Que suerte tienen los cuenta cuentos, ellos pueden presumir de acabar siempre sus historias con un final feliz.
Yo por desgracia no puedo decir lo mismo, tengo el don de la negatividad, del pesimismo.
Siempre veo el lado malo de las cosas, la cara oculta de la felicidad.
Para los demás existe una amplia gama de colores por descubrir pero en mi vida predomina siempre el negro.
Intento mentalizarme pero no es algo que se pueda cambiar de la noche a la mañana, como todo en esta vida lleva su tiempo.
“Tiempo” bendita palabra, en estos momentos es algo que no me puedo permitir, desde mí alejada atalaya me dedico a vigilar al mundo pero...
¿Quien me vigila a mí?
Algún día cometeré una tontería, un error, eso seguro.
Tan seguro como que el día que ocurra no tendré a nadie a mi lado capaz de pararme los pies.
Como envidio a los cuenta cuentos siempre tienen a alguien alrededor que pueda dedicarles una sonrisa.
A mi al contrario nunca se me acercado nadie, gracias a mi agrio carácter he ahuyentado cualquier posibilidad de calor humano.
Yo mismo me lo he buscado, tengo un culpable pero no una solución.
Desde el día que decidí meterme esta mierda en el cuerpo estoy acabado.
Solo quería alegrar un poco mi amarga vida y mira como he terminado.
Con una tristeza que no podría levantar ni el mejor de los payasos.