Saludos,
He escrito esto este mediodía y quiero que me deis vuestra opinión acerca de él.
Muchas veces los estruendos de las explosiones en los rincones de las calles le hacían las veces de despertador.
Se levantó de su descanso habitual de unas pocas horas de sueño con cara de dolor. No había dormido a gusto. Él siempre pensaba que si le dieran la opción de dormir unos cuantos años, no la rechazaría. Dormir, dormir mucho. Levantarse y ver que todo seguía igual de mal y seguramente decidiría que le durmiesen por unos cuantos años mas y volvería a despertar y seguiría viendo la misma escena de decadencia y así sucesivamente hasta el fin de sus días, hasta el gran sueño final. La verdadera paz para el alma. El fin del mundo.
Cogió el paquete de cigarrillos de encima de la mesita de noche. Solo quedaba un pitillo. Se lo metió en la boca y lo encendió con la llama del fogón de la última botella de butano que quedaba debajo del frega-platos ahora completamente inservible, pues ya no había luz ni agua corriente. No sabía cuando volvería a tener una y estaba un poco preocupado. Aspiró el humo del pitillo profundamente y mientras lo hacía se estiraba con los brazos por detrás de la nuca. Estaba realmente cansado. Se pasó las manos por la cabeza echándose el pelo atrás mientras sostenía el cigarrillo con los labios y exhalaba el humo por los orificios nasales.
Se acercó torpemente, tropezando con algunos recipientes de bebidas alcohólicas sembrados por el suelo, a la ventana mas próxima de su habitación-cocina con una botella de ron en la mano que había sacado de debajo de la cama, y con el pitillo aún sin consumirse del todo, echó un vistazo por la ventana de su tercer piso.
Era increíble. El cadáver de la vecina del 4º aún yacía estirado boca-arriba desde hacía aproximadamente una semana. Nadie se había dignado a recogerla. Estas escenas eran habituales, y la gente ya se había acostumbrado a ese rutinario panorama. Por eso ya ni se inmutaban. El cuerpo pertenecía a una bella chica de unos 20 años de edad, de un pelo rubio y ojos azules ahora teñidos por un rojo granatoso debido a un disparo en la sien que debió haberle echo brotar sangre visceral por todo su pecho y el pelo. El cadáver estaba en plena putrefacción y las larvas de mosca ya habían eclosionado de sus huevos y éstas se estaban cebando con el cuerpo de la chica. En cierto modo, a él le daba pena verla así. Pero en ese estado prefería no intervenir y que el cuerpo siguiera el curso de la naturaleza a la que estaba destinado. Eso, o que alguien la recogiera antes. Pero lo dudaba.
Echó un vistazo al frente y vio gran parte de la ciudad con sus habituales columnas de un humo negro. Era el caos. Siempre lo fue mucho antes de la guerra, pero ahora era real, tangible e implacable.
El miedo se había convertido en una auténtica arma de destrucción masiva. Ese miedo producía la desconfianza, el subproducto del miedo y a la vez, el verdadero verdugo de la actual sociedad que reinaba en su ciudad. En su ciudad y en el resto del mundo. Después de la gran guerra pocos países conservaban gobierno y muchos de ellos eran mucho más corruptos que antes y absolutamente todos y cada uno de ellos eran de extrema derecha
Él pasaba de política. Le daba igual. Solo olía las consecuencias de la guerra desde su ventana por las mañanas. Ya no le producía angustia siquiera, pero aún conservaba el rencor de lo que ésta le había arrebatado.