Con dos juegos noté una terrible penitencia en mi alma cuando los terminé.
1. Zelda para CD-iA la vez que iba viendo una atenta sucesión de imágenes una por una, cosa que disfruté mucho ya que la acción era muy escasa, yo destrozaba con gusto mi cuerpo. Echaré de menos aquella tarde de 1995 en donde sonreía a la vez que ahondaba en mi piel con esas uñas, fabricadas tras tres semanas sin cortármelas, para arrancar cachos y dejarlos en el cenicero de mi padre. Asimismo, arañaba esa piel sana y sobrante que tenía repartida por mi cuerpo hasta convertirme en un travieso niño repleto de sangre. También era entretenido intentar arrancarme los párpados y atizar a mis ojos con los punzantes destornilladores de mi papá. La autoflagelación con el cinturón que se olvidó mi abuelo en el dormitorio de mis padres también me divirtió mucho. Me encantaba ver marcas rojísimas en mi otrora inmaculada espalda. ¿Que si me apena? ¡Claro que me apena no volver a vivir esta escena y ese juego! Era grande ir por ahí sabiendo que el mínimo roce podía ser muy doloroso.
Gracias, Philips. Gracias por horrorizar a mi hermana mayor, a mis padres y al perro. Gracias por ese reguero de sangre que dejé a lo largo y ancho de nuestro piso. Misteriosamente, al día siguiente me regeneré completamente y mi familia volvió a hablarme con voz normal. Todos éramos felices, la CDI había recogido polvo.
2. Doritos: Dash of Destruction.En la estantería donde mi abuela, que recientemente fue huésped temporal de nuestro piso, dejó su dentadura postiza confundiendo mi cuarto con el que tenía en su casa, había una pistola de agua de los chinos cargada. Encendí mi XBOX y, tras pasar las típicas rutinas para iniciar un juego de XBOX Live Arcade, me puse con este juego. Pasaba niveles fácilmente con el tiranosaurio, algo sorprendente dado mi inutilidad frente a mandos complejos y llenos de botones. Llegué al final y me sentí terriblemente apenado, aunque tuviera consciencia de que todo debe acabar. Me apené y cogí la ya mencionada pistola de agua. Me la llevé a la sien y apreté su gatillo. Una parte de mi pelo se mojó, eso unido al final del maldito juego me apenó todavía más. Me fui a un rincón oscuro con algo a medio camino entre una sonrisa y una risa. Traté de llorar. No podía. Compatibilizaba una falsa cara triste con sinceras risas. A los 15 segundos me levanté y todo volvió a ser como antes.
[...Nah, ahora iré en serio y listaré brevemente unos cuantos juegos que sí me dieron pena por su final y no me hicieron cometer actos surrealistas...]-Castle Crashers.
-Braid.
-Cuando era más jovencito, Golden Sun 2.
-En parte, Bully Scholarship Edition.
-Cuando era todavía más chaval e ignoraba que el mundo del videojuego fuera muy rico y diverso, cualquiera edición de Pokémon.