(ADVERTENCIA: El siguiente relato contiene lenguaje soez).
Un dia ella se cruzó conmigo en el Parque. No era la primera vez que la veía por alli, pero si la primera vez que se detenia a contarme sus cosas. Sus cosas eran unos panfletos feministas (de corte radical) que vendia por un pavo y con lo que agobiaba a los transeuntes. A mi me quiso vender el panfleto (un par de folios fotocopiados y grapados), viendo que soltaba el pavo para quedarmelo ella se sonrió con picardia y me susurró al oido que por 20 pavos podiamos follar.
Nunca me habia ido de putas pero ese dia pensé que seria interesante aceptar la oferta sórdida de aquella chica tan rara. Fuimos a su apartamento, un cuartucho no muy limpio, que compartia con otra chica. Me hablaba de sus ideales feministas, de su odio hacia los hombres y de las cosas que habia escrito y de sus planes de futuro. Yo mientras la observaba, con esa gorra negra y la camiseta de tirantes blanca que tanto me habian atraido en el Parque. No era una chica bonita, más bien lo contrario. Pero esos pómulos firmes y la dureza de sus ojos negros me atraían como la polilla al fuego.
Esperaba algo de glamour de cloaca, algo de sordidez de novela de Henry Miller. En cambio solo fue un polvo rápido contra la pared del cuarto de baño. Un par de segundos después del coito ella se lavaba sus partes en el lavabo...eso si que fue auténtico glamour de cloaca.
Pensé en aquel momento que jamás volveria a pagar 20 pavos para follar con aquel adefesio. Al dia siguiente, a la misma hora y en el mismo sitio volví a tirarmela por 20 pavos en la pared de su cuarto de baño. Y el ver otra vez su peludo coño enjabonado sobre el lavabo supe que estaba atrapado en un círculo vicioso (en el más amplio sentido del término).
Durante un par de semanas me estuve tirando a la pequeña feminista en su apartamento, hasta que un dia me presentó a Marta, su compañera de piso y follamos los tres juntos. Marta era otra lesbiana con camiseta de tirantes pero de feminista no tenia tanto. Era rubia con el pelo corto y la carita insultantemente seria y suave, parecia un chico de quince años borde y tranquilo. Más esbelta que Lilí (la tortillera radical con la que habia estado follando) enseguida me fascinó tanto o más que la feminista radical. También se prostituia para sobrevivir. Montaron el número lésbico por 50 pavos, algo habitual en ellas, no era la primera vez que lo hacian para un cliente.
Lilí siempre me daba la paliza con sus teorias feministas, me leia sus poemas y ensayos e incluso me echaba discursos mientras me la follaba. Marta en cambio casi nunca hablaba. Me encantaba follar con ella por que era como follar con un cadáver, un cadáver hermoso y pálido. Sentía una agradable sensación de paz interior cuando me tiraba a Marta. Ella nunca se inmutaba, a veces me miraba con sus frios ojos azules y aun asi me embelesaba con su silencio. Para mi era la prostituta perfecta. A Lilí me la follaba para saciar mi sed de sordidez, con Marta saciaba mi sed de alivio. Alivio ante la eyaculación que vaciaba mi mente y me hacia olvidarme de todo. Era como un chute de heroina. Marta me hizo un yonqui de su coño rubio.
No recuerdo cuanto duró aquella situación. Supongo que si Lilí alguna vez se hubiera callado mientras follabamos hubiera seguido con ella, pero al final solo me lo hacia con Marta. Marta y yo nos entendiamos. Ella tenia su pasta y yo mi paz interior eyaculando dentro de sus entrañas. Eramos una extraña simbiosis.
Un dia ella me preguntó "¿A donde vas?". Yo estaba en la puerta a punto de cerrar para marcharme y me pilló de sorpresa ese repentino momento de intimidad entre los dos. Me detuve un par de segundos. Lo justo para contestar eso de:"A casa...con mi mujer y mis hijos".
Entonces cerré la puerta y me di cuenta de que Marta se habia enamorado de mi. Aunque lo que más miedo me dió es que yo tambien estaba enamorándome de ella.