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El hombre de 58 años, constitución menuda, repeinado y con la raya al lado contrario de su ideología. Lleva el cabello teñido de rubio y un flequillo tintinesco. Luce una americana deportiva, una corbata de seda y una camisa de rayas salmón. Si tuviese 40 años menos podría pasar por un cachorro de las Nuevas Generaciones del PP. Sólo le falta la pulserita de España. Ese look era el mismo que utilizaba cuando era un habitual de la sede popular de Moncloa Aravaca, según recuerdan varios afiliados. Era un voluntario más de esos que utilizaba el partido para ensobrar papeletas o rellenar las mesas de apoderados en el País Vasco cuando ETA seguía abriendo telediarios a tiros.
Se pasaba el día en la sede y la noche... a la intemperie. Como esas 764 personas (censo oficial) a las que pretende extirpar Esperanza Aguirre de las calles de la capital. Sin techo. Como otro afiliado del PP, ahora arruinado, que ha rechazado hacer declaraciones. Por vergüenza. Como la que sentía Juan Antonio cuando veía las noches a ras de suelo, en la calle Génova, a escasos metros del cuartel general de su formación. Usaba como pijama los mismos trajes de chaqueta con los que se pavoneaba en los círculos del PP.
"Nunca dije nada en el partido por vergüenza. Pensé que me marginarían y traté de esconder mi situación. Fue muy duro vivir en la calle durante dos años y me duele que Esperanza, a la cual admiro, haya dicho que le da asco ver a la gente tirada en la calle. Le recuerdo que yo fui uno de ellos durante un tiempo en el que trabajé muy duro por el partido. Me ha decepcionado y mira que le envié una carta a Rajoy pidiéndole que la nombrase candidata a la alcaldía", confiesa Juan Antonio antes de explayarse en su hoja de servicios en el PP.
"Soy militante desde 1989. Primero en el PP de Baza. Pasé a Moncloa Aravaca, Bilbao, Barcelona...", recita de memoria. Se queda en blanco cuando se le pregunta por sus vivencias como homeless. No quiere que sus compañeros de pensión sepan que no es hijo de un marqués. "No entiendo cómo os habéis enterado porque nunca se lo he contado a nadie. Ni a mi familia". Acepta el reto más doloroso de su vida. Regresar con Crónica a los inhóspitos lugares donde pernoctó cuando no tenía ni una monedita en su cartera. Cuando soñaba con que le invitasen al club financiero Génova. A la barrera de Las Ventas o al palco del Bernabéu. Nunca había regresado. "Cuando he tenido que pasar cerca, he cerrado los ojos para no mirar. Fue muy traumático. Verme en la calle sin nada. Animaría a Esperanza a que pasase una noche sin techo, pero eso sí, no es lo mismo pasar una noche que varios años como estuve yo".
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