El Peso de Sentir
Llovía fuera del autobús, detrás quedaba otro día de universidad, ya había anochecido, tenía el pelo mojado y ganas de ir a casa, los “chorretes” de agua serpentean por el cristal en bailes caprichosos de formas indecisas, que con las luces de la ciudad daban un toque de calidez a ese día tan frío.
Acababa de saber que me habían quedado más asignaturas de las pensadas en un principio, mi vida se estaba escurriendo por un cristal, como el agua en ese momento, sin rumbo, pero aquella noche me paso algo, algo muy extraño...
Descendí del autobús como siempre para dirigirme a la estación de tren, pero al doblar la esquina las luces de una ambulancia iluminaban la pequeña plaza frente a la estación de Alcalá, la gente se amontonaba alrededor, como siempre sin hacer otra cosa más que estorbar -esto es algo que nunca podré soportar-, pase cerca del revuelo, dirigiéndome a mi objetivo, la estación, intentando hacer como si no pasase nada, como si no hubiese visto aquel charco de sangre que se extendía por la acera, como si no hubiese visto a aquella mujer, tan hermosa, pero muerta, tan fría, pero con la mirada feliz.
Entonces, en un solo segundo, me detuve, no pude dar un paso más, mis piernas se quedaron clavadas al suelo, yo quería avanzar, pero también me sentía atraído por sus ojos, azules como aquella noche oscura, sin miedo, sin temor, con el reflejo de la alegría, pero sin una sonrisa, sin vida. Mi mente se recogió en ese momento, en ese segundo eterno, en el que sentí todo aquello, y me pregunte, ya cabizbajo, andando hacia la estación, porque esa alegría en los ojos de aquella mujer.
Miré un segundo hacia el cielo, negro, encapotado por nubes de lluvia, sintiendo las gotas en mi rostro, y pude distinguir a lo alto de una estructura de hormigón, que sirve para permitir el paso por encima de la vía del tren, un bolso negro, pensé que sería de la mujer, y que entonces, se habría suicidado. Yo era incapaz de entender porque se iba a suicidar una persona, es algo que nunca entendí, pero de repente me vino a la cabeza la imagen de la mujer, a lo alto de esa estructura, saltando al vacío, la liberación de su ser, la culminación de una huida desesperada y sin futuro, pero que aún así, marcaba el fin de su dolor, qué grande tenia que ser ese dolor...
El camino de vuelta a casa fue diferente, no por que sucediese ninguna otra cosa extraña, sino porque no me encontré cansado ni disgustado por nada ni con nadie, me pareció triste que la única salida que encontrase esa mujer fuese su muerte, y entendí que lo mejor que podría hacer es disfrutar lo bueno que me llegue, aprovechando las ocasiones, y pasar lo mejor posible los “baches” que uno se encuentra en el camino, porque los habrá seguro, vivir es tanto sufrir como disfrutar, ahí esta el “gustillo” del pastel, es lo bonito que tiene la vida...
Que esta más muerto que la propia vida, que esta más vivo que la misma muerte. ¿Donde esta el limite entre poder ver una solución para avanzar, y que solo exista la solución de la muerte?