Este artículo fue publicado originalmente en VICE UK.
Compartimos piso con gente que no conocemos o con nuestros padres, vivimos al día y estamos instalados en la cultura del miedo. Sufrimos graves problemas de autoestima y la mayor parte de nuestra vida social se desarrolla en internet. Sabemos lo que deberíamos ser porque lo hemos aprendido de nuestros padres, que se casaron cuando tenían nuestra edad y luego vinieron los hijos, la hipoteca y el coche unos años después.
Y ¿qué hay de nosotros? Somos adultos maduros viviendo en un constante estado de infancia suspendida. ¿Qué va a ser de nosotros dentro de 20 años, cuando lleguemos a los cuarenta? ¿Qué va a pasar con los millennials cuando se hagan mayores?
Somos adultos maduros viviendo en un constante estado de infancia suspendida. ¿Qué va a ser de nosotros dentro de 20 años, cuando lleguemos a los cuarenta?
Una imagen acude de inmediato a la mente: una persona de 43 años, aquejada de alguna enfermedad mental y viviendo en una caja de cerillas por la que paga 2.000 euros al mes y en la que se pasa el día mirando Tinder de forma obsesiva.
Hoy día vivimos sin blanca y probablemente sigamos igual en el futuro. Ryan Bourne, director de Políticas Públicas del Institute of Economic Affairs, afirma que nuestra generación llegará a los cuarenta con mucha menos riqueza acumulada y en un estado de precariedad mayor del que debería. "La carencia de riqueza se debe en parte a que los jóvenes no están adquiriendo vivienda y en parte también porque siempre se han visto obligados a pagar tanto por el alquiler que les resulta difícil ahorrar algo para un plan de pensiones o una inversión. Es un gran problema".
En resumidas cuentas, si pensabas que a los veintitantos ya tenías bastante presión, espérate a cumplir los cuarenta. Bourne asegura que llegará un punto en que alcancemos la llamada mediana edad y nos demos cuenta de la gravedad de la situación. "Muchas personas de nuestra generación llegarán a los cuarenta y les entrará el pánico al percatarse de que no tienen suficiente patrimonio acumulado para vivir otros 30 años cuando se jubilen", explica. "Habrá, por tanto, muchos cuarentones preocupados porque no tendrán una jubilación demasiado feliz".
Pero ¿llegaremos alguna vez a recuperar la calidad de vida de nuestros padres y acumular riqueza? Según los economistas con los que hablé, lo más probable es que no.
"El problema es que seguiremos persiguiendo muchas de las cosas que querían las generaciones anteriores, pero no estarán a nuestro alcance", señala Dorsey. "Cuando nuestra generación llegue a los treinta y tantos, será momento de ver si los millennials han alcanzado ese concepto de madurez". Uno de los mayores miedos de los lectores de VICE es el de no encontrar el amor, lo que sugiere que no descartamos por completo la idea de casarnos, y nuestra indignación respecto a la crisis inmobiliaria demuestra que seguimos valorando la seguridad de tener un techo bajo el que vivir. A medida que pasen los años y nos acerquemos a los treinta, nuestra frustración e infelicidad irán en aumento.
Como a nuestra edad no podemos permitirnos tener hijos, aplazaremos el momento a los treinta o los cuarenta. "Tener hijos a los treinta es más complicado e implica un riesgo mayor", asegura Dorsey. "Es la tormenta perfecta. Y la idea será: si vas a hacerlo, que sea ahora. Todo ello resultará en una menor tasa de natalidad, al retrasarse la edad a la que se tienen los hijos".
Dependeríamos enteramente de la inmigración para perpetuar nuestra existencia como país. Habría más iniciativas para atraer inmigrantes jóvenes a nuestras fronteras....?
La carga psicológica de todo ello recaerá sobre las mujeres —algunas de las cuales se darán cuenta de que no pueden tener hijos—, pero se notará en toda la sociedad. Tal como nos explicó la Dra. Amy Kaler, profesora de Estructura Social en la Universidad de Alberta, si las mujeres dejaran de tener hijos, "Lo primero que advertiríamos es el cese de la actividad económica relacionada con los niños y los padres, como las tiendas de bebés, los servicios de canguro, las guarderías, etc. Luego empezaría a afectar a los colegios de educación básica y los centros deportivos para niños.
Nadie puede predecir con exactitud el estado de nuestra salud mental y nuestro bienestar dentro de veinte años, pero parece muy probable que nuestra generación se caracterice por la ansiedad y los problemas mentales. Pero lo que debería preocuparnos es la prevalencia de este último tipo de problemas a los veinte años. Por lo general, cuanto antes se aborden, más probable será la recuperación y mayor la calidad de nuestra salud mental en el futuro.
Pero ¿cómo se nos da lo de desarrollar mecanismos de gestión del estrés?
Toda esta información resulta muy desesperanzadora y aciaga, pero debemos tener en cuenta que no somos una generación que viva en una burbuja. No se nos puede simplemente ignorar, ni a nosotros ni los problemas que nos afectan. "Es demasiado horrible siquiera plantearse lo que puede llegar a pasar si no hacemos algo", explica Rachel Laurence, de New Economics Foundation. "Estoy convencida de que si no ponemos solución a estos problemas, se producirá una crisis económica y entraremos en una depresión a gran escala. Tengo la esperanza de que la situación cambie cuando toda esta gran cantidad de población alcance la segunda y la tercera etapa de la madurez".
El motor de toda nuestra economía se basa en la deuda. Si los miembros de toda una generación no tienen medios para adquirir vivienda o propiedades para ellos o sus hijos y mientras tanto los sueldos siguen manteniéndose a niveles bajísimos y la economía sigue creciendo, nos encontramos ante "una verdadera bomba de relojería".
¿Cuándo abandonaremos esta adolescencia prorrogada? Lo que sabemos con certeza es que lo que entendemos por "edad adulta" va a cambiar por completo a partir de nuestra generación.
Quizá en un futuro no muy lejano, llegar a los 18 años no signifique nada más que una excusa para hacer una fiesta y la llegada del momento en que puedes comprar alcohol sin enseñar el DNI. También puede que vayan cayendo otras marcas tradicionales de la llegada a la madurez; quizá "ser adulto" deje de implicar tener una casa en propiedad o hijos. Al igual que nuestros padres establecieron los parámetros que definían la madurez, nosotros tenemos la responsabilidad de decidir el mismo término para la generación Z y las venideras.