro sueño. Las notas reflejan nuestra angustia, nuestro alma, y hace que el alma despierte y el cerebro duerma. El tiempo nos ayuda a crecer, madurar, a ver lo que existe, porque un día no veremos nada, llegaremos al lugar del olvido, deseando que llegue el día en el que seamos nosotros el que abra la puerta.
Escucho una risa, levanto la mirada y ya no están las margaritas. La mirada del árbol está apagada y su voz callada. Era ella, hacía que el alma durmiera y que despertara el corazón. Las primeras palabras de él fueron...he vuelto a soñar contigo.