Aprender a escribir sin faltas de ortografía es necesario. Refleja nuestra cultura, nuestra educación y nos hace sentirnos seguros en esa ingente cantidad de veces que tenemos que escribir cada día, hoy más que nunca con el auge del correo electrónico y las redes sociales.
Yo lo veo así y trato de que mis alumnos respeten las reglas de la escritura porque me parece imprescindible para el buen desempeño de su futura profesión, sea cual sea, y también como un valor personal.
Nuestra ortografía es un código que regula cómo debemos escribir todos los hispanohablantes y también representa el respeto a nuestro pasado, a la historia de nuestro idioma, a la evolución de la lengua.
Una cosa no quita la otra
Dicho esto, también es cierto que escribir bien y ser un buen escritor no siempre van de la mano. Es decir, que uno puede tener grandes ideas, pero no ser capaz de escribirlas correctamente. Para desempeñar el oficio de escribir se requieren muchas habilidades; entre ellas, el saber contar historias, ordenarlas, despertar interés, provocar emociones, redactar de forma literaria y conocer la ortografía. Los escritores tienen todos estos ingredientes en diferentes proporciones.
Gabriel García Márquez habló hace años de la necesidad de «jubilar la ortografía», unificar bes y uves, suprimir las haches… De él se dice que, pese a sus muchos años de práctica como periodista y escritor, se peleaba con la ortografía constantemente. Su reivindicación no era nueva; mucho antes, Juan Ramón Jiménez, premio nobel de literatura, decidió adoptar su propia ortografía y dejar su escritos llenos de lo que la Academia considera incorrecciones y cualquier adolescente de secundaria sabría corregir.
Desde hace poco sabemos que Jane Austen, que parecía tan perfecta y perfeccionista, escribía fatal, lo cual ha sorprendido a quienes han tenido ocasión de ver sus manuscritos casi dos siglos después de su muerte. Y lo mismo pasaba con Hemingway, Faulkner o el también premio nobel, el insigne poeta William Butler Yeats.
Por suerte para los escritores, existen las editoriales. El buen trabajo de editores y correctores de estilo es otro de los ingredientes imprescindibles para ser un buen escritor.