Pérdida
El cimbrear de mis pestañas a cada instante
ya atestiguan mi interior desgarradamente herido.
Como un témpano los ojos estacados en el presente
observan el tiempo andante irreversiblemente perdido.
A mi espalda arrastro pesadamente la memoria,
el recuerdo de los sueños, de la meta adolescente
que lacera incesante la reserva de mi savia,
y agujera en mi pecho un refugio permanente.
He perdido el yo que enamoraba,
perdidamente están mis sonrisas,
mis palabras, los gestos y miradas.
Convertido en un homúnculo quimérico,
en un holograma que es solo cascara,
un cataclismo en piel y hueso estructurado.
Preso me siento, pero sin fuerzas.
Preso sin ilusión, preso sin esperanza.
Preso del tiempo que pasa y pasa
en mi presente donde siempre y nunca: nada.
Añoro, rememoro.
Melancólicamente recuerdo.
Evoco nostálgico lo que entonces
amaba, enamorado veneraba,
disponía, estimaba, deseaba,
adoraba, resolvía con caricias
mimaba, acariciaba y susurraba.
Y ahora todo es deseo,
anhelo, aspiración, ansia
de lo perdido, de lo no conseguido.
Desesperada e irracionalmente un capricho
que se suma a los serrados cuchillos
profundamente hundidos en mi mente.
A la vez hacedores de mis sueños,
demiurgos, artesanos del tormento.
Cristales Negros
La Luna miró al estaño
de un campo de verde y nardos,
donde jugaba mi inquieta mano
con tus atezados cabellos,
hembra de todas, hembra,
que a mi me has enamorado,
con tu dulce y acre aroma
de caballo desbocado.
Por tus negros acristalados,
ojos, que no son ojos,
sino dos potros alados
que penetran mi costado,
dos cristales negros,
dos algarabías moras,
que recitan testamentos
de mi amor en tus memorias.
Cada cristal negro,
cada beso vespertino,
que antes de la noche tengo,
de tu tierno fruto eterno
que te guardas en la boca,
donde bebo de tus besos,
donde mi alma se alborota,
con el timbre de tus huesos.
Compañeros
Hierven en mi interior cientos de segundos
guardados, dolorosamente contados
vibrando, arañando semilúcidos
mi orondo y triste costado.
Una cuenta atrás estalla en mi pecho,
resuelta en malestares de electro,
soltando al viento la querella
del cacho ausente de tu fuego.
Un si y un no se debaten,
un cielo y una tierra guerrean,
un ardor que mis sienes baten
hasta encontrarme contigo, compañera.
Dolor hoy, y gloria mañana,
del afable sabor de tus besos,
que serán férvidos por tus labios esposa,
que a los míos libraran de sus lamentos.
A una cumbre de orgasmos enarbolaremos
nuestros cuerpos hoy tan lejanos,
juntos mañana, firmaremos en el cielo
nuestro amor redentor de tormentos.
Guerreando nuestras manos cincelan,
en tu cuerpo, en el mío,
odas de nuestro encuentro,
en excitadas bocanadas, al tiempo
venceremos siendo dos en uno, compañeros.