Como contrapunto humorístico a lo que se menciona en este hilo (que básicamente trata sobre estudiantes "tramposetes") diré que también he conocido unos cuantos y cuantas docentes tramposos y bastante poco éticos. En todos los niveles, no sólo secundaria.
Por ejemplo, el docente en una academia que hace pasar por propio un material fotocopiado de libros, tapando el título de la obra para que no se sepa de dónde ha sacado el material. La versión más sinvergüenza de este sujeto encuaderna el tocho de fotocopias y lo vende.
O el docente que en vez de alegrarse cuando ve a un estudiante con un libro, se ofende y te lo desaconseja, pues quiere que estés cuanto más perdido mejor y que él sea la única fuenta válida de conocimiento, porque se siente más importante administrando por ti el conocimiento.
Una variante universitaria de este impresentable es el profesor que desaconseja a sus alumnos un determinado manual escrito por un colega suyo, aduciendo que es "demasiado árido, difícil" cuando es todo lo contrario: es un libro magnífico, bien escrito, claro, conciso y de árido nada. Pero le quita atención al suyo, claro.
O el docente que se mete a profesor particular sin tener siquiera la carrera terminada, ni formación específica de nada (¡hay tantos de estos!) y podría pese a todo hacer un buen trabajo si tuviese un poco de vocación y de interés por ayudar, pero no. Trata de manejar a los estudiantes con amenazas de hablar con los padres, o de dejarles castigados haciendo deberes (algo que no puede hacer, pero bueno, amenaza con hacerlo)
Está también el docente burlón, que es el que tiene complejos de inferioridad o problemas personales que resolver, y los afronta haciendo sentir mal a sus alumnos, y soltando dictámenes periciales del tipo "Su hijo es tonto, lo siento, nunca podrá estudiar nada". La autoestima de estos sujetos se refuerza cada vez que le colocan la etiqueta de "fracasado" o un pobre niño o adolescente, y ven esa cara de preocupación reflejada en los padres.
En definitiva, por cada estudiante tramposo, puede haber también un docente tramposo, un sujeto que ni es docente ni es nada, simplemente aprendió que puede hacerse pasar por profesor particular y la gente más o menos se lo cree, porque no suelen pedir credenciales ni títulos.
Por último está el docente ausente, que es ése que los padres de un niño o adolescente pagan en una academia, pero por una razón distinta cada día, nunca está. Y alguien en su nombre entra en el aula y le pone ejercicios al chaval para que no se note demasiado que pasan de él.
Por supuesto, no hace falta decir que esos docentes son santos, perfectos y dominan el arte de la enseñanza, por lo que si el niño o adolescente tiene un pobre rendimiento y suspende, es culpa suya, que es un niño malo, que no estudia. El docente es perfecto, santo y lo sabe todo y lo conoce todo. Es el alumno el que asume toda la responsabilidad por lo que ese docente no le enseñó o no le supo o no le quiso transmitir.
Todo esto que he comentado son anécdotas reales, no me invento nada.
Yo tendría mucho cuidado con usar la palabra "profesor" y no denominaría "profesor" a cualquiera sin saber si tiene la formación y la experiencia adecuada. Los experimentos, con gaseosa.
Y apunto una idea más: creo que hay que diferenciar al estudiante tramposo en sí, que es una persona generalmente de buena familia acostumbrado a salirse siempre con la suya y a seguir la ley del mínimo esfuerzo, y a resolver mediante lloros los problemas... de lo que sería un estudiante angustiado y bajo presión, que se siente acorralado ante un plazo de un trabajo, o un examen que llega, y por la razón que sea no está preparado pero no tiene otra opción que presentarse o que aportar algo, y esa desesperación le puede hacer bajar el listón de la ética, pero normalmente no sería un tramposo de manual como otros.
Y una cosa más: ante profesores tramposos y poco éticos, es lógico, razonable y esperable, que sus alumnos se adapten al medio tramposil y poco transparente en cuestión y aprendan las mañas de sus profesores. Porque quien no se comporta con honestidad con sus alumnos, no puede exigírsela a ellos.
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