Dentro de nada… Nochevieja, ¿eh? ¡Qué estrés! Yo en nochevieja me siento como un toro, ¿no? Cuando llega la fiesta miro alrededor y me da la sensación de que todo el mundo se lo está pasando bien, menos yo. El estrés comienza con la cena. Aquello parece una prueba del Gran Prix: tienes que llevar calzoncillos rojos, tener algo de oro para meterlo en la copa. Preparar las doce uvas… y contarlas varias veces, porque, como son todas iguales, te equivocas: una, dos, tres, cuatro,…. Una dos, tres. Cuatro, cinco, seis…esta pocha ya la he contado… una dos…siete, ocho… ¡joder, las doces menos veinte! ¡Chavalín, trae el Rotring que las voy a numerar, como el bingo! Y tu madre: ¿queréis venir que se enfrían las gambas? Que esa es otra: te tienes que comer todo lo que está en la mesa… ¡Antes de las doce!; que, con las prisas, más que pelar gambas, parece que esta desactivando una bomba. ¡Coño, las doce menos diez! ¡Mamá, no me da tiempo: hazme un sándwich con el cochinillo que ya está terminando Cruz y Raya! Y no es el único que está agobiado ¿eh? No hay, más que ver la tele. Ahí están Ana Obregón y Ramón García explicando a toda Espala como funciona un reloj. Acojonados por si se equivocan: cuando la aguja pequeña esté en las doce y la grande también… serán las doce. ¡Coño, como todas las noches! Y entonces bajará la bola y… luego vienen los cuartos, ¡no vayan a empezar a comerse las uvas ¿eh?! Vamos a ver: ¿Por qué nos explican mil veces que no nos comamos las uvas en los cuartos y nadie nos explica por qué coño tiene que bajar una bola? ¿Qué clase de reloj es ese? Cuando por fin llegan las doce en toda España se oye lo mismo: Cla, cla, cla,…. Cla, cla, cla,… din don ¡ah no, que son los cuartos! Din don… ¡escupid que son los cuartos! Din don… pfbbbbbb… ¿qué son qué? Din don… los cuartos… ton… ¡ahora, ahora! Ton… ton… ¡Una! ¡Que no, que vamos por la segunda! Ton… pues me meto dos… ton… seis… ¿cómo que seis? Ton… a mi ya no me caben más, eh? Ton… ¡eh! ¡Deja mis uvas, cabrón! Ton… ¡Es que se me ha caído una al suelo! Ton… bgrfds… ton… bgbgggggdfffff, ton… a mi ya no me quedan… ton… bgffffgggddfff, ¡Pues a mi me sobran cuatro…! Ton… bfgggggggg, gronunffffffff… y cuando acaban, toda la familia con la boca llena de babas, a darse besos: ¡Fediz andio!, ehhhhh Felicidades, grfdddefd… y suena el teléfono: ¡Ringggg! ¡Pebo collo! ¿Ya esdán llabando? ¿No se pueden esperab? Pued a mi todavía me zodban dof… ¡Champán, que adgien abda el chabpan!, pero bueno, ¿a vosotros os parece lógico empezar el año así? ¡Que estrés, de verdad! Pero como es Nochevieja… tienes la obligación de divertirte. Si, que después te vas a un fiestorro a un sitio en el que, si caben mil personas, el dueño a decidido meter a cinco mil doscientas. ¡Muy bien! ¡Cuatro mil doscientas más de las que caben! ¡Quédate en la calle si te apetece, con la pelona que está cayendo! Así que entras. Lo bueno que tiene ir a un sitio así es que te puede pasar cualquier cosa. A mí el año pasado me ocurrió de todo. Yo estaba tan tranquilo, tomándome mi cubatita de garrafón, cuando de repente un tío me cogió por detrás y me dijo: ¡¡¡¡¡COOOOOOOONGAAAAAAA!!!! Y, claro, qué vas a hacer, pues te pones a bailar… ¡eso te lo hace un tío en el autobús y le partes la cara! Pero como es Nochevieja… ¡pues hala! Y de repente te das la vuelta y llevas cien personas enganchadas a tu culo. ¡A ver cómo escapas de ésta! Porque una conga es como una secta: entras es muy fácil pero salir es muy jodido. Porque en el garito hay como doce congas girando a toda pastilla… bueno, pues iba yo conduciendo mi conga… por mi derecha, cuando de pronto, me veo venir en dirección contraria una conga suicida acojonante conducida por un gordo con un casco de vikingo. Yo le iba a hacer ráfagas, pero como las congas no llevan ni luces ni nada… pues, para evitar la colisión, di un giro brusco a la derecha… ¡y me trague entera una columna d espejitos! ¡Siniestro total! Doce heridos leves y una columna de espejitos destrozada. Y yo, con una ceja abierta tirado en el suelo pensaba: como me hagan soplar ahora la hemos cagao. Y en esas, me desmayé. Al despertar estaba en la sala de urgencias rodeado por todos los de mi conga, algunos todavía no se habían desenganchado: habían venido corriendo detrás de la ambulancia. Bueno, las urgencias en Nochevieja hay que vivirlas. Si en la sala caben cincuenta personas, el dueño ha metido a ciento cincuenta… como el de la discoteca. Y como ahí también es noche vieja, el camillero lleva un gorrito de moro, la enfermera un collar de hawaiana y el que te cose la ceja unos dietes de drácula, ¡que te dan una confianza…!el tío de dice: ¿Qué ha sido? ¿Con una moto? No, con una conga. ¡Ay! Si es que van como locos con las congas… cuando salí de allí me quería ir a mi casa, pero como era Nochevieja acabe las ocho de la mañana con la ceja grapada en un bareto… oiga, póngame un chocolate con churros. Pues solo nos queda nesquick y algunos donuts. Es que lo últimos churros se los han tomado lo de una conga, ¡traían un cachondeo! Había un gordo que llevaba un casco de vikingo… ¡no le digo más! Y es lo que yo le digo a los clientes: si no disfrutas en Nochevieja, ¿Cuándo vas a disfrutar? Pues eso, que me siento como un toro.