Al inicio de cualquier relación, por ambos lados, se permite cualquier comportamiento, estilo, hobby o vicio. Todo es de rosa, nos miramos con unos ojos que transforman la realidad. Es luego, cuando el fogonazo se debilita o desaparece, cuando empezamos a advertir lo que no nos gusta de la otra persona. Bien directamente o de sutil manera, aconsejamos/reprochamos, para que cambien.
Sin que llegue a ser enfermizo o autoritario, podemos aprovechar esa situación, eso sí, nunca seamos maleables. Podemos aceptarlo como críticas constructivas pero cuando la cosa se torna oscura lo mejor es cortar por lo sano.
He vivido las dos caras de la moneda, en principio era un "si buana", por el mero echo de que pensaba que así retendría a esa persona. Después de varios ostiones contra el muro, me pasé al otro extremo, donde ya podían decir misa que no cedía ni un ápice. Al final, la experiencia me ha llevado a ser como soy ahora, pienso antes de hacer y contengo muchos deseos ansiosos de hacer/aceptar nada. Después de mi valoración subjetiva, hago. Con ello he notado que mi persona es más respetable y yo vivo mucho más feliz.