Garranegra escribió:El Nazismo aborrecía la iglesia, tenia un modelo económico subordinado completamente al gobierno, deseaba remodelar completamente la sociedad eliminando todo vestigio de la cultura cristiana, la figura de dios se había cambiado por la del Führer, apostaba por lo publico a etc etc
Si, se nota que el nacional Socialismo Alemán era de derecha tradicionalista o democristiana
Algunos mejor haríais en apagar la sexta y demás basura de medios, para empezar a pensar por vosotros mismos.
El nazismo contó con muchas simpatías gracias a que eran enemigos declarados del comunismo. Y el nazismo cometió exactamente el mismo error que Napoleón: subestimar a los rusos.
El III Reich fue un régimen criminal, como también lo fue el de Stalin, como también lo fue el de Mussolini; sin embargo Hitler, Mussolini y Franco tenían una cosa en común: su hostilidad abierta hacia el comunismo.
Pero insisto en esto: el III Reich cayó muy simpático, durante muchos años, porque era anti-comunista.
El régimen franquista también suscitaba simpatías abiertas tanto en Alemania como en Italia por ser anticomunista.
La existencia del comunismo le fue muy útil a Hitler, Mussolini, y Franco, para sembrar el miedo y coaccionar a la gente a aceptar una dictadura a cambio de librarles del "peligro rojo".
El general Patton, que dirigía un frente contra los nazis, llegó a decir "estamos luchando contra el enemigo equivocado". Entre el ejército aliado había simpatía por los oficiales nazis, muchos de los cuales se fueron de rositas y ni siquiera fueron juzgados por sus presuntos crímenes de guerra.
En Estados Unidos, ya en los años cincuenta, el Senador Joseph McCarthy inició una dura campaña de represión, con penas de cárcel, contra los comunistas, a quienes prácticamente se retrataba como el demonio con patas y cuernos, y "antiamericanos".
¿A dónde nos lleva todo esto?
Pues nos tiene que llevar a una conclusión necesaria: los comunistas son PERSONAS, como personas que son merecen RESPETO, y mientras se organicen en partidos políticos que funcionan dentro de la legalidad constitucional, hay que aceptarles y permitirles ejercer la influencia que legítimamente les corresponda por la representatividad que tengan en los parlamentos autonómicos o en las Cortes Generales.
Y ya está.