Cosiendo madrugadas
Ya que nos toca recoger inclemente el vendaval,
arría tu velamen y demora el tiritar,
que raje el cierzo marrullero sin voz a donde va.
Camino a la majada por crecidas de sudor,
el silencio es el tropel y la ponzoña al divagar,
sólo cayo, no herradura en nuestro andar.
Y deshueso la atadura y siembro esparto al escapar
donde moran eternos los mendrugos de pan,
cobrando legañitas al gallo, cosiendo madrugadas.
De vuelta con la estampa en monedas de estaño,
el vuelo de los versos raidos que la luna descuidó
riegan tu surco y se montan barrizales de dolor.
De temblar en cada risco, ojo no te de por tropezar
que abajo tengo jardineras llenas de coral,
un fogón de calentar, mosquiteras aún por estrenar...
Y por pensar, me traigo mil telarañas del desván
y se rasca de picadas en un rincón, sola la soledad,
buscando troneras por donde volverse temporal.