Si es en vacaciones no suelo ver nada, porque me pongo un antifaz gay a lo Catwoman para que no me moleste el sol -aquí sale a unas horas indecentes, y delante de mis pies tengo dos puertas enormes de cristal sin persiana, así que la luz achicharrante se cuela por las cortinas-.
Luego, si miro hacia mi izquierda veo la cama de mi compañera de cuarto, una chica rusa que ya me preguntó el primer día si me importaba que durmiese desnuda -no, por supuesto-. Si miro hacia mi derecha, en cambio, la veo a ella, no a su cama. Otros días la veo encima. Qué pesada.