Llueve, ¿Sabéis...? Odio amar la lluvia. Odio que todo aquello lo cuál me gusta represente a día de hoy un suplicio por no poder compartirlo con la persona amada. Odio por la muerte de quien de mí te aparta.
Dolor… No hay color…
Fría noche es en la que decido adentrarme en la penumbra y la oscuridad, sin aislante de tipo alguno, esa inmensa masa negra me envuelve y me condena una y otra vez, me hace recordar a cada instante lo dañante de este duelo contra la soledad.
¿Maldita, qué buscas? A ti, contesta ella. Es largo tiempo ya el que llevo luchando contra ella. Conozco sus tretas, esa maldita costumbre, una larga y continua guerra en la cual todas y cada una de las batallas las cuales la conforman son ganadas por ella… Por qué… ¿Por qué es enemiga la soledad…? Porque soy amigo del amor. Es sistemático y automático. El amor hacia ti conlleva el profundo odio hacia la soledad y viceversa.
Sigo caminando, siento dolor… No hay color…
Son tristes pasos los cuáles resuenan en las estrechas y angostas calles que llevan al paseo marítimo, lugar de evasión en tantísimas ocasiones… Lugar idílico o fatídico, todo depende de la compañía… En este caso la soledad lo hizo fatídico… ¿Cómo puede estar uno acompañado por la soledad…?
Brisa del mar, brisa de la mar. Siempre fue algo lo cual me gustó, saltar el muro, esa barrera física que me conduce a fina arena la cual suele instarme a continuar adelante, justo donde esta termina, justo donde se une con el mar… Perfecta y armoniosa combinación. Te odio, te envidio. Siempre estás acompañada de la mar, oh, arena… Arena bajo la cuál mil y una veces jugué de pequeño, arena la cuál fue silenciosa testigo no sólo de buenos, sino de malos momentos. Pero ella… Siempre está y estyvi acompañada… Mezclándose con la mar, haciéndole el amor… Son una pareja perfecta, inseparable, fiel…
Cambio de tornas, ¿Qué ocurre? ¿Es sepia, color recuerdos, o es blanco y negro, color tristeza?
No lo sé. No puedo mas que sentarme en la orilla, sentir la tersura y suavidad de la arena bajo mis descalzos pies, y asistir sin más al bello espectáculo que representa ver a esos dos amantes poder amarse sin nadie que pueda impedir o alterar su curso…
Y por qué… ¿Por qué no puedo estar aquí, ahora…? ¡AHORA!, ¿Con mi amada…? Maldición. Sé que sano no es el envidiar, pero se me hace irremediable… Dicen es mejor la soledad que una mala compañía, pero para mí, la soledad, es la peor de las compañías… ¿Por qué me hice tan dependiente de ti? ¿Por qué calaste tan hondo en mí?
Y qué importa eso ahora, si no estás aquí. Si aquí estuvieses tampoco habría de preguntar, sólo dejar de imaginar… Y perderme en esos labios… Y rodar sobre la arena, y tratar así de recuperar el tiempo perdido, que sea ahora la arena y el mar quienes envidia sientan de ver que al fin, tras tanto tiempo, estos dos amantes, juntos al fin pueden imitarlos y amarse… La oscuridad parece ser más pronunciada, resguardándolos de todo mal, alumbrados en todo momento por pequeños puntos de luz representados por estrellas, guardianas de tantos secretos…
De nuevo ese dolor… Puñalada en el corazón, conlleva un nuevo dolor. Sigue sin haber color.
Dispuesto a evadirme quién sabe como me pongo en pie tras haberme sacudido, ni yo mismo conozco o intuyo la manera de que esta desagradable sensación deje de aflorar en mí. No hago más que caminar, perdido, sin rumbo. Nuevamente la soledad de mis pasos, ese desagradable y agudo ruido que impacta una tras otra vez contra mis oídos, una infinita sucesión de embestidas las cuales no hacen más que recordarme lo desagradable de mi compañía. Por qué, soledad, ¿Qué compañía represento yo para que me hayas elegido a mí? Déjame estar con ella… Deja que sea ella y no esta empedrada acera la que me marque el camino a seguir… ¿Acaso no os dais cuenta de que en mi cuento sólo manda ella?
Preguntas, respuestas… Ambas inconexas, retóricas, sin sentido por su obviedad.
Porque tras todo lo aquí escrito vengo a decir, expresar y reivindicar lo que en tantas ocasiones ya he matizado. ¿Y qué añadido tiene el que el resto de la gente sepa de mi amor hacia ti…? De esta dependencia, de esta tortura en la cuál me veo envuelto… Tu ausencia es mi verdugo, cruel, mezquino, amigo de la soledad, de la distancia…
No hay color, sólo y únicamente dolor…
De nada sirve seguir con este texto. De nada sirve prolongar esta descripción de mi diaria tortura. Sólo resta el seguir vagando, imaginando, feliz, que eres tú quién a mi lado pasa, imaginando que es tu piel y no mera y fría ropa la cuál me abriga, imaginando es tu rostro lo primero que puedo advertir al despertar, que es tu voz lo único y último junto a tu mirada de lo cual tomo conciencia al dormir…
De nada sirve que siga escribiendo… ¿Por qué, estoy cansado…? Simplemente derrotado…
A pesar de lo que muchos puedan pensar y/o imaginar, nunca se me dio bien la escritura. Nunca. No tiene nada que ver con lo que siento, ¡NADA! Me siento impotente, incapaz de expresarme. Todo un deshecho, una lacra… Individuo el cual sólo se siente capacitado para expresarse mediante besos, mediante caricias… Individuo seguidor de lo empírico…
Cómo en tantísimas ocasiones dije, las palabras de por sí no valen nada si no vienen acompañadas de una forma de actuar… Es por ello, por lo cual te pido me hagas callar, y dejes que comience a actuar…
¿A qué se debe toda esta verborrea y sucesión de incoherentes palabras…? Llueve; ¿Recuerdas…? Tierra mojada, huele a jazmín…
No espero que los demás entiendan el sentido de lo anteriormente citado, es más, los insto a que ni se molesten en entenderlo, mucho menos a cuestionar y/o hacer preguntas relacionadas con el tema.
Una vez leí algo cómo “La ilusión es el sueño de los cobardes”. Supongo entonces soy un cobarde, cobarde cómo el que más por albergar toda esta ilusión en mí, ilusión de tenerte, de besarte, de abrazarte, de amarte.
Pero, señores y señoras… Si la vida son sueños, y tú eres el mío, que me dejen seguir soñando…
“Si quieres abandonarme ya puedo abrazarme y besar al dolor. Si no te importa dime, ¿Quién repondrá mi alma cuando esté rota y ya no esté sereno ni de pie en la derrota, dime ya quién me dirá si es de noche o de día? Si me abandonas vida mía…
¿Quién va a arroparme a los pies de la cama…? ¡QUIÉN VA A RETARME EN DUELO POR LLEVARSE A LA DAMA…! Dime quién es el ladrón que te hará compañía si me abandonas vida mía…”
Bien sabes que todo esto podría ser prolongable hasta el infinito, más allá y un poco hacia la derecha. Así mismo sabes que no me gusta hablar por hablar, y que deseando estoy y quedo por actuar.
Sin otro menester, y esperando dicho cúmulo de ideas haya sido de su agrado, se despide, servidor.
(Bien conoces el que aún no encontré una serie de palabra cortas –O frases- que definiesen mi amor hacia ti, es por ello por lo cuál hasta que las encuentre te tendrás que conformar con algo estereotipado, pero así mismo igual de efectivo: Te amo.)