En fin, que es domingo, que mañana empiezo el currelo, y que tengo el cuerpo a prueba de parida. Me gustaría decir que he tenido una idea, pero no es el caso. No doy para tanto. Yo nunca he tenido una idea, lo que tengo a menudo son ocurrencias. Recuerdo ahora la famosa frase desdeñosa de Manuel Azaña hacia Ortega (a quien envidiaba su éxito como escritor).
- Ortega -decía Azaña- no es un filósofo. Los filósofos tienen ideas y él sólo tiene ocurrencias.
Sobre Ortega hay bastantes anécdotas. Cuentan que en una ocasión alguien le presentó el filósofo al torero Rafael El Gallo. El diálogo vino a ser así.
- ¿Y usted -preguntó el torero- a qué se dedica?
- Soy filósofo.
- ¡Tié que haber gente pa tó!
Evidentemente, El Gallo dedicándose a una profesión tan común (¡¡¡)como la de torero le costaba imaginar que hubiera gente que se dedicara a pensar.
Viene esto a cuento, en la tórrida tarde agosteña, de que se me ha ocurrido convocar un referéndum. Después lo cuento. Primero paso a copiar un artículo que publiqué en 1985 en el periódico oficial de la feria del libro de Madrid. Entonces era yo un pivito de 24 abriles, ¡qué le vamos a hacer!
LITERATURA DE SOLAPA
Cada época histórica tiene un género literario que la define y le sirve de vehículo expresivo predilecto. Así, en el siglo XIX, la burguesía provinciana, optimista y ociosa, encuentra en la novela el catalizador de sus dramones familiares y sus preocupaciones a ras de realidad. Más atrás aún, en el Medievo, el cantar de gesta es el paradigma creativo de unas gentes que hallan en el héroe un punto de referencia obligado.
En el último trecho del segundo milenio, la literatura de solapa es nuestro más preciado hallazgo. Estamos ante un género pensado para los lectores con prisa. Nada como la solapa para apagar la sed cultural del hombre superocupado de hoy.
Ante la evidencia, muchos esbirros de la cultura de élite pretenden cerrar los ojos y hacernos comulgar con ruedas de molino. Vano empeño. Por más que los agentes a sueldo de los libros a la antigua usanza se esfuercen han perdido de antemano la partida. De momento, los hombres más en onda han entendido que el verdadero futuro de las letras está en la solapa.
Bien es cierto que si los lectores de solapa son legión, los escritores del género están todavía condenados al anonimato. Es cuestión de tiempo. No tardarán en saltar a la fama los autores de tan singular aportación literaria. En cuanto al reconocimiento oficial, será cosa de tomárselo con cierta calma, pues ya se sabe que las cosas de palacio van despacio. Pero, en fin, todo se andará. Si en fecha reciente la Real Academia Española ha sentado en un sillón de los inmortales a un conocidísimo autor de prólogos, ¿por qué los creadores de solapa habrían de correr peor fortuna?
No deja de ser curioso que en un momento en que el lugar donde la espalda pierde su honesto nombre es el indiscutible símbolo erótico y publicitario, el trasero literario -la solapa- se haya convertido en un modelo de la cultura impresa.
Paralelismos aparte, va siendo hora de que se plantee una encuesta rigurosa sobre la población lectora de solapas en nuestro país. Las cifras van a asombrar incluso a los más optimistas. A ver qué nos dicen entonces los voceros oficiales, cuando se tengan que tragan sus alarmantes estadísticas sobre analfabetismo, bajo la certeza matemática de que el 80 por ciento de los españoles son lectores habituales de solapas. Lectores solapados, al fin.
Dicho esto. Me gustaría hacer una sección, pongamos que semanal, pongamos que la escribiría los sábados (me gusta marcarme obligaciones que nadie me pide), titulada EL CRÍTICO DE SOLAPA.
En el crítico de solapa haría la crítica, despiadada y, obviamente, destructiva, sobre libros que no habré leído, pero que me resultarán chocantes sencillamente por su solapa y un una hojeada/ojeada.
La pregunta es: ¿Os apetece que ponga en marcha la sección el crítico de solapa o es una parida sin más? De vuestros votos dependo. Un abrazo.