Es que en occidente, el sector del videojuego está concebido como un simple negocio a través del cual las compañías ingresan pasta, y por lo tanto, impera la ley del mínimo esfuerzo (conversiones PAL cutres, ediciones especiales poco especiales, manuales en blanco y negro, etc.). Sin embargo, en Japón, además de un negocio, los videojuegos también son una forma de arte y eso se nota en la forma de mimar al usuario.