Los versos de tus manos,
la sinuosa senda
de tus manos,
el compás de tus dedos
recorre los caminos
a lo eterno.
Tus manos;
el vergel de tu regazo,
el lugar donde caigo
cuan fracaso.
El alma en movimiento,
el movimiento ponderado
cuando muere, finalmente,
en mi costado.
Las tinieblas de tu tacto,
como sombras,
como mármol,
como los rayos del sol,
como el calor del verano.
Recorre, en silencio,
el trigo dorado,
con pisadas terribles
que anuncien el pecado.
Recorre, en silencio,
pétalos marchitos
de tristes brocados.
Recorre, pequeña sombra,
cada fruto,
cada tallo
de esta flor penosa
que ya, moribunda,
sin aliento, sin fuerzas,
no vive sin tus manos.