Miré. No sé por qué, pero miré. Y descubrí que era preciosa. Su olor, suave y dulce me alcanzó y provocó la extraña sensación de una descarga eléctrica en mi cuerpo.
Me acerqué, despacio. Pasito a paso pude aproximarme. Y su hermosura se hacía a cada centímetro más dulce. Más atractiva. Magnética. En ese momento, ya sabía que de manera inevitable acabaría a su lado.
Y así fue.
Discretamente, mirando en otras direcciones de manera casual y desinteresada pero fijándome si otros se acercaban, llegué a sus pies.
La miré. Distraida, no me prestaba atención. Pensé cómo atraer sus ojos mientras daba una vuelta a su alrededor, despacio. Cerré los ojos. Su aroma me llenaba el cerebro de imágenes en colores que nunca había pensado que existirían.
La rocé, como por accidente, mi último recurso (o al menos el único plan que pude pensar).
¡Y me miró!
Rió y alargó su mano hacia mí.
- ¡Pero qué preciosidad! -dijo manteniendo su sonrisa y acariciando mi pelo mientras guardaba su mp3 en el bolsillo.
- ¡Lucas, ven aquí! -esa otra voz me hizo girar la cabeza pero no me moví de donde estaba. Se acercó hasta donde yo estaba y continuó hablando- Perdona, a veces hace un poco lo que quiere... -su cara parecía un tanto sonrojada.
- No, no pasa nada -respondió su voz, tan dulce como su fragancia- me encantan los huskies ¡y este además tan mono con sus ojos azules y el pelo blanco y negro!
Ladré y sacudí mi cola contento.
Ha pasado el tiempo y creo que mi amo todavía me mira agradecido por esto mientras me deja probar la cena que le está preparando.