Relato: La bailarina de Sáint-Héléne (parte II)

La historia de "la bailarina" se remontaba muy pocos años atrás, a 1942, cuando, según decían, unos desconocidos secuestraron a la familia de un campesino del hoy desparecido pueblo de Sáint-Hélene, cerca de aquella zona, y que había conseguido hacer algo de dinero. Se había granjeado muchos enemigos por el modo en había comenzado a hacer fortuna, al denunciar a vecinos hostiles al movimiento nazi que por aquel entonces había conquistado el país. Él quería estar entre los pocos franceses que pudieran repartirse el pastel con los alemanes. Había llegado a tener bastantes contactos con algunas personas que trabajaban directamente con el partido Alemán, y había conseguido que su propia hija, una promesa del baile, pudiera viajar directamente a aquel país con una beca del gobierno alemán para cursar estudios de danza. Era su oportunidad, quizá, de salir definitivamente de la pobreza, así que inmediatamente partió con su hija de camino hacia Alemania. Pero en las cercanías de aquel bosque, casi en la frontera que también pretendían cruzar los protagonistas de esta historia, fueron asaltados por alguien que después se dijo eran algunos familiares de miembros de la resistencia a quienes él había delatado. La escolta nazi fué masacrada por sorpresa, su mujer murió también de un disparo -comentan que por accidente-, y tanto él como la niña fueron conducidos a una antigua cabaña escondida en las colinas.
Allí, el cabeza de familia fué torturado casi hasta morir. No se sabe si pretendían acabar matándole o sólo sacarle cierta información, pero sí que, en un principio, nadie pretendía tocar a su hija.

El problema fué uno de aquellos hombres, alguien nuevo en el grupo y que había terminado en aquellas partidas de beligerancia anti-nazi por circunstancias más casuales que ideológicas, no era realmente sino Ethien de Savigny, un supuesto enfermo mental huído de una institución psiquiátrica de Estrasburgo en el transcurso de la guerra ( digo supuesto porque éste último hecho no ha podido contrastarse: la mayoría de archivos de aquel hospital desaparecieron en una inundación del mismo en 1947, y todos aquellos que hubieran podido incriminarle como tal murieron de una forma u otra en el transcurso del conflicto, o en esos tres años posteriores a 1944, cuando Francia fué liberada).
Y quiso aquel día la fatalidad que los dos rehenes quedaran exclusivamente a su cargo mientras los demás se ausentaban hasta el alba siguiente...
Si influyó el calor que se pegaba al cerebro como una pasta seca y hedionda, no lo sé; si fué aquella luna llena que florecía en los últimos límites de una tarde inusitadamente infernal, tampoco lo sé; si puede que tan sólo estuviera esperando la ocasión oportuna... puede ser...
Sólo importa lo horrible de lo que dicen que pasó; el hecho de que que, casi al terminar de caer la noche, Ethien fuese a buscar a la muchacha y sin mediar palabra alguna la cogiera por los pelos; que la llevase arrastrando hasta dejarla caer delante de su padre moribundo y maniatado -ambos prisioneros estaban en dos cuartos separados-, y, sobre todo, lo que hizo a continuación:
Empezó entonces a buscar en el equipaje que se habían llevado tras el "golpe" hasta encontrar lo que buscaba: el traje de bailarina de la niña. Le arrancó la ropa y se lo puso. Ethien reía espinosamente, con la saña de un cuervo, mirando al padre de la muchacha. Éste no entendía nada, pero sabía que algo malo, muy malo íba a sucederle a su hija. Después la tiró al suelo, justo en medio de la estancia, y aplastando con su rodilla la médula espinal de la criatura, sujetandole a su vez el cuello boca abajo, comenzó a cortarle las piernas a media altura, casi al término de los muslos. Utilizó un cuchillo exactamente igual al que esgrimió uno de los contrabandistas al encontrarse con el fantasma.
Le parecía divertida la idea de dejar a una bailarina sin piernas; pero sobre todo, la de destrozar una vida para siempre, la de verla paralítica y sin cura posible. Era algo orgásmico para él.

Voy a omitir los detalles escabrosos acerca de los gritos de la pobre desgraciada; de cómo pudo ser el rostro de su padre, y de la cantidad de horas que la chiquilla estuvo desangrándose hasta morir; tan sólo continuaré diciendo que, cuando llegó el resto de la patrulla, al amanecer, encontraron a Ethien con una gran herida en el costado. Les contó que un grupo nazi había atacado la cabaña durante la noche,que habían degollado al padre y mutilado a la hija hasta la muerte. Él había hecho lo posible para defender la posición, pero nada pudo hacer, aseguraba entre lágrimas. Los otros consiguieron que fuese trasladado a un hospital clandestino de la resistencia en la zona, y al acabar la guerra fué condecorado como un héroe por el bando aliado. No se supo más de él. Actualmente, hay quien sostiene que consiguió cambiar de identidad aprovechando el caos post-bélico, y que se convirtió en alguien con cierta influencia, la cual utilizó para hacer desaparecer del todo su pasado a través del ya mencionado "fortuito accidente" -para los periódicos- de Estrasburgo en 1947, así como para "silenciar" a las pocas personas vivas que hubieran podido decir algo acerca de cierto interno fugado durante la guerra...

¿Qué versión es la más cercana a la verdad? ¿La de Ethien o la que reza la leyenda? Quizá yo mismo me sorprenda... sólo sé que el pueblo de Sáint-Héléne fué totalmente masacrado por las tropas del Führer poco tiempo más tarde, y reconstruído por los franceses con otro nombre diferente una vez terminada la guerra. Parece que ambas partes quisieran eliminar su posible parte de memoria en aquellos hechos.


Pero verdades o mentiras aparte, una niña con la misma y exacta descripción a la de los sucesos que se narran comenzó a aparecerse desde entonces por los montes, según algunas personas. Empezaron a llamarla "la bailarina de Saint-Hélene", y cuentan que aquel que se deje tocar por ella perderá también sus piernas.



Y quizá porque nunca había creído en esta clase de seres, cuando el fantasma llegó a tocar la pierna del comerciante más viejo -el que, recordemos, consiguió apartar al otro al recordar la horrible historia del espectro-, éste sintió algo parecido al desollamiento en carne viva de cada uno de sus nervios; un tacto húmedo y agónico que le supuso un auténtico resquebrajamiento repentino de toda su salud mental. La niña, al ver brillar el cuchillo dentado a la luz de la luna -igual al que decían que utilizó Ethien deSavigny para mutilarle-, había imprimido tal velocidad a sus brazos que bíen parecía la encarnación siseante del diablo en el Génesis, el cual, tras eones de espera, por fin podía lanzarse al cuello de Dios y ejecutar su milenaria venganza.

Un frío cavernario se retorcía por entre los miembros inferiores del mercader hasta llegarle al corazón. Su compañero, estrangulado por el pánico, no pudo pensar sino en correr hasta que los gritos del infortunado se diluyeron en las marismas del silencio.
Pero pasados unos minutos, la conciencia le asaltó y le obligó a detenerse, pues se cercioró de que no podía dejarle allí; de que las consecuencias de su cobardía le atormentarían más durante el resto de su vida que lo que pudiera ocurrirle por estar cerca de un espectro.
En su camino de vuelta, el cuerpo entero le temblaba de fiebre súbita, el cerebro le ardía hasta casi fundirse dolorosamente con el cráneo; y a sus ojos creía ver aparecer contínuas formas y luces extrañas enjauladas en lo más hondo de las sombras, apadrinadas por la luna. Creía que los árboles se vencían hostilmente sobre él, que todo lo nocturno se conjuraba para arrancarle el alma por la boca.
El sentido de la orientación jugó con él constantemente, haciéndole perderse varias veces hasta que por fín distinguió a su colega de faena. La "bailarina" ya no daba rastros de presencia, pero para su presa ya era demasiado tarde: ésta yacía en el suelo con la mandíbula desencajada, el rostro perforado por la muerte, y su mirada, por el miedo. Su cuerpo entero se había agarrotado sobre sí mismo, y sus músculos daban signos de haberse contorsionado hasta tal punto que las articulaciones de sus brazos y piernas parecían haberse quebrado y girado sobre sí mismas. El otro, al ver aquella escena que no puedo calificar, cayó al suelo desmayado.





Un paseante los encontró al día siguiente y llamó a los guardabosques, que a su vez avisaron rápidamente a la policía. Encontraron sus monturas, pero las investigaciones no llegaron a punto claro: sólo un hombre muerto y otro que permanecería en estado catatónico durante varios meses. Éste último murió también tres días después de recobrarse parcialmente, sin que pudieran haberle hecho articular ni una sóla palabra, un 26 de abril de 1950, en un hospital de París. Las actas médicas tampoco concluyeron nada.




(Pero había algo más allá de una venganza sobrenatural tras el ataque de "la bailarina"; algo más allá de un asesinato por parte de un loco; verdades mucho más esquizoides que un relato de fantasmas; quizá algo más allá de un espectro que era demasiado carnal... Demonios de los que nadie sabe nada.Aquí se ha relatado lo que dicen; otro día habrá que contar lo que es.)

(continuará...)
Cuando continuaras con el relato?¿?¿? :-?
estoy deseando ver como sigue...jejejeje [sonrisa]
pues cuando me invente lo que sigue [qmparto], y como soy un jodido vago pa los relatos pues asi me va, que nunca acabo ninguno :(

por eso prefiero la poesia.

saludos.
heathclifff escribió:pues cuando me invente lo que sigue [qmparto], y como soy un jodido vago pa los relatos pues asi me va, que nunca acabo ninguno :(

por eso prefiero la poesia.

saludos.



Bueno pues espero a que te llegue la inspiración jajajajaja [carcajad]
3 respuestas