Opinión: Mala gente que camina, de Benjamín Prado

Ésta opinión personal es de mi trabajo sobre Mala gente que camina:
Me ha parecido una soberana mierda.

ANTES DE LEER: "Googlead" un poco, que enseguida sale el argumento.

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No me ha gustado en absoluto Mala gente que camina, de Benjamín Prado; si se desea información sobre el tema tratado en este libro es preferible leer un buen libro histórico: no conduce a engaños y es mucho más completo (tal vez en esto último influya que a mi me gustan los “libros de historia”, especialmente relacionados con la II GM, y no las “historias noveladas”).
Hay evidentes problemas de estilo, como si el autor hubiese escrito parrafos consecutivos en dias alternos, no teniendo en cuenta la coherencia entre ellos o repitiendo las mismas estructuras una y otra vez (”...nos convirtió otra vez en dos extraños. Punto y seguido.”-pp 34-;“...Que les parta un rayo. Punto y final (sic).”-pp 50-). Respecto a la coherencia: en el capítulo 6 no deja de alabar a Natalia Escartín pero, sorpresivamente, le molesta sobremanera que continuamente termine las frases con una pregunta ( “(...)mano de hierro en guante de seda. Cada vez me gustaba más.” -pp 106-, “(...)se pidió un vodka con naranja. Eso me gustó.” -pp 108-, “Y cuando vi que ni miraba los frutos secos que trajeron con las copas, la adoré.” -pp 108-, “Me irritó -¡!- su costumbre de acabar (...) te dejaba en una posición de inferioridad, pero me contuve.” -pp 110-, “Natalia me interrumpió con una risa abrasadora. Dios, que guapa era (...)” -pp 116-, “Volvió a reirse igual que antes y mi vodka y yo pensamos que nunca jamás (sic) habíamos vista algo tan bello.” -pp 124-, “Ni se imaginan lo suave que era su piel...” -pp 125-). En cuanto al desarrollo, es desconcertante la falta de nudo; el libro se puede leer perfectamente obviando su parte central (aproximadamente de las páginas 150 a 350). Obsérvense los apartados Argumento y Desenlace para comprobarlo. Por añadidura, es en muchos puntos inverosímil. ¿Un profesor de instituto dando conferencias en Estados Unidos?¿Días enteros ocioso, dedicados únicamente al desenfreno de la práctica sexual, y compañeras de profesión que se le insiúan sin reparos (EE.UU.)?¿Alumnos totalmente apáticos e ignorantes?
El personaje principal, Juan Urbano, es un egocéntrico y un chulo; destila en todo momento un aire petulante (ver de nuevo último parrafo) que provoca el asqueo del lector, abocado a seguir leyendo únicamente por el interés del tema y la esperanza (vana) de que el plomizo desarrollo se dinamice. El trato que dispensa a la mayoría de la gente es degradante, situándolos en una constante posición de inferioridad: el que no mastica con la boca abierta le molesta con sus ronquidos, o con sus ademanes, o con... Estás cualidades, a mi juicio, en lugar de hacer parecer más sincero u honesto al personaje (me temo que pretendiendo un efecto similar al que se obtiene en la serie televisiva House) lo dejan como un, valga la expresión, capullo. Las críticas políticas las hace desde el dominio de la verdad absoluta, no dejando lugar a medias tintas. Los fachas son “malos” y los rojos, aunque también hicieron “cosas malas”, deja entrever que en todo caso eran justificadas. Llega a despreciar la obra de Manuel Machado simplemente por ser de derechas ( de una conversación con su madre: “- (...)La santa virreina, un tostón (...)después de la guerra no solo se estrenaban esas cosas. También hubo montajes de Manuel Machado (...)”, “- Manuel Machado era un fascista (...)”, “- Bueno, bueno, lo de Machado para nada, y sobre (...)” -pp 178-; capítulo 6: “-¿No eres demasiado duro? ¿No crees que hubo matices?” “-Lo que hubo fue un enorme cinismo.” -pp 117-), si bien es cierto que en los últimos compases de la obra suviza un poco su discurso.
Benjamín Prado, sin embargo, debe ser objeto de alago, pues demuestra una gran habilidad en el uso del “Google” en lo que se refiere a autores, obras literarias y sus interrelaciones, reflejado en las muchas referencias a otras libros y publicaciones, más de 100 en 428 páginas, que pone en la mente del narrador, el cual, obviamente, recuerda todas y cada una de ellas en el momento preciso, llegando incluso a realizar citas de memoria. Cabe subrayar que está terquedad a la hora de mostrar sus conocimientos literarios provoca repulsión en el receptor, pues le hace odiar (aún más) al protagonista y enlentece la obra. Lo peor es que la gran mayoría de los textos (y personalidades, leyes e instituciones) citados se podrían haber eliminado.
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