Aveces me planteaba la posibilidad de que la raza humana pereciera. Eso estaba claro.
Lo que iba a ocurrir no lo sabía, ni yo ni nadie. Pero estaba claro que iba a ocurrir algo.
Me levanté como si de una mañana normal se tratase, pero los informativos confusos y las
urgencias de los hospitales colapsadas me hicieron ver la realidad, nosotros estábamos
definitivamente muertos. Lo único que habían dicho era que un virus atacaba el país, que
empezaríamos a caer como moscas y que desde luego no sería una bonita muerte.
Nunca se había visto un virus así, no se sabía de él y desde luego no se tenia la cura,
aterraba todo lo que contaban, pero era difícil separarse del televisor.
Estuve días encerrado en casa mientras oleadas de “personas” enfermas pasaban por la calle, me atrincheré como pude pero sabía que no dudaría mucho tiempo, sin comida, agua, luz...todo estaba destruido. Siempre pensé que otros países ayudarían al mío en una situación como esa, pero debido a la crisis que azotaba el mundo...No debían estar muy concienciados con la causa.
En la televisión afirmaban que el virus parecía ser una mutación del VIH, Se contagiaba de forma parecida, cualquier fluido corporal de un enfermo podía hacerte enfermar. El problema era controlar a los enfermos, y que no transmitieran la enfermedad. Además era mucho más rápido que otros virus, podías estar infectado en apenas 5 horas.
Los enfermos eran como perros rabiosos, miraban despavoridos a todos lados de la calle, gritaban y se reían como idiotas,gruñían a otros enfermos y mataban a todo ser vivo que se les acercase...No quedaba ni un atisbo de humanidad en ellos, solo sus miradas parecían humanas al principio. Miraban como si buscarán la salvación o incluso la muerte.
Era horrible ver como la gente se convertía en monstruo, desde luego no era como en las películas, es imposible transmitir mediante meras palabras como eran aquellos seres.
Una mañana un chico llamó desesperado a mi puerta, era mi vecino Mike y no paraba de gritar. No sabía que hacer, pero no parecía un monstruo desde luego y le dejé entrar sin pensármelo dos veces.
Mike aún estaba fatigado cuando se sentó en mi sofá, le ofrecí un sorbo de mi ración diaria de zumo de naranja apunto de caducar pero lo declinó.
-Vamos al grano Steve. - dijo sin quitar la vista de mi zumo.
Me mostró un enorme arañazo que tenía en la espalda. Enseguida me imaginé lo peor y no era para menos.
-Uno de esos bichos me ha arañado, el muy cabrón...Salí al patio un momento para coger algunas latas de comida que guardaba en el trastero. Y uno de ellos me atacó por la espalda. Asique supe enseguida que el muy cabrón había llenado mi herida con su sangre infectada. Y no quiero ser uno de ellos. Y menos sabiendo que no tienen ni idea de cual es la maldita cura...Además he oído en una emisora amateur que piensan bombardear las zonas más afectadas sin ni siquiera evacuar a los sanos...
Espera un momento Mike.- dije esperando que se callara un rato. - Lo primero: Largate de mi casa....lo siento, pero no quiero morir comiéndome un zapato o gritando cosas que suenan a un eructo de Chewaka. y lo segundo: Por favor antes de irte...dime que está no es una de las zonas más afectadas.
Pues yo si que lo siento Steve...- dijo Mike.- pero, sí es una de las zonas más afectadas y además no voy a largarme, si me voy de aquí es con los pies por delante.
Cuando acabó de hablar me enseñó una pistola y una caja de balas. Dijo que no había tenido la suficiente valentía como para hacerlo él mismo, y además llevaba días viéndome dentro de casa y creyó que yo necesitaría un arma...
Tuve que meditarlo mucho, le rogué que se fuera pero en el fondo yo querría que alguien hiciera los mismo por mí. Asique cogí el arma, cosa que no había hecho nunca y apreté el gatillo contra su cabeza. Sus sesos se esparcieron por todo el pasillo y yo me hice un daño terrible con el retroceso del cacharro...
Después de vomitar unas cuantas veces decidí que no tenía nada que perder y que buscar una salvación era lo único que podía hacer. Preparé una pequeñas mochila con algunas latas y la poca bebida que me quedaba. Metí una linterna, y muchas cosas que en realidad no sabía por qué las llevaba: cinta aislante, dos mecheros, una brújula, papel, lápiz y unos cuantos cuchillos. Simplemente me sentía como Mcgiver.
Además me puse el plumas más grande que tenía y las rodilleras y espinilleras que tenía de cuando jugaba al Rugby. Me iba a morir de calor pero al menos frenarían un poco cualquier arañazo de un enfermo.
Cogí corriendo las llaves del coche y la pistola de Mike. Recé porque el coche tuviera gasolina y funcionara y esperé a que la calle estuviera un poco despejada. Cuando solo una mujer gritaba a lo lejos cosas que no entendía salí de mi casa.
Entré rápidamente en el coche y cerré los seguros. Miré a mi alrededor una sola vez y arranqué sin más.
En el instante en que el coche empezó a sonar, almenos quince infectados salieron de diversos escondites y miraron mi coche. Dí marcha atrás y sin que pudiera darme cuenta ellos estaban sobre mi coche. Empecé a chillar, estaba aterrado. Sabía que si conseguían romper el cristal estaría muerto asique apreté el acelerador todo lo que pude y algunos se cayeron del capó, otros simplemente corrieron detrás del coche...Al final me deshice de ellos y proseguí mi camino.
Pensé en que la única salida factible era el mar. Ya que era más fácil surcar los mares sin ser detectado. No sé muy bien adonde iba pero desde luego tenía que llegar al mar. Conduje durante 24 horas. Noté ciertos signos de inteligencia en los infectados, con lo cual no estaban del todo locos. Sabían como funcionaban las puertas, ventanas, cuchillos...y seguían ciertas conductas inteligentes. Pero no sabría muy bien explicar más sobre este tema ya que desde luego no soy el típico héroe de película. No, no era médico, ni militar, ni policía ni científico. Soy funcionario, sólo eso.
Empezaba a escasear la comida y el agua. Lo único bueno de viajar por carretera era que allí también escaseaban los infectados. Me encontré a muy pocos en mi camino y no paré en ningún momento...
Llegué cansado tras un día entero conduciendo, pero por fín estaba en el mar. Concretamente en un puerto en el que no había ni un sólo barco. Todos debían haber zarpado...Maldije mi mala suerte pero decidí no echarme atrás...Sabía que a unas 2 horas en coche de el puerto en el que estaba se encontraba una base de la marina. Ellos eran militares, no quería creer que los fieles marines hubieran abandonado su patria.
Me dirigí al puerto militar, por el camino vía a varios infectados corriendo por el campo y comiendo carne sospechosamente humana, desde luego, seguí mi anterior patrón y no paré a descansar y mucho menos a admirar el paisaje atroz, que se abría ante mí.
Estaba sediento y hambriento, pensaba en todo lo que había perdido y lloraba desconsoladamente. No quería morir, es curioso como el ser humano se aferra a cualquier cosa con tal de sobrevivir.
Tras dos horas conduciendo y cuando ya casi se me había vaciado el depósito. Vi a cientos de militares, estaban accediendo a un enorme buque. Estaban huyendo.
Corrí hacía el buque sujetando con firmeza el arma de Mike y mi mochila, cuando llegué a unos 5 metros de la escalinata unos cuantos soldados me apuntaron con sus rifles. Y dijeron
No queremos civiles. ¡Largo!
En este momento todos somos civiles- dije yo.- o ¿acaso vosotros no podéis estar enfermos? Además he visto subir a civiles.
Esos civiles tienen una identificación.- Dijeron más serios aún.
¿Qué tipo de identificación- pregunté confuso.
Ellos tienen el VIH original, son enfermos de SIDA.
Por lo visto la gente con SIDA era inmune a la mutación, no sabría transcribir la explicación que me dieron, porqué ya he dicho que no soy ningún experto.
No querían dejarme pasar pero tras varias negociaciones con el comandante abordo lo conseguí, les insté a que me hicieran pruebas medicas, y comprobaron que no tenía ningún síntoma. Además tomaron ciertas medidas de seguridad. Un rifle me apuntó durante las cinco primeras horas de travesía. Querían cercionarse de que no estaba infectado.
Durante el viaje me enteré de que en realidad todo el país sería “bombardeado” iban a iniciar un proceso de esterilización o algo así. Y no sabían si quedaban personas sanas en el país pero tampoco les importaba mucho. Supe que íbamos a Inglaterra, allí decidiríamos a que sitios de Europa se nos destinaría y habían iniciado un protocolo de éxodo, mediante el cual todo el mundo sería acogido por familias europeas con una renta mínima.
Durante el viaje me hice amigo de el hijo de un militar, John. Era un joven bastante cabreado con lo que le había tocado vivir y me contó que su madre había resultado infectada pero que por suerte su padre la disparó a tiempo. El chico lloraba desconsoladamente y a mí se me revolvía el estomago solo de pensar en esa pobre mujer.
Tardamos unos días en llegar a Inglaterra. Cuando llegamos nos pusieron mascarillas (algo inútil) y nos llevaron a unos hospitales provisionales que había nada más salir del puerto.
Me sacaron sangre, y me examinaron completamente. Cuando vieron que no tenía nada me soltaron. Me dirigí a donde iba todo el mundo. Estaban repartiendo alimento y bebida. Poco más interesante puedo contar acerca de ese día. Los ingleses fueron muy ordenados y limpios, pero no sirvió de nada.
Al día siguiente el virus estaba extendiéndose ya por Escocia. Resulta que muchos militares y muchos de sus familiares eran portadores del virus...Y así también se contagiaba. Al no saber que era así, estos intercambiaron fluidos de una forma u otra con varios ingleses. Rápidamente todos ellos estaban como animales rabiosos en busca de la muerte.
Yo aún sigo luchando, pero todo es muy confuso y estoy muerto de miedo. No quiero ser el último en morir a manos de el resto de la humanidad...pero no pienso morir tan fácilmente. La lucha continuará hasta que el último ser humano esté berreando por la costa de Brasil o algún monte de Madagascar.