El Gobierno de Mariano Rajoy sigue tomando iniciativas encaminadas a mejorar la convivencia en nuestras calles. Tras las recientes medidas ya adoptadas o anunciadas tendentes a facilitar el “derecho a la gente a manifestarse”, tales como considerar la resistencia pasiva “atentado a la autoridad” y quemar un contenedor de basura terrorismo callejero, el Ejecutivo estudia la posibilidad de que “mirar torcido a un policía sea considerado Kale Borroka”, según han manifestado fuentes de interior.
La iniciativa, aún en fase de deliberación parlamentaria, partió de los mismos cuerpos de seguridad. En concreto, del comisario de distrito Paul Porras, a quien muchos agentes antidisturbios se le dieron de baja por depresión “porque creen que la gente no les aprecia”, dice Porras. “Ellos hacen su trabajo”, asegura el comisario. “Se ponen las armaduras reglamentarias y pegan porrazos y tortazos a esos filoterroristas que les desafían haciendo sentadas. O, cuando cargan, pues pegan indiscriminadamente o todo el que pillan por en medio, porque eso de discriminar está muy mal”. El comisario Porras insiste en lo que debería ser obvio para una ciudadanía civilizada: si de un conductor de autobús se espera que conduzca y de un fontanero que fontanerice, pues de un antidisturbios solo puedes esperar porrazos. “Usted”, explica Porras al periodista, “cuando va a la carnicería y el carnicero le da su cuarto y mitad de chuletas de cordero, no le mira con odio ni le grita consignas, ¿a que no? Al contrario: paga y le da las gracias. Pues lo mismo: si usted va una manifestación y le damos unos porracillos o le sacamos un ojo con una pelota de goma, ¿no estamos haciendo nuestro trabajo igual que el carnicero?”.
El primer borrador de la futura norma legal iba incluso más allá y contemplaba la posibilidad de que fuera obligatorio mirar a los policías “con ojos de cariño o, como se dice por aquí, de cordero degollao”, pero finalmente este extremo no prosperó.
