El en el cristal se refleja mi imagen, tengo ojeras, pero en el reflejo no pueden percibirse.
Afuera es de noche, no sé si hay estrellas, realmente no me importa, porque aunque el cielo fuera una gran carpa de circo naranja, podría proyectar en mi mente la fotografía de un cielo lleno de pequeñas luces que rutilan sobre el techo que me cobija.
No puedo concentrarme, en la televisión Doraemon con su estúpida voz de lorito confunde mis ideas, no es más que una fea copia de Mary Poppins. Sisuka hace despertar mi lado más misógeno y Nobita me hace recordar cuán manipulable es el hombre. Nunca, a lo largo de mis cortos años, llegué a odiar una serie de dibujos tanto como ésta.
De repente mi cabeza se llena de rimas facilonas y preguntas necias , “nobita es mariquita y Sisuka se la pone farruca” , “¿cuántos años tendrá un reprimido sexual como Nobita? , ¿por qué si está en coma no tiene sueños eróticos en vez de soñar con un gato tan feo como Doraemon?
Mi hermano no para de reír con los ojos desorbitados, seguramente tiene la ilusión de poder encontrarse algún día con ese gato al que yo tanto detesto, no le culpo, también yo tenía la ilusión de poder robarle el puesto a alguna de las “Saylor Moon”, hasta que empecé a robarle el alma a la inocencia.
El suelo está lleno de juguetes. De repente echo de menos mi infancia, echo de menos la virginidad de mi ingenuidad, la edad en la que uno es capaz de imaginar una polla como la hembra del pollo y no como un órgano sexual capaz a veces de repartir tanto placer.
Mi hermano me observa, quiere descifrar lo que escribo, pero sé que sus intentos son en vano.
Recuerdo el primer libro que leí, aquella primera vez en que cogí un libro sin tener idea de que sabía leer. Recuerdo el olor del libro, la textura, los dibujos... recuerdo las historias y recuerdo perfectamente aquel momento en que adquirí una capacidad de la que siempre me sentí muy orgullosa. Lo recuerdo como algo tan reciente... y sin embargo han pasado doce años, doce años en los que mi corta vida no ha hecho más que girar y girar.
Me aterra la fugacidad de la vida, quizás sea lo único que envidio de Doraemon, de Nobita, de Sisuka, por ellos nunca pasa el tiempo.