Veo que el día que salga de casa no voy a volver a mirar atrás, porque es el colmo. La relación con mis padres nunca ha sido estrecha, íntima y tampoco demasiado amistosa. De pequeño y hasta bastante mayor fui el ojito derecho de mi madre, un niño de buenas notas pero no tantas habilidades sociales, un marginado, y además tuve bastante mala suerte con los amigos de la infancia.
Yo estaba en un colegio de curas que va desde la educación infantil hasta el bachillerato, y aunque en primero de la ESO seguía siendo de dieces, en segundo me cansé de estudiar lo que me parecía un repaso de todo lo anterior. A partir de ese curso ni siquiera apuntaba las fechas de los exámenes. Los exámenes pequeños sencillamente aparecían, de los normales también me olvidaba hasta que me lo plantaban en la mesa para aprobarlos sin complicaciones, e incluso de algunos trimestrales me olvidaba, pero me daba igual, porque todo seguía sobre ruedas. Recuerdo que en segundo de ESO no sabía de un examen de historia, no tenía ni pajolera idea así que medio inventando medio sacando cosas del tema anterior que no tenía nada que ver, salí con un 10 del examen. Luego llegó tercero de la ESO, donde se me atragantaron las ecuaciones, pero daba igual, porque suspendía (y bien suspendido), y me aprobaban igual.
El problema vino cuando dejé ese colegio para irme al instituto, un poco por despegarme del rollo religioso, y en gran parte por poder cursar asignaturas que me fuesen útiles para la carrera. Ahí empezaron los palos. Suspendía matemáticas, física y química, y con razón. No eran pocos los que se habían cambiado a un instituto para hacer el bachillerato, y bien que un alto porcentaje de ellos se llevaron una hostia importante al llegar al instituto y repitieron el primer curso. Llegado segundo de bachillerato, con un profesor especialmente duro (y se lo agradezco) en física, y con mis problemas de confianza y suspensos en matemáticas, mis padres, en vez de apoyarme, me decían que era un puto vago, que iba a repetir el bachillerato, y bla bla bla. Mis padres para lo bueno siempre han estado, pero para lo malo, soy escoria. Cuando intento hablar con ellos del tema, siguen en sus trece con que en el colegio, ya sabéis, uno de esos sitios con prestigio inmerecido, me apretaban las tuercas y yo estaba habituado al trabajo, y que en el instituto se me había permitido tocarme los cojones, cuando ellos no quieren ver que la educación que recibí en la secundaria fue pésima, de lo peorcito, y que yo en bachillerato me lo curraba aunque me costase aprobar.
Cuando aprobé la selectividad, a la primera, claro, ni siquiera avisé a mis padres. Sencillamente llamé a mi padre y le dije que abonase las tasas de la matrícula, y ahí felicitaciones con que avisase a mi madre, etc, claro, hijo de puta, que hace un mes me estabas tratando como a una mierda pinchada en un palo, en fin. Luego llegó la universidad, donde me metí en una carrera no precisamente fácil, y donde cada asignatura tenía sus "cositas", con lo que por si no me costasen los números aunque me gustasen, y de por sí fuese complicado y requiriese mucho esfuerzo, había un mafioseo y unas irregularidades con las evaluaciones que flipas en colores. Después de dos años de darme cabezazos contra la pared, he decidido dedicarme a otra cosa, que esta es otra, para cuando terminé los exámenes de recuperaciones, que aquí son en junio-julio, ya había pasado la primera convocatoria para solicitudes de plaza en cualquier tipo de enseñanza no universitaria, claro, como me voy a decidir a estudiar otra carrera en una semana... Vaya bien que funciona el sistema de preinscripciones, joder.
Ahora estoy de "vacaciones", y digo "vacaciones" porque estoy con la incertidumbre de qué haré el año que viene, aunque ya las inscripciones me tocan en septiembre, y en casa no vivo tranquilo. Preferiría seguir estudiando como un cabrón cualquier mierda horrible antes que estar libre en casa con mis padres al lado. Mi padre la mayoría del tiempo casi ni me mira, me responde mal, joder, es como si me odiase, y a mi madre se le va la jodida cabeza, monta cada numerito por gilipolleces que es algo increíble. Mi padre cuando se harta le termina respondiendo mal, pero es que mi madre por detrás es como si odiase a todo el mundo, pone a parir a todo cristo. Esta misma mañana no pensaba levantarme temprano, pero me ha despertado para que fuese a hacerle un recado y a comprar el pan, un par de cosillas que no me llevarían más de media hora, pero ella, que si no me ve bailando a su son se convierte en basilisco, empezó a darme voces, a decirme que ella "no tenía por qué ver eso" referido a que tuviese unos pantalones sobre una silla, que si "con esta actitud no voy a ninguna parte" y demás comentarios más típicos de un "ni-ni" que de un chaval de vacaciones con unos puñeteros pantalones fuera de su sitio, que también hay que puntualizar que el recado es por un mueble que se cargaron hace meses pero que tengo que venir yo a arreglar. También bronca por no tirar la basura anoche, que se ve que como vivimos a 10 metros de los contenedores, no se pueden acercar ellos y me tengo que acordar yo un día que vengo tarde de salir con los amigos.
Con respecto al tema del alcohol y las drogas, nunca les he dado problemas con eso. Nunca me han visto borracho, y por otra parte alguna vez he llegado cansado o incluso mosqueado después de estar con los amigos y en el cerebro de mi madre hay un chip que se bloquea y no para de repetir: "has estado bebiendo, has estado bebiendo". Joder, pocos amigos tengo a los que no les hayan pillado los padres borrachos, o los padres de amigos suyos, y yo en casa tampoco les trato mal ni les respondo mal ni nada, pero ellos son como una bomba de relojería que sencillamente explota o con una sensibilidad al tacto desproporcionada. Hace unos meses, estábamos en la cocina cuando mi padre me dijo que si me echaba Pepsi Light sin cafeína, y le dije que prefería la Coca-Cola que se compra a parte en latas porque a mí esa Pepsi que ellos toman no me gusta, y solté, claramente de coña: "qué Pepsi ni qué hostias", y a él algo le hizo "click", se puso a dar voces, a enfrentarme, a amenzarme con soltarme un guantazo... Y yo totalmente congelado, totalmente bloqueado ante la situación que me había explotado en las manos sin saber de dónde venía.
En fin, sencillamente es un desahogo, pero de verdad... ¿Todos los padres son así?