Buenas, os dejo un relato propio que escribí para un concurso. Sólo lo han visto en ese jurado y no he ganado, es decir, no sé qué tal está ni si merece la pena, así que cualquier opinión sincera será bienvenida.
Una ventana apareció en una de las pantallas de la cabina, iluminando levemente el lado izquierdo del cuadro de mandos desde el lateral. En ella, se mostraba una silueta que fingía hablar (pues no emitía sonido ninguno). El piloto habló entonces haciendo notar su desconcierto ante tal situación, sabiendo que alguien estaba a la espera de escucharle.
-Le habla el control del espaciopuerto, estamos asistiendo a su nave para atracar en el muelle que se le ha asignado, por favor, manténgase a la espera mientras el proceso sigue su curso.
En ese momento, el piloto podía cambiar la información de las etéreas pantallas de luz que abarcaban su vista, por la visión que recogían las cámaras repartidas por el casco de la nave. Ahí apareció el final de su viaje, la cabina pasó de un azul cyan a una penumbra manchada por tonos blancos anaranjados y rojizos; Plutón le daba la bienvenida mientras los habitantes del inframundo le terminaban de conducir hacia sus puertas en órbita hadestacionaria. El piloto conocía muy bien la etimología del nombre del planeta, por lo que la visión del espaciopuerto rompía con toda connotación siniestra, pues no se esperaba unas puertas de plata a la entrada del infierno.
Una de las pantallas mostraba la dirección y el rumbo superpuesto a la imagen captada por una de las cámaras: el asistente de navegación le dirigía hacia el hueco intermedio de dos mitades de cilindro de brillo metálico separadas y enfrentadas, dando la ilusión de que aquello podía cerrarse, entre las cuales y a modo de radios imposibles (pues no levantaban mucha altura de las caras interiores) se encontraban los diques destinados al atraque de las naves, en una disposición recta que recorría la altura de cada semicilindro.
El asistente ya estaba realizando las maniobras de enganche al muelle asignado, lo cual era un acierto porque el piloto estaba totalmente ensimismado observando el despliegue de luces en la cara opuesta del puerto, éstas eran de todas las tonalidades entre el azul y el amarillo, encendiéndose, apagándose, dibujando figuras geométricas…
Una notificación de alarma le sacó de su estado con un ruido muy molesto, que provenía del sistema del puerto:
-Aquí Control, querríamos hablar inmediatamente con quien esté al mando de la tripulación de la nave.
-Sí, aquí el piloto y único tripulante de la nave, mi nombre es Sharon.
-Piloto Sharon, el sistema ha identificado su nave con la ID de otra nave distinta que figura en nuestra base de datos, creíamos que sería un error pero no, el sistema no ha fallado, por lo que estamos ante un vehículo desconocido. Háganos saber qué provisiones tiene a bordo.
-Contaba con las provisiones suficientes para viajes interplanetarios, además de los equipos necesarios de hibernación.
-Sharon, tenemos que aclarar unas cosas y ha de ser en persona, está usted retenido en su nave, no podrá salir al muelle hasta que sepamos por qué su nave responde igual a una desaparecida hace mucho tiempo.
El puerto seguía su actividad con normalidad, ajeno a la tensa situación que se estaba viviendo en
el puente de mando del control. Jeff había sido el encargado de atender a esa nave y permitir que
el sistema la atracara. Desde el primer momento en el que se enlazó con el vehículo vio que su
identificación correspondía a la nave Uri, perteneciente a la primera expedición que el ser humano
mandó a la estrella Próxima Centauri. Jeff era lo bastante viejo como para recordar aquel evento,
algo muy sonado por todo el Sistema Solar, que se celebró como prueba definitiva de que el ser
humano había alcanzado la paz total, considerándose una especie digna de poder conocer a sus
vecinos galácticos, si es que existían.
En cuanto amarró la nave, el viejo controlador avisó al resto del personal que se encontraba con
él, aprovechando que no había programada más actividad vehicular en un rato largo. Los más
jóvenes pensaron que se trataba de un acto de piratería, algo que llevaba mucho tiempo sin
suceder. Los azules ojos de Jeff se cruzaron con los de Lisa en el momento que ésta apartaba la
vista de la pantalla que mostraba la extraña nave, inmóvil en el muelle.
-No tiene nada que ver con la Uri, y dudo que cualquier astillero espacial haya podido cambiarla
tanto sin que nadie se diera cuenta, se escapa a cualquier posibilidad de actividad clandestinaafirmó
sombríamente Jeff.
La mueca en la cara de Lisa tenía más que ver con lo enfermiza que le parecía la idea de que
hayan podido duplicar el “cerebro” de la Uri. Casi de la misma edad que Jeff, se sacudió esa idea
de la cabeza y evidenció lo más macabro del asunto.
-Sólo hay una persona ahí dentro, se supone… por la trayectoria registrada en el vuelo de verdad
viene desde fuera del Sistema Solar, es decir, ese fantasma podría venir desde la misma dirección
en la que partió la expedición-a Lisa se le iba quebrando la voz mientras lo decía- Seguiremos el
protocolo, la escanearemos y veremos el siguiente paso a realizar.
Desde el control se controlaba el tráfico interplanetario que entraba y salía al espaciopuerto de
Plutón. Este era el paso previo a poder bajar a la superficie del mundo helado, bien por el ascensor
espacial, o bien solicitando el permiso correspondiente que permitía posarse directamente en la
superficie después de que un comité valorase si el propósito de semejante acción lo justificaba.
Normalmente, todas las naves ya figuran en la inmensa base de datos y la información de las
mismas era procesada por el mismo sistema informático. Las personas hacían falta para supervisar
que todo se llevara a cabo sin sorpresas y para posibles anomalías, como podría ser un hipotético
fallo del sistema (improbable en todo este tiempo de paz que se respiraba) o un evento que nadie
se esperaba, como este.
Jeff y Lisa eran los más veteranos del control y se tomaron este asunto como algo muy personal,
ellos mismos avisaron a Seguridad para que procediese a realizar los exámenes pertinentes. Se
apartaron del murmullo de la sala y ocuparon un ordenador con una discreta pantalla en una
esquina del enorme cuarto acristalado, no querían interferir en la actividad normal del puerto.
Tras unos minutos, recibieron una llamada desde la planta inferior.
-Lisa, Jeff, los análisis de radiación y de potencia no señalan nada anómalo, la nave por dentro es
bastante pequeña por lo que parece, así que puede que el piloto esté diciendo la verdad, descartaría
polizones. Ahora bien, os mando a vuestro terminal los datos del examen de temperatura, echadle
un vistazo porque me da que deberíamos avisar a Ingeniería para valorar si entramos en ella por
la fuerza o no. Corto, Cliff.
El monitor mostraba la planta, el alzado y el perfil de la nave coloreada por una paleta de vivos
colores que correspondían a los rangos de temperatura del vehículo.
-Nuestro piloto lleva una carga casi tan fría como el espacio profundo…- Jeff se pasaba la mano
por su cabeza carente de pelo mientras miraba con el ceño fruncido el punto más frío de la nave.
-Dado el tamaño de la nave, debe ser una carga muy específica, no tiene nada que ver con un
carguero- Lisa se ajustó las gafas- …Esperemos que el piloto colabore.
En el cascarón de la Uri, Sharon se sobresaltó cuando volvió a escuchar la irritada voz de Jeff. El
susto hizo que se recompusiera dentro del traje que llevaba. La débil luz de color azul marino
confería al ambiente la ilusión de encontrarse en el fondo abisal de los océanos de la Tierra; el
piloto fue ávido a ocupar su puesto en la cabina.
-Sharon, aquí Control, qué carga lleva y qué propósito tiene del viaje.
-Aquí Sharon, mi carga son unos bloques de hielo de objetos procedentes de la nube de Oort,
quería analizarlos con el equipo adecuado y por ello vine a Plutón, sé que hay gente muy buena
en la disciplina de astrobiología en las oficinas del ascensor espacial… Por favor, Control,
quisiera hablar con Tannis.
Si Jeff estaba tenso por la situación, esta respuesta le hizo abandonar la conversación y dejar que
Lisa hablase sosegadamente con el espectro interestelar.
-Sharon, por favor, ¿podría conectar la cámara de la cabina para poder identificarle?
El monitor hizo lo que pudo, pero la imagen que tenían lo único que consiguió fue arrojarles del
mar de dudas a la fosa del miedo. Se veía un torso enfundado en un traje negro, con una escafandra
en cuyo visor aparecía el rostro de un hombre de unos cincuenta años terrestres, afeitado, de piel
blanca y ojos claros, casi sin arrugas. Sus ojos debían seguir toda la información que le iban
mostrando las pantallas de la cabina. Estaba impasible, sentado con la mano izquierda en los
controles y el brazo derecho contraído, como si sujetase un cigarro. El color de la cámara era el
real, la cara del piloto estaba coloreada por tonalidades de azul claro, como si se tratase de otra
pantalla más. No tenía sentido que en lo que se supone es una atmósfera controlada, llevase puesto
un traje.
En cuanto se hubo recompuesto, Lisa le despidió hasta la próxima.
-Gracias, Sharon, eso es todo por ahora. Manténgase a la escucha, pues seguramente le
requeriremos en breve.
La pareja se miró en silencio mientras reflexionaban sobre el asunto: una nave con la misma
identificación que otra perdida, una carga congelada y ese…ese ser. Jeff tomó la iniciativa:
-Cliff, aquí Jeff, del Control, bajamos para Seguridad Lisa y yo, queremos hablar con vosotros
del siguiente paso respecto al visitante.
Bajaron hasta donde se encontraban las personas dirigentes de la seguridad en el turno, su oficina
se encontraba en la propia torre de control. La grabación de la cámara y de la conversación les
invitaba a echar la escotilla de entrada abajo y prepararse para lo peor, algo que seguramente
incluiría la muerte de Sharon, pues nadie se fiaba de él.
La oficina de Seguridad no tenía nada que ver con la sala de Control. Aquí las ventanas estaban
sustituidas por la visión de todas las cámaras del espaciopuerto que detectaban algo digno de ser
grabado. Había una mesa de reuniones bajo la luz de unas bombillas que la iluminaban con un
tono blanco ligeramente verdoso. Allí se encontraban Preston, el jefe de ese turno, Jeff y Lisa,
examinando las imágenes y reproduciendo la conversación en el equipo de la mesa.
La imagen desconcertaba lo suficiente, pero la petición de hablar con Tannis sobrepasaba los
límites de la realidad. Tannis era una de las actuales jefas de ingeniería, pero descartaban que
tuviese cualquier relación con Sharon. Que fuese ella quien juzgase el siguiente paso a tomar.
Hizo su aparición en Seguridad poco tiempo después, su cara reflejaba un hastío que arrastraba
desde hace tiempo. Las arrugas de su frente adquirieron mayor profundidad, a la vez que perdía
color en su tez morena conforme veía la información de sus compañeros.
-Hablaré con él, sola, no necesitaré a nadie más conmigo ahí dentro.
El resto aceptaron la idea taciturnos, pero a Preston le faltaba información para no insistir más en
una escolta.
-Personalmente creo que es bastante arriesgado ir sola, Tannis, no sabemos ni siquiera si es un
ser humano.
-Tranquilo, tengo algo que me va a servir de protección. Normalmente suelo hacer yo misma las
inspecciones a bordo de pecios en las cercanías de Plutón, para ello cuento con un traje motorizado
capaz de resistir las peores condiciones mecánicas y térmicas además de permitirme hacer tareas
que requieren una fuerza considerable. Puedo doblar metal con él, dudo que pueda hacerme nada
embutida en él. No voy a ser la única con un traje espacial puesto. Por mi parte lo quiero hacer
ahora y acabar con esto lo antes posible.
Y ahí se encontraba, a punto de subir a la canoa del barquero, siendo el alma del cuerpo metálico
que conducía. Miraba la escotilla sobre su cabeza, de pie en la posición que le permitía la gravedad
artificial que daba el giro del espaciopuerto. La luz amarilla cambió a verde con un sonido de
permiso y a la vez de precaución. La escotilla se abrió mostrando un lúgubre pasillo iluminado
de manera pobre por luces rojas, Tannis se dejó llevar por el ascensor hasta el vientre de la nave.
Una delgada silueta negra le dio la bienvenida, Sharon no mostraba imagen ninguna en su casco.
Su rigidez le confería al momento mayor tensión si podía, Tannis, en frente de él, no apartaba su
vista del visor del extranjero. De la jefa de ingeniería tampoco se podía adivinar ningún rasgo
físico, el blindaje impedía que su escafandra tuviese ni siquiera una obertura para poder verle los
ojos.
Tannis era más alta que él, pero esa sensación de superioridad física se estaba desvaneciendo en
la penumbra de la nave desconocida con aquella figura inmóvil delante de ella. El anfitrión tomó
la iniciativa y le condujo a lo que parecía una pequeña sala de reuniones, con poco más que dos
sillas resistentes y una mesa; por lo menos la iluminación tenía un tono amarillo mucho más cálido
que lo visto hasta el momento.
Un enorme cristal ligeramente azulado descendió hasta ocupar una pared de la sala, en él se veía
la frecuencia privada que iban a utilizar. Tomaron asiento.
-Antes de nada, hay algo que quiero que veas- le dijo Sharon en un tono de voz con el que parecía
pedir permiso.
Las luces se atenuaron dejándoles a merced de la iluminación que daba el cristal, adquiriendo éste
mayor brillo. Era una vieja grabación de vídeo. Un cielo de tonos rojizos, una playa y unas áridas
montañas de roca oscura en la lejanía. Quien grabase, estaba filmando a dos personas desde el
agua, y por cómo hablaba de eufórico, no llevaba puesto ningún casco. Tannis no daba crédito a
lo que estaba viendo, casi ni respiraba para no perder detalle de cualquier sonido. Personas en un
mundo alienígena…sólo podía ser la expedición de la Uri.
Entonces la vio. Esas dos personas se acercaron a la cámara, llevaban puesto lo que parecía un
traje de buzo, a falta de la escafandra ya preparada en sus manos. Una de ellas era su madre, tal y
como la recordaba la última vez estuvo con ella, antes de marcharse, siendo Tannis una niña. Ahí
estaba, bajo una mortecina luz roja, con el agua por las rodillas, envejecida por el largo viaje hacia
otra estrella, sonriendo a cámara y asegurando estar lista para lo que iba a suceder. Aún bajo ese
sol, su sonrisa brillaba.
La grabación tenía un salto y ya se mostraba a los tres buzos recorriendo ese oscuro océano ajeno,
iban en formación, con la vista puesta en unas extrañas estructuras de un blanco enrojecido en el
fondo, parecidas a los corales de la Tierra, no muy lejos de ellos. Una corriente paralela al grupo
pero en un plano inferior ganaba turbidez distorsionando la imagen, llegado el momento, ésta les
envolvió completamente.
El fluir de la corriente se distinguía perfectamente gracias a unas perlas que cristalizaban, algunas
se fueron juntando de la misma manera en la que se formaron los planetas, dando vida a extrañas
formas que recordaban a esqueletos. Como inmersos en una danza, el trío de buceadores flotaba
con unos extraños seres de apariencia fantasmal que daban vueltas a su alrededor (y parecía que
no por primera vez). No había hostilidad alguna en aquello, era como ver a dos culturas
saludándose, dos especies que esperaban conocer todo una de la otra después de una fiesta que
duraría hasta que el universo se apagase.
El siguiente corte fue el que más desconcertada dejó a Tannis, ahora su madre estaba de pie en el
lecho marino, sin escafandra ninguna y con fragmentos de nácar dispersos por su piel. La
secuencia parecía extraída de un sueño, su madre girándose lentamente a cámara, envuelta en una
atmósfera de tonos magenta oscurecidos. Todas las secuencias debían haber sido elegidas
cuidadosamente, mostraban un principio y un final, del que se intuía la respuesta a la incógnita
que llevaban años arrastrando, ¿qué había sido de la tripulación de la Uri?
El cristal dejó de mostrar imagen alguna y se escondió por el techo de la sala sin hacer ruido
ninguno, volvió la tibia luz amarilla. A Tannis le sobraba la escafandra y de manera tosca se secó
las lágrimas con las manos robóticas de su traje. Durante unos minutos no pudo articular palabra,
sólo se escuchaba el zumbido sordo de la maquinaria de la nave manteniendo el ambiente de ésta.
Volvió a ponerse la escafandra.
-Gracias a la hibridación que has visto al final, pudimos saber todo el uno del otro. Sus
conocimientos, la biología del ser humano, sus recuerdos…fue maravilloso para ambas especies.
Pero aquello al final les acabó causando la muerte, vuestro cuerpo nos acaba rechazando al
tiempo. Es por eso que te conocía de antes, Tannis, y en nuestro hogar creímos fundamental que
supieseis qué fue de vuestros seres queridos- Sharon habló primero.
-Ha pasado tanto tiempo…he vivido muchas cosas que no he podido compartir con ella, creía
haber superado su marcha. Pero ver esto, y saber que la matasteis, hace que me vuelva a sentir
como en las primeras horas de su partida- Tannis, encorvada y con los brazos apoyados en sus
piernas, tenía la vista fija en el suelo. Su traje gris parecía estar oscureciéndose, volviéndola una
figura tan negra como Sharon.
-No era nuestra intención que murieran, Tannis, antes de que enfermaran compartimos mucho
tiempo. Se apagaron rápidamente, te puedo garantizar que no sufrieron. Tengo mucho más
material conmigo que merece la pena ver: sus estudios, imágenes, más vídeos que tomaron sobre
nuestro mundo…-Sharon veía que era inútil cuanto le dijera a su invitada.
-Imagino cuál es tu carga. ¿Puedo verla?
-Por supuesto, acompáñame.
La sala donde se conservaba a la desdichada tripulación de la Uri era un sombrío rectángulo
abovedado con seis cilindros repartidos a los laterales, que eran las cámaras de conservación. La
luz de la habitación provenía del pequeño ojo de buey de cada cámara. A través de uno de ellos
Tannis pudo ver a su madre, a casi el cero absoluto.
Tantos años después, verla a través del cristal le provocaba una sensación surrealista, como si todavía estuviese viendo las imágenes de antes.
Parecía que era el traje quien la conducía y no ella misma. “Al final te vuelvo a ver, mamá, pero
no como quería” se decía a sí misma, “he aprendido a perdonar que te marcharas, ibas a hacer
historia, era esa oportunidad única de la que nos hablabas a papá y a mí cuando te teníamos que
rescatar del laboratorio. No te guardo rencor, y estoy segura que papá, dondequiera que esté,
tampoco”. Se despidió con un parpadeo lento, igual que el de los gatos cuando muestran afecto,
la escafandra opaca dejó en la intimidad ese gesto. Bastante le habían quitado ya.
-Vamos a la cabina y ponme con Control, aterrizaremos en la propia superficie de Plutón. Me
gustaría dar un paseo.
Sharon obedeció y en cuestión de poco tiempo la nave se posó suavemente sobre una soleada
llanura del planeta helado. El traje de Tannis le permitía aguantar las condiciones del planeta,
Sharon tuvo que cambiarse a un traje más robusto. La jefa de ingeniería no pudo ver el proceso,
pero según le contó el alienígena, se parecía a una transfusión.
Caminaron lentamente por el hielo de nitrógeno, con el sol iluminándoles de frente, dibujando los
contornos de las montañas en la lejanía. La nieve roja confirmaba la adecuada elección de bautizar
ese mundo con el nombre del dios romano del infierno. Caronte se dejaba ver a su izquierda,
elevándose lentamente, observando con recelo a los visitantes de su astro hermano.
Se encontraban inmóviles mirando al sol, la primera vez que dos especies inteligentes distintas
compartían esa visión; para Tannis, ese momento era especial por otros motivos completamente
distintos. Fue la primera en hablar.
-Mi padre trabajaba en el espacio, se encargaba del mantenimiento de los equipos de todo objeto
que estuviera allá arriba. Desde la partida de mi madre, el paso de los años drenó toda su cordura.
En uno de sus paseos, se alejó para perderse en el espacio, sin más soporte vital que su traje,
pensando que encontraría a su mujer. Para mí el sol ha dejado de ser nuestra estrella. Es la luz de
mi padre que impide que me quede sola en esta vida, dándome calor e iluminando mi camino aun
cuando me encuentro en el borde del sistema solar, sin las personas más importantes de mi vida.
Pero como su mente a él, me abandona por las noches para acechar a otras estrellas y contar sus
planetas uno a uno, buscando respuestas. Agradezco mucho tu gesto, Sharon. Siento que tu
bienvenida a Plutón haya tenido que ser así…diles que registren las grabaciones de mi traje.
Sharon se giró para mirarla, confuso por sus últimas palabras. Estaba seguro que Tannis, tenía los
ojos cerrados, recordando esa playa de arena roja e imaginándose con su madre. No podía
imaginarse lo que iba a suceder.
Tannis se llevó las manos a la base de la escafandra, los permisivos de su traje le advertían de
forma estridente que no podía hacer eso, no estaba en una atmósfera segura, pero no le importó,
los servomotores tampoco iban a dar la potencia necesaria en un principio, antes de que las
modificaciones que ella misma hizo actuasen. Hizo fuerza con determinación hasta que pudo
separar su escafandra del resto del traje. Sólo le dio tiempo a ver una última vez el sol, en lo que
duraba un parpadeo, antes de desplomarse sobre el hielo, dejándose abrazar para siempre por el
frío de Plutón.
Un saludo.