Bueno,espero que a nadie le moleste,en caso de molestar a alguien,no veo problema en borrarlo
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Mi nombre es Berta, tengo veinte años y lo que os voy a contar me sucedió hace tan sólo unos días.
Soy una chica de pelo castaño, en una melena ondulada que me cubre los hombros, y ojos marrones. Soy bastante delgada, pero con un cuerpo del que me siento muy orgullosa. La verdad es que tengo muchos fans entre mis compañeros de estudios. Mis caderas son bastante anchas y tengo un culito muy redondito. Mis pechos no son muy grandes,se parecen al de las modelos de la tele, así de redonditos.
Lo que voy a contarles me sucedió, como digo hace unos días.
Tengo una hermana de diecisiete años. Es rubia y de ojos azules. Es como una cabeza y media más baja que yo. Delgada y con un cuerpo femenino, pero todavía poco desarrollado. Yo, hasta ahora, la había podido llevar muy bien. La verdad es que como soy la hermana mayor, siempre la he visto como mucho más pequeña que yo, por eso, me llama más la atención lo que les voy a contar.
Estábamos en la playa. Yo no me lo paso bien en la playa, porque me cuesta hacer amigos. En eso me saca ventaja mi hermana Julia, que rápidamente hace amigas. Esta situación me obliga a ir con mis papis casi continuamente. Julia, en cambio, se iba con unas chicas que ya conocía de otros años. Sus amigas Fina y Nadia, también de diecisiete años, me han parecido siempre unas chicas normales.
Este año, sin duda por la edad, sin embargo, parecían ambas, en especial Fina, que es un poco mayor que ellas, parecían un poco extravagantes. Mi hermana no tiene mucha personalidad, así que pronto se le contagió la forma de hablar y todo eso. Como quiera que yo estaba un poco colgada, comencé a salir con ellas, lo que no se me hubiera ocurrido hacer nunca en Valladolid. ¿Yo? ¿Con esas pequeñajas? Me llamó mucho la atención la forma en que mi hermana hablaba de los tíos con sus amigas. Lo cachas que estaba aquel, el pito tan largo que debía tener el otro... Me parecía increíble que hablaran así.
Un día estábamos las cuatro en la playa y comenzaron a hablar de aquella manera y les llamé la atención. Mi hermana se enfrentó a mí y me llamó estrecha. Discutimos las dos, y yo, para demostrar que no era una estrecha, me quité la parte de arriba del bikini. Mis pechos quedaron al aire, entre las chicas, a la vista de los chicos que de vez en cuando paseaban por la orilla. Me hacía la liberal, pero me estaba dando vergüenza. Miré a mi alrededor a ver si alguien me veía. No había nadie, por que era ya tarde, pero me llamó la atención la mirada penetrante de las amigas de mi hermana, sobre todo de Fina, y de mi propia hermana.
Pensé que había dejado claro que no era una estrecha, y había demostrado, como correspondía a mi mayor edad, que sabía más que ella. Fina llamó por el móvil a mi hermana. La escuché hablar. Me dolió que sólo quisieran hablar con ella. Quedaron durante la siesta. Yo no sabía de que hablarían. Se lo pregunté, y mi hermana Julia me respondió que querían organizar el cumpleaños de Fina. Me intrigó saber si me invitarían o no, y se lo pregunté a Julia, que me contestó diciendo que yo formaría parte importante de la fiesta. No comprendí en ese momento lo que me decía.
Desde esa reunión, durante todo el resto del día noté a mi hermana como distante conmigo. Cuando salimos otra vez las cuatro, las noté distantes a las tres, como si me ocultaran algún secreto.
En Levante es normal que se produzcan tormentas en verano. Esa noche, los truenos sonaban aquí y allí. Me desperté sintiendo que Julia se metía en mi cama.
-¿Qué haces aquí?
- Es que tengo miedo, están sonando muy fuerte -me contestó. -
-Pero si ya tienes diecisiete años, ¿cómo vas a tener miedo?
-¡Pues sí, lo tengo!
En verano solemos dormir las dos sólo con las braguitas puestas. Mi hermana se me metió así en la cama. Me di la vuelta y le di la espalda. No le di gran importancia sentir su mano en mis nalgas. Pero me empezó a mosquear cuando su mano se deslizaba bajo mis nalgas hacia mi vagina.
- ¡Julia! ¿Qué estás haciendo?
- ¡Ay! ¡Hija! ¡Nada! Quitó su mano un momento, pero comenzó de nuevo, a la vez que me besaba el cuello y la espalda.
No me podía creer que mi hermana fuera de la otra acera. ¡Tan joven!. Me fui de la cama de un salto y me metí en su cama, esperando librarme de ella. Me quedé dormida. Me volví a despertar al sentir sus labios mojados sobre mi pecho. Se había vuelto a meter en la cama conmigo, solo que esta vez estaba en su cama.
-Cállate o me chivo.
-¿Cómo le vas a explicar a papá lo que hacías es mi cama?
Lo había pensado muy bien. Se había quitado las bragas por si gritaba. No podría explicar que mi hermana estuviera con las bragas quitadas. Sin duda, parecería yo la agresora. Julia estuvo durante un largo tiempo lamiéndome las tetas. Me las besaba y las lamía. Se entretenía especialmente en mis pezones. Le debía llamar la atención la manera en que se endurecían. Me puso la mano sobre el sexo, que me empeñaba en no mojar, a pesar de que la realidad era que por más que negara que aquello me producía placer, me lo estaba produciendo. Me tocaba la vagina como si fuera una breva. Evidentemente no tenía experiencia. Yo creo que era la primera vez que lo hacía. No consiguió que me corriera. Pero cuando volvió a la cama y me quedé sola, me metí los dedos como nunca lo había hecho. Cuando terminé de hacerlo, la miré, y una sonrisa pícara aparecía dibujada en su cara.
Seguro que la había despertado y me había estado espiando.
Julia salía a solas con sus amigas. Yo no podía quedar con ella. Me daba vergüenza. Además, intuía que Fina había tenido mucho que ver en aquello. En el piso, cuando no estaban nuestros padres, Julia me acosaba como si fuera un muchacho. Aprovechaba para tocarme el culo, se restregaba continuamente contra mí e intentaba arrancarme un beso de novios. Tuve que empezar a cambiarme y ducharme con la puerta cerrada por dentro. Y en la playa, me tenía que poner a metro y medio cuando nos bañábamos.
Un día, paseaba sola cuando vi que estaban las tres sentadas en un apartado del parque. Cuando me vieron se pusieron muy nerviosas. En especial Nadia, una chica muy morena y gordita, más desarrollada que las otras dos, que estaba sentada en medio. Toda su obsesión era ponerse bien la falda. No sabía qué hacer. ¿Debía chivarme a mi papi? ¿O a mi mami?
Pero el peligro me venía de noche. Lo intenté esquivar como podía, pero una noche, estaba muy cansada. Me acosté de cara a la almohada. Mi culo debía de ofrecer un aspecto muy apetitoso, por que me desperté sintiendo el frío de la noche en todo el cuerpo. Julia me había quitado la sábana. Su boca me besuqueaba las nalgas, que salían extraordinariamente por el borde de mis bragas. Su boca tenía especial interés en las partes bajas de las nalgas. Yo me estaba excitando de verdad.
-¡Julia! ¡Vale ya! -no me hacía caso.-. ¡Se lo voy a decir a papá! -
Me contestó con cierto cinismo: - ¡Seguro que te van a hacer caso!
No me podían hacer caso, ya que se oía el ruido rítmico del balanceo de la cama en la habitación continua. Estaban haciendo el amor. ¡Dale que te pego!. La dejé por segunda vez que me tomara. Había mejorado mi hermanita la técnica.
Se ve que había practicado mucho con Nadia. Después de calentarme con los besitos en las nalgas, hundió la cara entre ellas, y me metió la lengua, lamiéndome la parte trasera de mi almeja. Con las manos me apartaba las bragas y me separaba las nalgas, para poder lamerme mejor. No le daba asco ni mis jugos, ni mis pelos ni nada. Me agarré con las manos al cabecero de la mano cuando sentí pasar sus dedos por mi sexo, para rozar mi clítoris ya excitado.
Julia no tenía un gran repertorio de caricias, pero lo que hacía, lo hacía muy bien. El tacto de las sábanas contra mis pechos me electrizaba. Tuve que hundir mi cara contra la almohada para evitar que un gemido de placer rompiera el silencio de la noche, mientras me corría. Julia me besó en la cara. Parecía orgullosa de mí y de ella.
Al día siguiente me comentó que si quería ir a la fiesta de cumpleaños de Fina. Estaba muy indecisa. No quería participar en las amistades de Julia, pero era mi oportunidad de regañarlas a las tres. Al final, decidí ir a la fiesta que se celebraría aquella tarde en casa de Fina.
Sus padres pasarían toda la tarde fuera, y ya habían avisado que volverían tarde. A Fina, me decía Julia, le había costado convencerles un montón. Le dije a Julia que había que comprar algo de regalo.
-¡No te preocupes por eso! ¡Ya hemos pensado en todo! -me decía mientras yo me divertía viendo su pecosa nariz enrojecida por el sol.
Fina era una chica castaña clara. Tenía el pelo corto y era la más alta de las tres, aunque era muy delgada. Era de tez blanca, que el sol apenas enrojecía. Sus ojos negros se me clavaron cuando me vio aparecer junto a Julia. Fuimos con las manos vacías. Estaba, como decía Julia, todo previsto.
En medio de la mesa del salón había vasos altos , unas botellas de refrescos y una de ginebra. En el centro, una tartita que parecía muy rica, cubierta de nata.
Fina nos recibió en bañador. Un bañador de una pieza que era muy elegante. Julia iba vestida con una camiseta que se le pegaba al cuerpo y dejaba adivinar sus pechos pueriles, y unos pantaloncitos cortos vaqueros. Yo me había puesto una sandalias de tiras muy delgadas y una falda vaquera. Llevaba una camiseta ajustada que me dejaba ver los hombros, y me había dejado la parte de arriba del bikini.
Pronto apareció Nadia con la boca y los ojos pintados, y un trajecito de una pieza, que se abrochaba por delante con botones. Traía un paquete que sólo podía ser un regalo.
Nos tomamos un combinado. Ellas se lo pusieron muy flojo, pero a mí me lo echaron bien cargado, por ser de mayor edad.
Luego tomamos otro. Llegó el momento de tomar la tarta. No tenía velitas, así que Fina cogió una vela de esas de cuando se corta la luz de noche.
La encendimos y la sopló mientras la cantábamos el cumpleaños feliz. Volvimos a beber. Yo ya estaba mareada. Ellas se miraban con miradas cómplices. En ese momento, Fina dijo de bailar. Puso música rápida y luego romántica.
Comenzamos a formar parejas. Nadia se puso con Fina. Yo bailaba con mi hermana. Fina besaba a Nadia sin miramientos, en la boca y en el cuelo, cada vez más apretadas. Sus manos agarraban el trasero de Nadia con fuerza. No importaba que yo las viera.
A mí ya no me extrañaba aquello. Pronto comencé a sentir las manos de mi hermana en mi trasero. No llevaba a darme besos en la boca, así, de pié, pero al bajarme el tirante, me los daba en esa zona indeterminada que ni es hombro, ni axila ni pecho. No pude oponerme. No quería dejarla mal y además, ya fuera por el alcohol o por lo que fuera, me gustaba.
Julia comenzó a desabrocharme la falda. Miré asustada, pero me conformé al ver a Fina, que se había bajado la parte de arriba del bañador, dejando sus pechos al descubierto.
Nadia, bastante más baja, los besaba mientras se desabrochaba el traje, que caía al suelo, dejando ver un cuerpo morenísimo en el que destacaban las bragas blanquísimas y unas tetas gorditas, blancas y un pezón oscuro en medio, que Fina arañaba con suavidad.
Mi hermana se había deshecho de su camiseta, dejando ver sus pechos desnudos, pueriles, y se había bajado los pantaloncitos, debajo de los que no llevaba nada. Nadia y Fina rieron al verla desnuda y ver su toto con un vello rubísimo apenas perceptible.
Yo era la única más vestida, pues llevaba las bragas y la camiseta, que Julia se empeñó en quitarme. Apareció entonces la parte de arriba del bikini, que Julia desabrochó y me quitó.
Volvimos a bailar. Sus manos se hincaban en mis nalgas, y mi pechos se sostenían sobre mis hombros. Fina había desaparecido. Volvió al cabo de un rato con el bañador puesto de nuevo, y con Nadia cogida de la mano.
- Esas dos ya se han aviado -dijo Julia.
Entonces propuso que cambiáramos de pareja. Era sólo una excusa para que mi hermana y Fina me vieran bailar con Nadia.
Nadia no se anduvo por las ramas y se agarró a mi pezón como si fuera un bebé. Aquella chica era muy sensual, y me agradaba su carita redonda y sus labios gorditos puestos sobre mis senos.
Me puso la mano en mi vagina, por encima de las bragas, entonces intervino Julia:
-¡Eso no! Está reservado esta noche!
Miré a Julia, que no estaba sino sentada junto a Fina, acariciándose la almeja. Fina me miraba fijamente. Confieso que me ruborizó.
Luego, mi hermana y Fina comenzaron a besarse. Mi hermana me pareció hermosísima, y confieso que tuve unos pocos celos al verlas.
Mientras, Nadia me lamía como un cachorrillo mamando. Julia me sorprendió diciendo que era la hora de los regalos.
¡Pero si me había dicho que no me ocupara de los regalos.
Nadia le entregó unas bragas monísimas. Las festejamos mucho. Fina miró a Julia pícaramente:
- ¿Y tu que me has traído de regalo?
Julia respondió: - ¡Pues lo que tu me habías pedido!-
-¡Ya veo! ¡Ya! -replica Fina mirándome a mí, mientras Nadia se ríe nerviosamente.
Julia me cogió del brazo y me dio a Fina, que me miraba riendo picaronamente. Julia me ordenó:
- Ponte las bragas que ha traído Nadia.
Me daba vergüenza, pero Julia comenzó a bajarme las que llevaba. Nadia se reía y decía:
"¡Va a ser una fiesta de verdad!".
Me tuve que cambiar, y terminar de quitarme mis bragas para ponerme aquellos que apenas me cubrían los pelos del monte de venus. Por detrás, los cachetes del culo me quedaban fuera. Las bragas me apretaban.
-Ahora vas a bailar conmigo -me dijo Fina, agarrándome.
Fina me agarraba con fuerza y me besaba con mucha pasión. Sus labios me mordían, y sus manos me cogían los cachetes del culo, mientras su pierna, delgada y suave se metía entre las mías. Miraba hacia Julia. Ella se había ido a un sofá con Nadia. Me observaba sentada con las piernas abiertas, mientras Nadia estaba de rodillas frente a su sexo, saboreando lo que debía parecer cabello de ángel.
-Te amo -me dijo Fina-. Hoy vas a ser mía. Y comenzó a acariciar mi sexo. No quise hacerlo, pero comencé a besar tiernamente las sienes de Fina, y a besarle en la oreja.
No sé por qué lo hice, sabiendo lo cachonda que yo me pongo cuando me lo hacen. Su mano se clavó en mi sexo. Sus pechos, por debajo de los míos.
Miré a Julia. Estaba disfrutando mucho corriéndose en la boca de Nadia.
Fina, al darse cuenta que las observaba me dijo:
- Tú tienes que aprender de las dos; a tu hermana le encanta ser masturbada, y a Nadia, que la utilicen sexualmente.
Seguimos bailando. Fina me colocó de espaldas a mi hermana. Al poco sentí una boca lamerme las nalgas y por detrás, mientras Fina me separaba las nalgas. Era una boca golosa, más sensual que la de Julia, así que era Nadia, que me agarraba de la cintura para tenerme con más seguridad.
Me dejé caer sobre la pierna que Fina mantenía entre las mías, entrando mi raja en contacto pleno con su muslo. La boca de Nadia me hacía desfallecer de placer.
Sentí entonces el aliento de Julia a mi espalda, que se acercaba por detrás para sostenerme, agarrándome de los senos. Fina se bajó de nuevo el bañador, y restregaba sus tetas contra las mías. Decidieron llevarme hasta un sofá en que me tendieron, desembarazándome definitivamente de las bragas, lo que fue para mí una liberación, pues la tela, tan ajustada, se me clavaba en el sexo.
- Mira que puta -reía Julia-, si está chorreando. Y se puso detrás mía, sosteniéndome las dos manos, mientras Fina se echaba a mi lado, comiéndome las tetas y abriéndome los labios de mi sexo con los dedos.
Nadia no renunciaba a participar, y metió la cabeza entre mis piernas y se puso a lamer la húmeda rajita. Me sentía a punto de estallar, así que le pedí a Fina:
- ¡Méteme el dedo de una vez! Julia se reía y le decía a Fina:
- ¿Te gusta tu regalo de cumpleaños? ¡Pero sólo te la dejo esta noche!
Fina no dejaba de mamar de mi pecho y comenzó a meter el dedo índice, al principio cómodamente, luego, sin contemplaciones, cada vez más rápido. Julia le dijo a Nadia con tono nervioso: -
-¡Deja eso para Fina y tú lámele el botón! A lo que Nadia obedeció y empecé a sentir su lengua raspando mi clítoris.
Me corría como corre un caballo por el campo, desbocadamente y sin importarme ya nada ni que pudiera pensar nadie. Las muy cabronas no tenían piedad, y no dejaron de prodigarme en caricias hasta que el orgasmo no podía dar más de sí. Me quedé descansando, así desnuda, sobre el sofá. Mientras, observé que Julia cuchicheaba con Fina. Después de eso, Julia se acercó a mi oído y me dijo:
- Espero que no seas virgen, hermanita. No lo era en efecto, pero aquello me llenó de excitación.
Vi que Julia cogía la vela con la que habíamos celebrado el cumpleaños. Se reía de nuevo y fue con ella al interior de la casa. La trajo embadurnada en una crema que dijo que era vaselina. Julia volvió a sostenerme de los hombros y sentí cómo aquello comenzaba a introducirse con más suavidad de lo esperado dentro de mí empujada por los hábiles dedos de Fina, mientras Nadia separaba mis labios vaginales y besaba mis pezones.
Julia comenzó a besarme la boca con una pasión asfixiante. Me sentía sin poderme mover, mientras el placer se manifestaba en todo mi cuerpo. Para colmo, Fina comenzó a lamerme el otro seno, y a acariciarme con las uñas de los dedos entre las nalgas. Fina me decía:
- ¿Así que no eres virgen? ¿Eh? -y luego me decía-: ¿Y del culito? ¿Eres virgen?
Me metió la vela como siete dedos en mi sexo, y de paso, junto a la vela, algún dedo más, de afuera adentro, de afuera adentro. Ni que decir tiene que me corrí como una loca, dando chillidos que mi hermana ahogaba dentro de su boca, hasta que quedé extenuada. Oí entonces dirigirse Fina a Nadia:
-¿Y tú? ¿Eres virgen? Fina se llevó a Nadia hacia el interior de la casa. Era gracioso verlas a una tan delgada y blanca y la otra tan morena y bien formada.
Desde el salón escuchábamos a Fina convencer a Nadia, que cedió al final. Luego oímos unos gemidos contenidos y no volvieron a aparecer hasta pasadas unas horas.
Por su parte, Julia se colocó sentada en el sofá, poniendo mi cabeza sobre sus piernas y acariciándome el pelo y jurándome que nunca más me compartiría con nadie.
Ya hemos vuelto de las vacaciones. Hoy he hecho la cama de mi hermana. Al levantar el colchón he descubierto una vela como la que utilizamos en el cumpleaños de Fina.
Creo que está deseando hacérmelo desde entonces. Creo que le voy a dar una sorpresa y esta noche no me voy a poner el camisón.
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saludos