- Venga, te toca preguntar a ti.
Me despierto, todavía estamos jugando. Todas mis respuestas son mentiras. Me quedo mirando los ojos negros, oscuros, como el triángulo de velcro que separa y une tus piernas y que la oscuridad azulada por la luna ilumina y hace que brille. Empiezo a mesar la espesura con los dedos. Me has preguntado si te quiero y te he dicho que sí. Estás esperando que te haga la misma pregunta.
Bajo y hundo mi cabeza entre tus piernas. La cama es pequeña y tengo que poner mis rodillas en el suelo para estar cómodo. El sexo no es estético. Un olor fuerte, y el velcro que me raspa la lengua. Recuerdo que mañana es el cumpleaños de mi madre. El suelo está frío y me duelen las rodillas. Vuelvo a subir y a las caricias más tiernas le siguen las posturas más obscenas.
Nuestros brazos se buscan perezosamente y resbalan una y otra vez de forma pesada a causa del sudor.
- ¿A cuántos te has follado antes que a mi?
- ¿Qué?
- Joder, ¿me vas a decir que soy el primero?
Te he estado siguiendo. Te he espiado. Vas de niña buena, pero te he visto follando en coches, en descampados, gritando y gimiendo como la más puta. Te he odiado tanto como te he amado. Llevo borracho desde que me besaste por primera vez. Estrellaste mi copa contra el suelo, y me hiciste tragar los cristales rotos pringados de arena, rajándome la garganta y rebozámdome el corazón. Ahora está encallecido, es de cuero, hace falta algo más que una fulana como tu para que se agriete.
- Eres un cabrón.
Te arrastras por el suelo buscando tus bragas. Yo vomito sobre las sábanas, las cortinas, encima tuya. Te vas llorando, yo me caigo al suelo borracho, y sentado en un charco de vómitos no puedo parar de reír.