RECOPILATORIO. Un Asunto delicado.

Aqui ire poniendo la recopilaciond e los capitulos, para tener la historia completa en su conjunto ;-) , y al que le interese leerla, la podrá leer de golpe. Please, no escribir aqui, para opinar usad el enlace que vereis debajo de cada capitulo, como haceis siempre, porque esto, nuevo no es [poraki]
Un asunto delicado.


I
Estoy seguro de que no debería haber sacado la pistola. Es mas, no debería haber salido del coche. Pero bueno, lo hecho, hecho esta y no hay marcha atrás. Dos muertos, joder, y uno pesaría mas de cien kilos; no iba a ser fácil arrastrarlos. No, definitivamente no iba a ser una tarea fácil, mas que nada porque al muy capullo se le habían salido los sesos de la cabeza, y como mínimo nos pondríamos perdidos de sangre coagulada. Eso como mínimo, pues el callejón mas cercano no estaba tan cerca como su nombre podría indicar. Y esto era un problema.
-¿Un problema?-Dijo mi compinche, mientras, impasible se encendía un cigarro. Parecía que no se diera cuenta que tenía dos cadáveres a sus pies. Uno con la cabeza reventada, la sangre corría por un reguero hasta juntarse con la de su compañero de fechorías, que tenía un balazo en el estomago, con una pinta muy muy mala.
- Yo no he sido el que he disparado, es mas, te he dicho que no salieras del coche, coño, si lo se te dejo encerrado. ¡me cago en la puta¡. ¿Sabes una cosa, Manosrapidas? No traían el jodido maletín, y eso mi querido amigo, es un problema, eso si es un problema muy serio.
Me temblaron las piernas, que cojones era eso de que no traían el maletín. Todo estaba bastante torcido, no había maletín y peor aun, no estaban los capullos que lo debían traer. Estar estaban, pero muertos, por lo que a fin de cuentas no contaban.
Nos montamos en el coche, al parecer a mi compinche le pareció una buena idea salir de allí pitando. Aún teníamos una carta debajo de la manga; los hermanos Curtis eran tres, y solo habíamos matado a dos, únicamente era cuestión de encontrar al tercero de los camellos de pacotilla. Y lo mejor era buscarlo rápido; antes de que nuestro maletín pululase sin rumbo por la ciudad, y en manos de gentuza como los Curtis. Ni me quería imaginar lo que podría pasar si una de esas ratas de los bajos fondos ponía sus sucias zarpas en nuestro maletín. Todo podía pasar, los Curtis podrían haber descubierto que había en el interior del maletín, ponerse nerviosos, y en lugar de devolvérnoslo (a cambio de su porcentaje de droga, por supuesto), trataban de ganar tiempo, ¿para buscar un buen postor?. Cualquiera sería un buen postor ahora, mas cuando no tenía que partir en tres el botín. En fin, teníamos que encontrar el maletín, o nuestro Jefe si que se cabrearía.
Mi compinche aceleraba a fondo, sabía que no podía perder el tiempo, y de vez en cuando echaba una ojeada al teléfono del coche, por si se le ocurría sonar, por si al Jefe le daba por cerciorarse de que todo iba bien. Joder, todo iba de puto culo, y más aún cuando no encontramos a Carlo en su casa. Si lo estaba la mujer de Mario, el de los cien kilos, el de los sesos por la acera. Tan joven y tan viuda, murmuró entre dientes mi compinche. Estoy seguro de que cuando acabe todo esto le hará una visita. Me refiero a una visita cordial, un polvo rápido como dice el fanfarroneando cuando estamos de copas.

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II

Al parecer vivían allí los cinco, Carlo, su mujer, la viuda del de los sesos, este mismo antes de su muerte y por último Nandhy, el más joven de todos. El que murió primero. El que se puso nervioso cuando mi compinche empezó a gritarle, cuando le amenazaba por no traer nuestro maletín. El resto ya es sabido, sino hubiera salido del coche, Sam, mi compinche, podría haber logrado un trato. Pero no fue asi, y aquí estamos.

Dejamos atrás la casa de los Curtis, nuestra dirección era ahora el parque de la playa. Era donde los muy cabrones de los Curtis movían toda su mierda de droga adulterada. El día, por fortuna era gris, por lo que tanto el paseo, como el parque como la playa estaban semidesiertos. Mejor asi, por si había que montar una escena. A Sam no le gustan las escenas, se pone nervioso y se pone a disparar como un poseso. La última vez, en el parking de un centro comercial, una bala perdida suya acabó con un crío pequeño. Luego, tuvo que matar a la madre también, estaba fuera de sí, decía Sam. Yo no lo vi, como tampoco vi a Carlo hasta que Sam se puso a correr tras de él. Me llevaba una ventaja importante cuando yo me puse a correr, Carlo se había percatado y al principio corrió, pero un carrito de helados le impidió continuar su fuga, y fue directo al suelo.
-¿Nos la querías pegar, cabronazo? –Sam lo agarraba duro de la camiseta, tanto que sus pies levantaban un palmo del suelo. Su cara de furia no era presagio de nada bueno, suerte que llegue hasta ellos.
-Déjalo hablar Sam, deja que nos explique. –Dije -¿No se te habrá ocurrido abrir el puto maletín verdad? Dime que no, o mi amigo se va a cabrear mas.
Carlo me miró, era una mirada de angustia. El tipo de mirada que delatan por si solas, el tipo de mirada que tienen los perdedores. Sin que dijera una mísera palabra, yo ya sabía que lo había abierto...
-Si... lo abrí, quiero decir... se abrió...cuando se me cayó de las manos.
-Será hijoputa. Sam le asestó un puñetazo en la boca del estómago, no cayó al suelo pues aun lo seguía sujetando, el presagio de que habría mas.
-¿Y que has hecho con él? – No se te habrá ocurrido desprenderte de él, ¿verdad?.
Carlo agachó la cabeza, estaba hundido.

10 minutos después, Sam volvía con Carlo a casa de éste, según comentó le había dado uno de los sacos del maletín a Samir. El muy cabrón quería vender nuestra droga. Samir se dedicaba a trapichear pequeñas cantidades de coca bajo los puentes de la autopista. Por allí pasaban todo tipo de calaña, desde yonkis con las horas contadas, hasta ricos empresarios de la ciudad. Todos buscaban lo mismo, la coca de Carlo y los suyos, y se aprovechaban de que era un sitio virgen, la poli no tenia ni idea de el. Como de nada.

Cuando Sam montó, o mejor explicado, metió de un puntapié a Carlo en el coche, me separé de él, yo iría a visitar a Samir. Tenía aún una ventaja. No me conocía, no sabía que se estaba haciendo de oro a costa de mi jefe. Pero yo iba a por él.


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III

La radio, los periódicos, los noticiarios de la televisión. Todos se hacían eco de la carnicería que se había producido el día anterior en la ciudad. Cinco muertos, tres de ellos hermanos, la mujer de uno de estos y un hombre sin identificar habían aparecido en la casa de los primeros. La televisión aumentaba la información, diciendo que los hermanos eran de raza negra, y que el otro tipo portaba un arma, por lo que era mas que probable que se tratara de un ajuste de cuentas. Nada mas lejos de la realidad.

Aun sonaban en mi cabeza las palabras del jefe cuando salí del almacén que le sirve como tapadera. –Estamos mas jodidos que nunca. Vamos a tener que dejar de movernos por un tiempo. –Yo le había contestado que no se preocupara, que nada nos relacionaba con Sam y los Curtis, que estaba todo arreglado. Entonces frunció el ceño.
-Está a punto de llegar uno de los cargamentos mas importantes que he tenido nunca entre manos. Y no es el mejor momento para pasar desapercibido con tanto material. Creo que no, creo que me retiraré con lo que tengo, no voy a jugármela por un último trabajito.
-Y que voy a hacer yo ahora- Me encare a él. Le tenía respeto, pero eso no hizo que retrocediera.
-Mira chico, creo que durante estos dos años que has trabajado para mí, no he reparado en gastos contigo, dinero tienes de sobra, si es que no lo malgastas, asi que piensa como yo, o buscate algo mas legal, trata de saborear la vida con toda tu pasta.
-Solo uno mas, solo un trabajito más. Y después me retiro, con usted.
Nunca había visto brillar tanto sus ojos, creo que nadie le hablaba de usted desde antes de que le echaran de “su” barrio a patadas, levantándose de la mesa habló.
-Esta bien, será el último negocio que hagamos. Lo tendremos que llevar con la máxima cautela, mas aún después de perder a Sam, sólo estamos tu y yo, y la gente con la que vamos a negociar no se anda con chiquitas. Son 10 kilos de cocaína, mas del triple de lo que nunca hemos movido. Tendremos que sacárnosla de encima rápido, y en ventas grandes, nada de pequeños trapicheros, mira sino lo que acaba de ocurrir. –Levantó los brazos al aire.-Será un negocio a lo grande, que empiece la fiesta.
Sonreí, ya lo tenía donde quería, el gran Jefe Piccarello, el mismo que abandonó su misero barrio acusado de camello, pensaba en su último gran negocio. Después a disfrutar, mujeres, un yate amarrado en la costa mediterránea y montones de dinero negro. Un dinero que a nadie parecía importarle de donde llegaba, pues antes de que cualquier policía o similar intentara investigar su procedencia, su boca era cayada con uno de esos fajos de dinero manchado.
Salía del almacen púes, después de trazar los pormenores del gran golpe. Todo iba como la seda, en poco tiempo se acabaría esta historia, y desues el futuro, ya veriamos en que meollos metido. De momento tenía que contactar con un tipo, Decilio Noveno, un productor de cine. Aquel personaje con nombre de estrella del celuloide era la base para nuestra operación. La mitad de nuestra mercancía era para él. El dinero llama a la droga, nunca mejor dicho que en un caso como este. Varios camellos mas llegaron a mí, y en menos de tres días ya tenía todo el lote vendido. Solo faltaba que llegara a manos de mi jefe para empezar a moverla. Entonces comenzaría la fiesta.


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IV

_____El lugar del intercambio era todo menos acogedor. Alejado lo suficiente de la ciudad, la nave en la que esperabamos a nuestros ultmos clientes se alazaba esqueletíca a los pies de una colina. El dinero se acabó, y los ejecutivos de una de las muchas productoras que quieren abrirse camino aqui la dejaron plantada,sin finalizar, llevando al traste sueños de muchas personas y llevando al recuerdo de muchas de sus madres a los trabajadores que tambien con su sudor levantaron este edificio y no cobraron por ello. Viviendo aqui es fácil tener, al menos en tu niñez sueños de ser una estrella de cine. Estar allí, en el lugar donde se deberían haber rodado grandes peliculas me incito por un momento a verme como una de ellas, rodeado de dinero, lujo y por supuesto drogas. Un destello en la noche me hizo volver al lugar en el que estaba, un coche se acercaba aun lejos. Apagué mi cigarro y me acerqué al jefe, que esperaba, curiosa coincidencia esta, montado en el asiento trasero de un lujoso mercedes, esnifando una raya de coca, viviendo la tensión de su último negocio.
-Alguien llega, jefe.
-Se estaban retrasando mucho, no me gustaría perder el avión.-me respondió echando una mirada al reloj.El jefe nunca estaba presente en los intercambios, pero este era distinto, era el último, y le había convencido a que viniera, pues despues de hacerlo tomaria con el un avion a Europa, a tomarnos unas vacaciones a una isla griega.

Detrás del primer coche uno más, y luego un tercero llegaron a nosotros. Del primero se bajó un tipo metido en un caro traje de diseño. This is the end, de los Doors se dejó oir antes de que cerrará la puerta. No muy alto el tipo en si, se acercaba a mi, cuando un viejo Volkswaggen le cortó el camino, y le hizo desaparecer en una nube de polvo que provocó con un trompo. Del coche se bajó un joven negro, con pintas de rapero, que mientras llegaba a mi, reía de su hazaña, hazaña que por supuesto no gustó nada al tipo del caro traje, que resultó ser Decilio Noveno, nombre que por supuesto no tenía la suerte de conocer el rapero, ni mucho menos Samir, que por circunstancias de la vida que no nos atañen, resultó ser el conductor del tercer coche, y que con una bolsa marron bajo el brazo se acercaba a nosotros dispuesto a cerrar su trato cuanto antes, y entregar la parte de coca que le tocaba a sólo sabe el quién, pues por mucha mierda que moviera el pobre Samir bajo la autopista, el calibre de este negocio se le escapaba de sus manos.
-¿Y esta es la calaña con la que haces negocios?- Fueron las primera frases que soltó el productor, y frunciendo el ceño miró a Samir y al rapero. -Si es así no me extraña que tu jefe este donde este. La vida pone a cada cúal donde le corresponde.
-Preocupate de tus asuntos Decilius, y deja que cada cual siga su rumbo.-El jefe había oido el comentario y solo sus palabras valieron para que nos pusieramos manos a la obra.

En cinco minutos habíamos reunido mas dinero del que muchas familias honradas lograban ahorrar en sus vidas. Pronto, los tres coches se fueron por dónde habían venido, y el jefe y yo decidimos tomar otro camino, el que rodeaba la colina, por lo que puse en marcha el Mercedes y lentamente nos alejamos de alli. Por un momento me pareció ver por el retrovisor a lo lejos, luces rojas que se duplicaban a la llegada de la autopista. Aceleré, el aeropuerto no quedaba lejos. Una vez allí la espera fue mínima, el vuelo saldría en pocos minutos. Llegábamos a la puerta de embarque cuando agarré por el hombro al jefe.
-Creo que yo no voy, jefe. Este es mi sitio, aqui está todo lo que tengo.-No dijo nada, creo que se lo esperaba, y siguió su dirección.

No me fui del aeropuerto, me sente en la sala de espera. En una de esas de grandes cristalera que te muestran los despegues de los aviones, una de esas en la que los niños tanto disfrutan viendo esos pajaros gigantes llenos de gente ir de aquí para allá, y me imagine la escena que se estaría ahora dando en el avión del jefe.

Éste, plácidamente sentado en primera clase disfrutando de un coctel antes de despegar, mentalizando los próximos días, tirado al sol, con el Mediterráneo a sus pies. Entonces me imaginé como uno de los agentes antidroga, que poco antes habían hecho acto de presencia en la pista, se presentaba junto a él y tras pedirle la documentación, le enseñaba un maletín con las cerraduras forzadas, y le preguntaba si era suyo, porque estaba facturado a su nombre. Es más, añadiría el agente, me atrevería a jurar que aquí estan sus huellas, y no quiero aventurarme, pero si lo que en este maletín iba metido es lo que yo y usted estamos pensando, ha de saber que está metido en un serio problema, asi que si es tan amable de acompañarme, quiza haya otro lugar en el que le pueda interrogar mas facilmente sin molestar a otros pasajeros mas dignos que usted.

Entonces, y solo entonces, cuando el jefe salío, con las manos a la espalda escoltado por tres policías, me levanté del asiento, eché mano al bolsillo de la chaqueta para cerciorarme de que allí estaba el billete y me acerqué a uno de los paneles informativos. Mi vuelo a Sidney partía en media hora.


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