Hay personas que no saben lo que quieren y nunca lo sabrán, aquellas que son capaces de sacarte de quicio en cualquier momento. Tienen ese poder de hacerte llorar, de sacar tu ira, tu rabia, lo peor de ti. Y esas personas, son tan inteligentes que lo saben, o tú tan tonta que se lo permites.
Hay personas inestables, que no locas, aunque de esas también existen y son mucho más recomendables que las inestables. Estas segundas personas son muy peligrosas pues te convertirán a ti en un ser inestable que nada sabe, nada quiere.
Hay personas egocéntricas, “yo, yo, yo”, esas personas son muy crueles y por supuesto egoístas. Esperan cualquier indicio para hablarte de su mal, sin ni siquiera preocuparse por el mal que a ti te asola, aún cuando ese ser egocéntrico es el culpable de tu sufrimiento.
Hay personas, catalogadas en el apelativo de “veletas” y a esas personas especialmente hay que tenerles mucho cuidado, pues son aquellas que se mueven según sople el viento, según convenga, según se levanten aquel día. Norte-sur-este-oeste. ¿Qué quiero hoy? Sí, ya lo sé, quiero el sur pero si aparece el norte, descartaré al sur. Total, estoy acostumbrado a hacerlo. Siempre lo he hecho: el sur es una buena opción pero siempre estará ahí, ¿y si pruebo el norte?
Hay personas con mirada sucia, negra. Personas que van de lo que no son, es lo que llamo la estrategia doble “m” (mosquitas muertas), personas que disfrutan destruyendo todo lo bueno que se les presente y sobre todo, yendo de buenas para ganarse cualquier plaza, cualquier mérito, para quitarse de en medio a su rival más bueno.
Reunidas todas esas personas en una sola persona es una mezcla tremendamente dañina y casi mortal. No, no exagero. Puedes estar muerto por dentro y seguir viviendo.
Si bien, no quiero ser tremendista. Hay personas transparentes, que con los ojos te muestran toda la verdad que hay dentro de ellas. Personas que sirven de puente, que te iluminan en la noche más oscura y que siempre estarán a tu lado pues son capaces de alegrarte el día con tan solo una palabra, con tan solo una sonrisa.
Demasiado absurdo mantener a una persona así junto a ti, ¿verdad? Mejor rodearlos de seres “negros” para así seguir anclados en bucles depresivos.
Esto no es ningún relato. Lo sabes, lo sé. Tampoco es ningún artículo simplemente son palabras escritas y ordenadas a paso veloz, tal y como llegan, tal y como se sienten. Y es que el arte de escribir como simple afición puede dar muchos placeres a la vez que muchos disgustos pero al mismo tiempo sirve como terapia y sin duda sale mucho más barato que ir al psicólogo, algo que en tiempos de crisis, se agradece bastante.