Te dijeron que lo encontraron en el bosque. Escuchabas con atención y asombro, con los ojitos como platos. Como no podía ser de otra manera, lo creíste, sin dudarlo un instante. ¿Cuánto cariño se le puede coger a un peluche? No lo sé, pero tú le cogiste todo el posible. Cada noche, cuando mami te arropaba, él también estaba ahí, para darte algo más de calor y hacerte compañía en la noche. Y en el día, siempre estaba ahí, alegraba cualquier momento de tu niñez con esa sonrisa tan simpática. De pequeño no tuve un muñeco o peluche con el que pasar tantas horas y al que tener tanto cariño, pero me parece precioso que un niño o una niña sueñen abrazados a un montón de algodón, tela, plástico y… alegre sonrisa.
Y pasaban los años y él seguía ahí y tú, pese a lo que pensaran los demás, que nunca te importó, seguías pasando las noches con él, si no era así, sentías un vacío extraño, que nadie más podía llenar. No querías abandonar tu niñez, así que cada noche, la cogías de la mano. Con el tiempo un accidente desgarró su cara, tus lágrimas brotaron con fuerza. Había perdido su rostro, ya no sonreía. Ya no inspiraba simpatía… No para el resto del mundo. Para ti, pese a todo, seguía transmitiendo el mismo cariño de siempre. Aunque no pudieses ver su cara, sabias que sonreía. Sabías que te sonreía, siempre. Al fin y al cabo, seguía siendo él.
“¿Y si lo cambiamos?”, “¡No!”, “Podemos cambiarlo por uno que esté entero, que sonría continuamente… Este ya no es suave, el verde de su cuerpo ha perdido vida, ya no tiene rostro, pierde la espuma que lo llena… Ya no es más que un trapo, compraremos otro igual. Mira este, sonríe, esta suave, inspira cariño y simpatía, se le ve mucho mas vivo, ¡nos quedamos con él!”, “¡¡¡Que no!!!”.
Sabías que en el mundo había miles y miles de muñecos, nuevos, suaves, sonrientes y que inspiraban una tremenda felicidad. Pero no, no ibas a cambiarlo. Ese era único. Había estado siempre ahí, nunca te había faltado y sabías que nunca te faltaría. Cualquier cosa podía pasar, él siempre estaría ahí. Seguro.
Lo cogiste de tu cama, donde estaba cómodamente sentado, esperándote. Lo abrazaste con fuerza y le diste un beso donde antes había una cara feliz. Estabas segura de que seguía sonriendo y que tras recibir tu beso se iba a alegrar mucho, igual que hiciste tú cada día con su sonrisa.
Y al final, ¿Qué somos? Muñecos, simples juguetes con los que la vida juega, igual que hacemos nosotros con nuestros sueños.
Me llegó tarde, pero yo también tengo un peluche especial
¿Taz, jugamos?
PD: Empiezo a sentirme spamer hasta en lite... A ver si almenos os gusta... ^^U