Absolon levantó su mano izquierda.
La elevó a la altura de sus ojos, y susurró el arcano sortilegio que había escogido para aquella situación:
- “Salieron de sus guaridas, envueltos en las eternas llamas de un averno que ellos mismos crearon…” Una llama de fuego apareció en su mano.
- “…y llenaron sus estómagos con la sangre de sus enemigos.” La llama tomó forma, la forma de un murciélago.
La energía acalórica desprendida al tomar su forma la llama fue tal, que hizo que el pelo de Absolon, rojo como ella misma, se moviera con violencia hacia atrás.
Uno de los aldeanos se adelantó decidido, y gritó:
- ¡Enviados del infierno! ¡El Diablo los ha enviado para castigarnos! ¡Esto es culpa del Diablo! ¡Esto…!
- ¿¿Diablo??- le interrumpió Rosegard. - ¡Ese Diablo del que habláis no es sino una invención de los humanos, que temen culpar a Dios de sus desgracias!
Los ojos de la hermosa mujer miraban al cielo, desafiantes, y cuando, con un violento movimiento, volvió a mirar hacia los aldeanos, su pelo color de rosa ondeó.
Los aldeanos guardaron silencio: se sentían demasiado atemorizados por la presencia de los caballeros de Dark Cradle.
Como si quisiera dar muestra de su poder, Absolon envió al murciélago de fuego hacia unos matojos secos que había inmediatamente delante de los aldeanos.
Al contacto con los matojos, el murciélago se deshizo en una explosión de mortíferas llamas que envolvieron a los matojos haciéndolos arder.
Fahlma miró a Absolon, y después miró hacia el fuego, con desprecio.
- “Gélido viento del norte, tú que eres perdición de cuantos se adentran en tus fríos páramos, oh, viento helado, yo te imploro…” De repente, el fuego se apagó.
Absolon y Fahlma se miraron mutuamente, y entonces uno de los aldeanos gritó:
- ¡Dejadnos en paz! ¡¿Qué es lo que buscáis?!
Rosegard comenzó a caminar hacia los aldeanos, sujetando su gran guadaña como si de un estandarte se tratase. Sus pesadas botas acorazadas de negro metal resplandeciente resonaban en la noche.
- Buscamos a un drönne. Su nombre real es Orgos y ha de estar entre vosotros.
Absolon clavó su gran espada, la temible Berserk, en el suelo. El ruido que produjo la enorme espada al clavarse hizo que todas las miradas se posasen sobre él. Entonces, dijo:
- Los drönne son demonios inferiores con la capacidad de tomar la apariencia de un humano. Las féminas drönne matan a los hijos de las mujeres humanas sin que éstas se den cuenta, y cambian al niño muerto por su hijo drönne. Como el aspecto físico es el mismo, la madre humana cría al drönne sin sospechar que el día menos pensado completará su estructura demoníaca y escapará. En el peor de los casos, el drönne acaba con todo el pueblo antes de escapar.
Absolon contempló a los aldeanos: sabía que era imposible saber cual de ellos era el drönne, pero a veces había que valerse del engaño para conseguir un objetivo.
- Sabemos quién de vosotros es el drönne, y por eso queremos que sea él mismo quien se entregue. Si el drönne no quiere entregarse, os mataremos a todos uno a uno hasta dar con él, ¿entendido?
Las palabras de Absolon causaron el desconcierto de los aldeanos. La mayoría eran pastores o analfabetos, y ninguno de ellos había oído hablar antes de un drönne. ¿Iban a morir por algo que desconocían?
Pasaron dos minutos de oscuro silencio. Absolon seguía apoyado en Berserk, Rosegard miraba a los aldeanos como si quisiese distinguir entre ellos al drönne, y Fahlma se había sentado en el suelo, con los brazos hacia atrás y apoyando las manos en la tierra.
Rosegard comenzó entonces a caminar hacia los aldeanos con tal decisión que sus compañeros no reaccionaron y se limitaron a permanecer inmóviles, a la espera.
Al llegar hasta ellos, blandió en el aire su guadaña, y con un fiero golpe la hendió en el cráneo de uno de ellos.
Los gritos de los aldeanos estallaron cuando la sangre comenzó a manar como la lava de un volcán en erupción. La cara de Rosegard quedó cubierta de aquella sangre, pero a ella pareció no importarle. Se limitó a lamer la que había descendido hasta sus labios.
- Éste era el drönne.
En efecto, el cadáver comenzó a cambiar, tomando la forma de una criatura deforme.
Aunque tenía la cabeza destrozada, se apreciaba una marca en el pómulo izquierdo: un pentagrama incompleto.
- La marca de Anterios…
Fahlma se acercó hasta ella, y poniendo la mano en su hombro, le dijo:
- Pues sí, Rosegard, parece que ese renegado ha vuelto y está reclutando demonios, pero… ¿cómo supiste quien era el drönne?
- En realidad, me la jugué. En el tiempo transcurrido desde las palabras de Absolon hasta mi acción, observé a todos y cada uno de los aldeanos. En sus ojos podía ver el miedo, pero en los ojos de éste pude ver algo más…desprecio, quizá. El odio es una característica de todos los demonios, y estos humanos tenían demasiado miedo como para manifestar tan siquiera un ápice de odio.
- Muy brillante, Rosegard. – Fahlma se volvió hacia los aldeanos. – Y ahora, si nos disculpáis, tenemos una rebelión que solventar.
Los tres montaron silenciosos en sus corceles negros, y desaparecieron de aquel pueblo perdido en las montañas.
Fahlma cabalgaba el primero, seguido por Absolon y Rosegard.
Absolon gritó:
- ¿Y hacia dónde vamos ahora, si puede saberse?
- El Centro de las Tinieblas se haya en Dirion, hacia allí es donde vamos.- respondió Fahlma.
- ¿No es allí donde se encuentra la prisión de Uveral? – preguntó Rosegard.
- Exacto, la misma prisión de la que Anterios parece haber escapado…por eso vamos allí, para averiguar qué demonios ha ocurrido allí.
Los tres jinetes de Dark Cradle aceleraron el paso, sin decirse nada, perdiéndose en el horizonte rumbo hacia Dirion.
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Lo he escrito para un pequeño concurso, ¿qué os parece?