Creo que hay un componente importantísimo de vocación. Entiendo que si tú entrase como limpiador, no era tu vocación el hospital (supongo que podrías limpiar otros lugares igual que el hospital, ¿no?) por lo que no es raro que se te haga duro. Es ver otra realidad, adaptarse a otras cosas (olores de úlceras, necrosis y demás,...) que antes igual no habías vivido.
A mí, como al de arriba, tampoco me resultó extremadamente difícil. Será porque logré desde siempre un buen balance sensibilidad/empatía. Eso no quiere decir que sea indiferente a los pacientes o a eventos como muertes... ni muchísimo menos. La sensibilidad e implicación es vital, creo yo, pero también un poco (un pelín) de insensibilidad para evitar que las cosas te sobrepasen muchas veces.
Como dicen, pocas veces me he sentido más reconfortado en mi vida que cuando veo a un paciente marchar sano, agradeciendo todo lo que hicimos por él, cuando nadie daba un duro porque saliese de allí vivo.
Y déjame que añada que la labor de los servicios de limpieza es fundamental. Suena obvio, pero muchas veces nadie se acuerda de ellos y todo el mundo los da por sentados.
PD.: eso sí, yo solo he estado en plantas de hospitalización normales. Si entro a pediatría, oncología o paliativos, seguramente fuese un mundo aparte.