Buenas, hacia tiempo que no posteaba nada, y aqui va el prologo de un relato que tenía pensado desde finales del año pasado. Escribi este prologo y la mitad del primer capitulo, pero lo dejé algo abandonado. Ahora he revisado el prologo y tengo intencion de seguir con el, asi que ire posteando los siguientes capitulos a medida que los tenga listos.
A grandes rasgos, es un cuento con los "colores" como protagonistas, o al menos una visión de lo que relaciono con cada uno de los colores, o el efecto que tienen sobre la gente.
Espero comentarios, y sobre todo que lo disfruteis
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Polícromia (El Planeta de Cuarzo)
Blanco
En los albores de la creación existió un planeta hecho enteramente de cuarzo, como si de una gigantesca esfera de cristal se tratase. Fue este planeta, gracias a su pureza, el primero en recibir el don de la vida.
Cuenta la leyenda que tras siglos de vagar por el espacio sufrió el impacto de un haz de blanca luz. Y fue este precisamente quien llevó la vida a su superficie. Como si de un ejercito invasor se tratase, la luz fue tiñendo sus entrañas de un color blanco que brillaba como las mismas estrellas, pero en el corazón del planeta este avance se detuvo. Nadie sabe a día de hoy si la fuerza de la luz fue insuficiente o si el planeta escondía algún oscuro secreto que desconocemos. En cualquier caso el planeta quedó dividido en dos mitades: una brillante como la luz que la había colonizado, y otra que fue tornándose oscura y opaca hasta que se volvió negra como el vacío del espacio.
Se libró entonces una encarnizada batalla de energías en el ecuador del planeta que dio lugar a otro extraordinario suceso. Las dos fuerzas opuestas chocaron con tanta fiereza que se produjo una violenta explosión en el núcleo del planeta, que descompuso a la luz en su espectro de colores dando lugar a un ancho cinturón que pasó a separar las dos zonas. Esta nueva extensión del planetoide presentaba cinco regiones coloreadas: la roja, la amarilla, la verde, la azul y la violeta. Cada una de las cuales delimitaba con la zona blanca, la negra, y con dos de sus vecinas de espectro.
Así, siete colores acabaron conviviendo en el planeta, y en su honor este acabó recibiendo el nombre de Policromía.
Tras la explosión, la vida brotó de la luz. Poco a poco, cada una de las zonas coloreadas se desarrollaron dando forma a paisaje, flora y fauna; todas menos la negra, que al ser la única carente de luz acabó tomando el aspecto de una extensa llanura desolada, lúgubre y oscura.
En la zona roja se formaron altas cordilleras y gigantescos volcanes que modelaron el paisaje con roca y calor. Adyacente a la roja, la zona amarilla acabó formada por extensas mesetas de altas mieses, siempre iluminadas por un ardiente sol. Al lado de la amarilla la región de color verde engendró robustos y altos árboles que cubrieron su superficie, formando extensas regiones de bosque y pastos. En la zona azul, intercalada entre la verde y la violeta, emanó de la propia tierra un enorme océano salado que cubrió toda su extensión. En la violeta, que cerraba el anillo conectando con la roja, se formó un gran llano repleto de vegetación de intensos aromas y de animales exóticos.
La extensa región blanca también se desarrolló dando a un paraje permanentemente nevado, donde sólo unas cuantas formas de vida pudieron desarrollarse debido al rigor del clima. Además fue la única que no desarrolló vida humana, al contrario que las otras cinco: sus colectivos humanos, cada uno del mismo color que la tierra que habitaban, nacieron a los pocos siglos de la llegada de la luz y poblaron por completo la franja ecuatorial del planeta. Se establecieron contactos entre ellos, que dieron lugar a alianzas y enemistades. Cada país, o región en este caso, mantenía buenas relaciones con sus vecinos más inmediatos, pero en cambio todos generaron un desdén infundado hacia los otros dos países con los que no compartían frontera.
Así comenzó un largo periodo de estabilidad. Los habitantes de Policromía vivieron durante siglos sin mayores problemas que pequeñas rencillas y algunas malas cosechas. La enemistad entre las distintas regiones jamás llegó a desencadenar conflictos bélicos y los pueblos fueron evolucionando culturalmente con el paso de los años.
Pero nada permanece inalterable durante mucho tiempo, y pronto los engranajes del cambio comenzaron a funcionar. La región negra, la única no colonizada por la luz, ansiaba por encima de cualquier otra cosa el don de la vida, y poco a poco fue sustrayendo luz a las cinco regiones del espectro. Avanzó lenta y pacientemente, sin que ninguno de los cinco países se percatase del suceso, y en su avance fue consumiendo la energía que encontraba.
Condensando la luz que había robado, la zona negra pudo crear una única forma de vida de aspecto humano. Apenas un pequeño embrión todavía en gestación, pero que sería llamado a ser el azote y sino de Policromía.
Con la gestación del paladín negro, la zona blanca, presintiendo el inminente peligro, se puso en marcha. Condensando su propia energía dio a luz un ser humano completamente formado, que habría advertir a Policromía del horror que acechaba en Melanos, además de combatirlo si era necesario.
Durante su primer año de vida, el paladín blanco se ocupó de construirse una morada, adiestrarse y procurarse provisiones para el futuro viaje, además de preparar un enorme refugio por si el planeta corría el peor de los destinos. Mientras tanto Schwarzes, el paladín negro, seguía gestándose, esperando a estar listo para satisfacer los impulsos que su oscura alma le dictaba.
Concluido este año, una figura femenina se encaminó al anillo coloreado, con la esperanza de avisar a sus habitantes a tiempo. Tenía el cabello anudados en una larga coleta y una expresión inmutable; y todo su cuerpo y sus vestimentas eran blancos como la nieve que pisaba. Incluso sus ojos eran completamente blancos. Llevaba unas botas de piel de foca, y pantalones y abrigo hechos de lana de yak, para resguardarse del frío. De su cinto colgaba una espada de hueso enfundada en cristal, y a su espalda llevaba un abultado saco con provisiones para el viaje.
Con paso decidido, y con la certeza de que el señor oscuro despertaría en breve, el blanco espectro emprendió su marcha a través del desierto helado. Sólo su existencia podía traer la paz a Policromía, sólo en las manos de Weiß reposaba la posibilidad de salvación. Y si las cinco zonas ecuatoriales caían, sería la región de Leukos el ultimo bastión en pie, desafiando el avance del paladín negro: Schwarzes.