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Cuando el crepusculo asomaba los primeros rayos del alba por el horizonte Ardeneth se despertó, decidió despertar a los demas para conseguir llegar hasta el otro lado del lago.
-Vaya, ¿ya ha pasado la noche?-dijo Ernera.
Estuvieron remando con las manos hasta bien avanzada la tarde, cuando llegaron se tomaron un descanso. Habia un pequeño puerto, pero no vivia nadie, estaba todo verde, habia dos árboles bien maduros, eran manzanos, aprovecharon que era primavera para recoger un puñado de manzanas y asi poder comer.
Cuando ya avanzaba la noche todos se acurrucaron en el tronco de un manzano y durmieron placidamente hasta que el ruido de unos cuernos y tambores les alertaron a todos.
No tenian una antorcha, pero por suerte el cielo no estaba nublado y las lunas estaba alzadas en el cielo e iluminaban todo el lago y consiguieron ver un barco, habia muchos hombres armados, eran del sur, sus ropas verdes esmeralda les delataban, en la proa y en la popa tenian arqueros preparados para un asalto rapido y eficaz.
Ardeneth y los demas no tuvieron otro remedio que ir hacia el este, donde habian acordado refugiarse todos, pero ahora solo quedaron ellos. Iban a marchas forzadas, estaban agotados, pero no podian parar, de cuando en cuando hacian una pequeña pausa para ver el lago, y el barco de los hombres del sur se acercaba más y más. Cuando el alba asomaba timidamente sus rayos por fin llegaron ha una posada, la posada del Unicornio Encantado, de allí era famoso su vino, de la viñeda del oeste, la mejor de Urien. Pero se llevaron una gran desilusion, la puerta estaba cerrada, la posada estaba cerrada, estaban todas las ventanas tapadas por madera, pero tenian que descansar, estaban agotados, asi que decidieron hacer uso de la daga de Ardeneth y la espada del padre de Ernera.
Despues de estar golpeando la puerta durante un rato consiguieron romperla y entraron, la posada daba pena, estaba sucia y mugrienta, tenian barriles de vino abiertos, y el olor era de putrefaccion, como si hubiese habido una matanza y los cuerpos estuviesen descomponiendose lenta mente, estuvieron inspeccionando los dos pisos, cuando llegaron al piso de arriba descubrieron con horror una pila de cuerpos descomponiendose, todos los cuerpos estaban llenos de heridas.
Se fueron a una habitacion mas bien grande, habia cinco camas, se acostaron cada uno en una cama y durmieron hasta que los tambores y los cuernos de los hombres del sur se hacercaban hacia el lugar donde dormían, tenian miedo, la tarde acababa de empezar, tenian que escapar. Salieron de la posada y salieron corriendo, pero al poco tiempo los hombres del sur se acercaban en caballos.
-Vaya vaya, tenemos aqui a los ultimos supervivientes del oeste, ¿qué hacemos con ellos jefe?-decia el que mas cerca estaba de ellos.
-¿Matarlos?, mejor no, los llevaremos ante el rey y qué el decida-decia el jefe, llevaba unos pantalones y una armadura con dibujos verdes, y llevaba una gran espada en la vaina, parecia un hombre frio como la noche-vamos, cogedles y nos los llevamos.
Pero Ardeneth no estaba dispuesto a dejarse llevar por unos arrogantes caballeros del reino enemigo.
-Primero dejadme una espada y nos batiremos, pero no me dejare abasallar por unos oprimidores.
-Vaya vaya, la hormiguita se cree escarabajo, si quieres un reto, de acuero, toma una espada-le quitó una espada al hombre que estaba mas cerca de él y se la dio a Ardeneth.
El jefe se bajó del caballo y desenvaino la espada.
-¿Hacemos un trato?-preguntó Ardeneth.
-Desembucha escarabajo.
-Si gano yo, os vais de aquí y nos dejais en libertad, ¿de acuerdo?.
-NO-mientras decia esto atacó a Ardeneth, pero la esquivó con rapidez y maña.
-Vaya, ¿tienes miedo de mi?-decia Ardeneth mientras esquivaba los espadazos del jefe.
-De un saco de mierda no-dijo el jefe.
Lo que el jefe no sabia es que Ardeneth tenia una daga de su padre dispuesta a matar, y cuando el oponente de Ardeneth cogia aliento este le asesto un espadazo pero lo paró, pero Ardeneth sacó la daga y se la clavo en el pecho.
-M...a...l...dito, trampo...so, ma...ta...dl urgh-mientras decia esto sus ojos se apagaban y su corazon dejaba de latir.
Los caballeros gritaron, pero increible, no de furia, si no de alegría, les habia salvado de su jefe.
-Gracias chico, ninguno nos atrevimos ha hacerles lo que tu le has hecho, muchas gracias.
-P... p.... pero, yo.....
-Muchas gracias, ¿adonde quereis ir?-decia un caballero.
-Pues huiamos de vosotros, atacasteis la aldea y el puerto-decia el padre de Ernera.
-Primero me voy a presentar, soy Jutereh, hijo de Jujhez, y respecto a lo de la aldea nosotros no atacamos la aldea, fue el jefe solo, el solo mató a todos, uno por uno, mujeres, niños, hombres, a todos, nosotros somos del reino del oeste, nos infiltramos para hacer un ataque desde dentro, pero ya nada, se han arruinado nuestros planes con la muerte del jefe.
-Lo siento, ahora, ¿que pasará?-decia Ardeneth.
-Ahora iremos con vosotros, pero tendremos que coger ropa nueva, con esta ropa no creo que nos crean.
Despues de que los caballeros hicesen un apaño con las ropas de antes para tener unas nuevas continuaron hacia el oeste, pero ahora tenian la ventaja de ir a caballo, los caballeros eran unos cien, ciento quince para ser mas exactos. Cuando la noche ya era fría y oscura llegaron al este, allí habia una gran fortaleza, y en lo alto un castillo grande, de unos cincuenta metros de alto, y en la almena mas alta asomaba una gran bandera de una espada y un caballero muy grande. Cuando ya llegaron a las puertas les esperaban unos guardas, los dos eran altos, iban con un casco con una espada hacia arriba en la frente, las ropas eran rojas y verdes.
-¿Solo sois vosotros?-dijeron los guardas.
-Si, los demas murieron por el ejercito de los hombres del sur-contestó Ernera.
-De acuerdo, pasad, el santo y seña es: Luz verde en dragón azul, se necesita para entrar en cualquier sitio.
Tuvieron que andar durante un corto tramo hasta que llegaron a una posada, el Dragón Blanco.
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Espero que os guste como continua.