Yo en otras partes no se pero en Sevilla la SS es como el fútbol.
No es tanto un tema de fervorosidad religiosa, al menos no desde hace décadas. De hecho, el 99% de los amigos capillitas que tengo (aquí no es nada raro serlo, al contrario, es lo más común) el resto del año de religiosos tienen poco, son católicos no-practicantes, como la mayoría de la sociedad española desde hace décadas.
La SS es una tradición, no es racional, se transmite de padres a hijos como el ser del Sevilla o del Betis, igual aquí el ser de la Macarena o del Gran Poder o de la Esperanza de Triana, incluso hay rivalidades. También podría compararse con el Rocío, pero no tanto con la Feria, la otra gran fiesta de Sevilla, eso es otra cosa.
A modo personal no me gusta nada y trato de huir de la ciudad siempre en SS porque todo queda en estado de sitio para quien pretenda hacer otra cosa que no sea ver pasos. Pero, aunque me parece que algo así tan exagerado está fuera de lugar en un estado laico, también soy consciente de que la Semana Santa es lo que deja más dinero a las arcas de la ciudad anualmente. Sin ella, el PIB local se reduciría drásticamente. Por lo tanto es algo innegociable.
Ya que hablamos de la SS como negocio, los últimos años se está poniendo de moda el debate entre los puristas de la SS en la ciudad, que critican que se está comercializando y se está perdiendo la esencia espiritual de la SS en favor de amasar más dinero para hacerla más accesible a los turistas. En mi opinión, que se aguanten, si nosotros les aguantamos su SS en un estado laico solo por lo que ingresa la ciudad, que ellos se aguanten también con estos pequeños detalles (ya no se procesiona en silencio, la gente va con sillitas plegables para las paradas, hay gente vendiendo agua por las esquinas, etc...). Si no fuese por el dinero les tendrían que cortar las alas así que menos humos.
Con la Feria también hay mucho debate en este sentido. Y es que el sevillano es en esencia MUY TRADICIONAL, aunque luego la mayoría el origen de las tradiciones se lo pasen por el forro de los cojones, pero no les gusta que las cosas cambien.