La puesta de Sol es lo único que hace que me percate del paso del tiempo.
Paso horas y horas aquí sentado, mirando hacia la ventana, recordando, pensando en todo lo que pasé con ella, intentando verla al otro lado, agrandando mi estúpida obsesión… ¿Y todo para qué? ¿Para tener más ganas de morir? ¿Para darme cuenta de que mi vida ahora no vale nada? La realidad deja de tener sentido. Sólo comprendo a las lágrimas que resbalan por mi mejilla, porque a mis sueños les ocurre lo mismo. Nacen cayendo ya al olvido.
La soledad me agobia. Mi rutina se reduce a un mínimo suspiro, un leve pensamiento, un apagado llanto, un triste cabeceo… Todo esto por una persona o, mejor dicho, por la falta de una persona. Así de simple y así de deprimente.
Pero ella no era una persona cualquiera, no era como la gente que te cruzas a diario por la calle o en el trabajo. Nada de eso. Ella era algo atípico, dulcemente atípico; algo… ¿Cómo definirlo? Algo irreal, algo mágico. No existen palabras que se acerquen a lo que le vi. Recuerdo pequeños detalles que le hacían diferente. Gestos aparentemente inapreciables que le hacían inconfundible. La manera en que el pelo caía sobre sus hombros o la forma en que dejaba entrever sus dientes cuando sus labios dibujaban sonrisas. Todo en ella era especial. Disfrutaba como nunca cuando ella hablaba y hablaba sin parar para no decir nada. Le recuerdo a mi lado y yo…
yo entonces era distinto. Ahora no queda ni un ápice de alegría por mis venas… Me he convertido en un ser triste, opaco, patético. Un ser que te utiliza para intentar sentirse mejor, contándote sus dolores y sus penas, buscando que sientas lástima por él, buscando un alivio que no encontrará nunca.
Añoro tanto esos momentos… No se si a ti te habrá pasado alguna vez. El sentir que nada podría ir mejor, que todo es como quieres. Rodeado de una imperfección perfecta donde no cambiarias ni los fallos de la realidad. Yo, por aquél entonces, no salía ni un instante de esa atmósfera idealizada. No me daba cuenta de lo frágil que resultaba ser mi mundo. Todo basado en una misma pieza, en una misma persona. Todo basado en ella. Y si ella falla, si me falta, todo se desmorona. Entonces, el mundo real te sacude, se acaba ese sueño fantástico. Todo deja de saber a miel. Lo mágico de lo que te rodea, desaparece. Todo se vuelve grisáceo, los colores ya no existen. Las sonrisas se convierten en llantos y las risas dejan de escucharse. Pero… aun no se echa de menos nada. Aun no asumes lo que ha ocurrido. Lo peor está por llegar…
Pasados unos días, sientes que empiezas a superarlo, que dejas todo atrás. Sin embargo, no resulta tan fácil olvidar. Sin saber por qué, comienzas a sentir que algo te falta, que algo no cuadra. Todo se ve confuso. Cada noche tienes esa sensación…como si hubieras olvidado hacer algo y no sabes el qué. Supongo que sabes a lo que me refiero. Es una sensación de intranquilidad, de descontento. Entonces, en ese preciso instante, caes en la cuenta de lo que te ocurre. Comienzas a echar de menos la rutina que te brindó la suerte tiempo atrás.
¿Te has parado últimamente a mirar al cielo alguna noche? Seguro que no. Hoy en día no hay tiempo para eso. Sin embargo ella y yo solíamos tumbarnos en el césped para pasar horas mirando las estrellas. No teníamos preocupaciones. Pasara lo que pasara ella iba a estar ahí y eso hacía que me sintiera poseedor de una tranquilidad infinita.
Cada vez que cierro los ojos veo situaciones. Le veo a ella sentada sobre la cama. Lleva esa camisa enorme que tanto le gusta. Está leyendo algo, pero no logro ver qué es exactamente. Yo estoy delante suyo, de pie, vistiéndome. Aparta un segundo su atención del libro, me regala una mirada profunda y una sonrisa. La imagen pierde intensidad. Todo se vuelve negro. Ahí acaba ese recuerdo. Escenas como esas tengo cientos en mi memoria. Momentos de, aparentemente, una importancia menos que irrisoria, que con el paso del tiempo me doy cuenta que eran mi vida.
Es curioso ver como puede cambiar todo en tan poco tiempo, ¿verdad? Me cuesta comprender y asimilar todo lo que ocurre a mí alrededor. Un día, todo funciona, todo es como siempre había imaginado. Al otro, nada merece la pena…
Después de todo lo que ha pasado recapacito, y me doy cuenta de lo triste que es el mundo en que vivimos. Es un mundo donde los sentimientos quedan a un lado, donde historias como la mía carecen de importancia. Posiblemente, tú seas el único que la conozca. Y posiblemente, mañana ya la hayas olvidado. Ahora solo importa el tiempo. Nunca hay tiempo de sobra para pararse a observar la realidad, nunca hay tiempo para buscar lo agradable de lo que nos rodea. La gente solo se preocupa del futuro, y no se fija en la brevedad del presente ni en la belleza de los pequeños detalles. Soy una consecuencia más.
Me pregunto quién será el que pone o quita en esta vida y por qué la arrebataron de mi lado. Tal vez pienses que peco de egocéntrico, pero no consigo seguir hacia delante si no obtengo una respuesta. Es posible que nunca la encuentre. Creo que ni en una vida entera tendría tiempo suficiente. Supongo que es imposible entender las razones que pueden mover al hombre a hacer cosas semejantes.
Sin embargo, lo más difícil es contener las lágrimas cada vez que recuerdo el fin. El último día de mi vida. Se me repite cada noche en forma de sueño… Estoy despierto, tumbado en la cama. Ella sigue dormida. Su cara es tan dulce cuando duerme… Llevamos unos días algo tensos, con razón. Es temprano todavía pero no consigo volver a conciliar el sueño. Me levanto y me arreglo. Todo parece normal. No me imagino lo que va a pasar, aunque si tengo un mal presentimiento. Una sensación de agobio, de miedo y de tensión, aunque lo confundo. En ese instante pienso que es provocado por lo que ocurre ahí fuera. Preparo el desayuno. Se lo llevo a la cama y le despierto con un beso en la frente. Silencio. Abre un poco los ojos y me mira suavemente. Es feliz. Esa mirada lo significa todo. Yo también lo soy. Intercambiamos palabras sin importancia sentados uno al lado del otro. Me encanta esa cara que pone al despertarse. Ella cree que le escucho, sin embargo solo disfruto del momento, fijándome en como sonríe mientras habla.
Ahora es ella la que se levanta y se arregla. Como siempre, es una mañana perfecta. Salimos juntos hacia el mercado para comprar un par de cosas que nos faltan en casa.
Al salir a la calle todo parece tranquilo. Como si no ocurriera nada. Es curioso. Vamos dando un paseo, agarrados de la mano. Eso es algo a lo que normalmente no le damos importancia, sin embargo, sentir su mano en la mía es uno de los gestos que echo más en falta… El cielo está algo oscuro pero no importa porque ella esta ahí. Llegamos al mercado. Está lleno de gente como nosotros dos, aunque tengo la sensación de que ella y yo somos el centro del universo.
Sin embargo, la tranquilidad no es eterna. Sabíamos que antes o después esto iba ocurrir, aunque no lo queríamos creer. Sin saber ni cómo ni por qué, el pánico se apodera de todo el mundo. Se oyen enormes golpes. El cielo se torna oscuro. El suelo tiembla. Todo es confusión. Le miro a la cara y le veo aterrada. En ese instante solo siento angustia por ella. Me agarra el brazo con fuerza y corremos. No sabemos hacia donde. La calle es un caos. Siento miedo. Me falta el aire y no conseguimos llegar a ninguna parte. Todo se vuelve negro. Nada.
Abro los ojos. Estoy en el suelo. La gente corre pero ahora no los oigo. Echo un vistazo rápido a mí alrededor, pero no le veo. Miles de preguntas golpean mi cabeza. ¿Dónde está? ¿Qué ha pasado? Intento ponerme en pie, pero no puedo. Me arrastro. Noto como me pisan y como se tropiezan con mi cuerpo, casi inerte. Pero ahora solo me preocupo por saber donde está ella. Sigo sin poder levantarme. No le encuentro, pero estoy agotado. Todo se vuelve negro de nuevo…
Vuelvo a despertar, pero esta vez no estoy en la calle. No se qué ha ocurrido Estoy en una habitación, llena de gente magullada, herida, sangrante. Una enfermera se acerca, pero no consigo oír lo que dice. Me explico como puedo y le pregunto por ella. No le entiendo. Parece preocupada. Noto un dolor extremo en la espalda. Intento mover las piernas pero no lo consigo. Todo es muy confuso. Duermo…
Noche tras noche sueño lo mismo. Noche tras noche tengo que recordarlo todo, sin quererlo. Le perdí y sigo sin saber por qué. Me quitaron mi capacidad de andar, me dejaron sin poder oír, me la quitaron a ella... Sin embargo, no han dado ni un motivo por el que merezca la pena esa pérdida. Sólo me han convertido en una cifra más.
Ahora miro atrás y me doy cuenta de que lo único que he aprendido es que la vida es lo más valioso. Desgraciadamente, muchos, no lo saben…
Firma:
Salîm Najîb Hadi
Bagdad, Irak, 29 de abril de 2003, 30 días después del bombardeo sobre un mercado que dejó 51 victimas mortales.
saludos