-Dígame, señor Desdicha- le dice el doctor D. a su paciente.
-Quiero arrancarme el corazón.
-Mas si usted lo extirpa de sí, dejará de vivir...
-¿Y si es eso lo que quiero?
-No es lo que quiere, usted tiene una vida sana.
-Yo no tengo vida, doctor, usted, con esas pastillas que me da me arrebata muchas cosas. No puedo ser sólo una carcasa social, necesito llenar el vacío de esa carcasa, y usted sabe con qué.
-No le pienso dar esa droga que empieza por A, señor Desdicha.
-Doctor Destino, usted no es nadie para decidir qué debo o no tomar en mi vida...
-Todo llega por si sólo.
-Dah! Palabras de matasanos, si usted no deja de arrebatármelo con medicamentos que lo contrarrestan o lo inhiben como el sulfuro de dolor o el carbonato de suerte deshidratada no creo que llegue nunca.
-Quizá no creo conveniente que le llegue.
-Usted no es quien para creer lo que me conviene o no.
-Claro que lo soy, soy su médico, soy su destino.
-¡¡Usted es una mierda!! Una cruz con cuatro hilos de nylon que mueve mis extremidades a su parecer. Creo que esto debe acabar.
-Cálmese, le veo muy sulfurado...
-Quizás es por ese puto medicamento suyo...clorato de humor...o por este otro...sulfato de olvido... o por el último que me recetó, melancolía comprimidos 250...
-¿Los toma bien dosificados?
-¡¡Tómelos usted por donde le quepan, no pienso probarlos más!!
Salgo de su consulta para no volver. Le juro que voy a intentar romper sus hilos...como sea...¡¡cueste lo que cueste!!
-Usted verá lo que hace...mas no puede escapar de las manos de su doctor...
El destino es un doctor malévolo que experimenta con sus pacientes, que juega con ellos al ajedrez, dejando algunas fichas a salvo y otras mil en la caja...a la merced del dolor...