Una mirada curiosa, almendrada, en tonos claros de verde me observa atenta mientras hablo de aquello que jamás pronunciaron mis labios. Unas manos pequeñas sostienen con fuerza lo que nunca tuvieron las mías, una mirada tierna que me sostiene con cuidado entre cortinas de humo, café y mechones de pelo liso. Y secaré tus lágrimas pequeña, cuando creas que no podrás alcanzar a olvidarlas. Secaré tus lágrimas cuando creas que la rabia te ganó la batalla, cuando la desilusión asole tus pensamientos, cuando la culpa te consuma poco a poco.
No podría explicar la comodidad de charlar, hablar de todo, hablar de nada en particular, compartir mis miedos, admirar los tuyos, no pensar en ese futuro inevitable, ... Recordaré a pesar de todo todas esas conversaciones que tanto me gustaron.
Es imposible saber si el camino seguirá junto o se abrirá en bifurcaciones, es imposible saber si, como siempre, me quedaré como la estela de la memoria de la gente, como un polvoriento recuerdo del que todo el mundo acaba olvidando su nombre.
Carpe diem.