Aquí colgaré mis cuentos sobre lo que señalé en el asunto.
Brevemente les cuento que soy un escritor que le encanta leer y mirar historias de ciencia ficción y de fantasía, y que tiene el sueño de crear un juego de cartas coleccionables llamado Lucha de Conquistadores. También, me encastraría saber lo que opinan de mis relatos. Los cuatreros En un mundo lejano llamado Tierra Sustituta, colonizado por humanos hacía más de un milenio, existía un juego de cartas llamado Lucha de Conquistadores. El mismo había sido creado por un viajero intergaláctico llamado Hades Sombra de la Oscuridad. Él vivió para instaurar su juego en la sociedad de su tiempo y lo logró, porque aquel planeta cambió sus reglas políticas a favor de las establecidas por Hades, que relacionaban su deporte con el orden social. Por ese motivo, al comienzo de la pirámide gubernamental se encontraba el Primer Coleccionista. Los coleccionistas eran las personas que recababan ADN para crear nuevas cartas. Los dueños de esos ADN eran los más poderosos conquistadores, sus compañeros y los animales que usaban en las luchas por todo el universo.
Muchas veces los personajes de las cartas se fugaban de los naipes y eran los supervisores quienes tenían la tarea de cazarlos.
Uno de esos supervisores era Zeus Noble Señor. Zeus estaba casado con Hera Valiente Dama y tenían un hijo de nombre Ares; sin embargo al no haber cumplido los dieciocho años todavía no contaba con un apellido característico.
Ellos vivían en un rancho ubicado en Atimia, ciudad del país Apella. Allí tenían el Campo Conquistado, que era el lugar en donde vivían los personajes.
Los mejores amigos de Ares eran Pericles y Heracles. El hijo de los Noble Valiente estaba enamorado de Electra, la hermana mayor de Pericles. El apellido característico de Electra era Arroyo Tranquilo.
Zeus Noble Señor generalmente se levantaba a las cinco y media de la madrugada porque tenía que alimentar a los personajes que habían fugado y que por diferentes razones permanecían en el mundo real. Cuando los conquistadores, sus compañeros y los animales de conquistadores vivían fuera e sus celdas (así se llamaban las cartas) padecían las mismas necesidades que cualquier otro ser vivo.
Primeramente, Zeus daba de comer a los animales de conquistadores.
Cuando entró al establo, sospechó que ese día sería muy largo. Alguien había entrado y robado a dos bestias.
—¡Cuatreros! —exclamó Zeus. En ese momento se acordó que la banda de los hermanos Mentira Blanca estaban en Atimia, o al menos fue lo que le había dicho Pan, el cantinero del saloon Casa Grande.
Tan rápido como sus piernas se lo permitieron fue hasta su casa y tomó su revólver, no sin antes cargarlo con seis nanobalas. Las nanobalas eran iguales que las balas, pero en vez de puntas de plomo contaban con una cápsula llena de microscópicos robots.
—¿Qué pasó? —preguntó Hera. La madre de Ares estaba en camisón y sobre el, usaba una bata.
—Cuatreros —indicó Zeus enfundando su revólver—. Se robaron a dos Caballos de Guerra.
—¿Cuatreros en Atimia? No me sorprendería —dijo Hera llena de rabia—. Era lo que nos faltaba.
Del perchero que estaba cerca de la puerta de entrada, Zeus tomó su saco y su sombrero.
—¿No irás a capturarlos? —preguntó Hera asustada, mientras aferraba el cinturón de su bata.
—Tranquila, no me pasará nada —comentó Zeus antes de salir.
Noble Señor se dirigió a la parte trasera del rancho en busca de su deslizador. Tenía que rastrear su propiedad para ver si todavía permanecían en el rancho. El terreno era muy extenso y era de madruga todavía, por lo que aún los bandidos podrían estar cerca. Zeus no confiaba en el sheriff, por lo que ni siquiera se le ocurrió llamarlo. «Posiblemente será su cómplice», pensó el supervisor.
Cuando Noble Señor arrancaba su deslizador, apareció Ares por una esquina.
—Te acompaño —y se encaminó a su vehículo.
—No —señaló Zeus, decidido—, es muy peligroso.
—No me importa; te acompaño —dijo Ares montándose en su deslizador—, quieras o no.
Zeus conocía muy bien a su hijo: aunque lo mandase a la casa y lo encerrase en su dormitorio, encontraría la manera de escapar e iría a buscar él solo a los cuatreros. Si cedía a que lo acompañase, por lo menos lo mantendría controlado.
—Está bien, pero si te digo que huyas, correrás lo más rápido posible sin mirar atrás. ¿Entendido? —dijo Zeus observando el rostro de su hijo. En la cara de Ares se había formado una sonrisa.
—Sí… Mamá me dio esto —indicó Ares dándole a su padre su banda de lucha. Las bandas de lucha era la forma que tenían los luchadores de llamar a sus criaturas a la pelea.
Las personas menores de dieciocho años contaban con una banda de lucha de color blanco, sin embargo después que una persona adquiría su apellido característico obtenía una banda de lucha con los colores de su escudo y el escudo propiamente dicho. En el caso de Zeus, su banda de lucha era de color negro con cuatro líneas grises verticales. Su escudo era un óvalo negro y en el medio un rayo gris.
—Gracias —dijo Zeus mientras se colocaba su banda. Ares también le entregó su mazo de cartas. La baraja de Noble Señor era la de los Conquistadores Climáticos. Muchas veces los supervisores utilizaban sus propias criaturas para ayudarlos en sus tareas. En las luchas, las criaturas no recibían ningún daño si eran atacadas o eliminadas; no obstante cuando peleaban en la vida real sí. Recuperaban sus energías cuando volvían a sus celdas, o sea a las cartas. Porqué sucedía eso, sólo la Cofradía de Coleccionistas lo sabía.
Los deslizadores comenzaron a volar a muy baja altura, tratando de no borrar los pocos rastros que habían dejado los cuatreros. Poco a poco el día comenzaba a aclarar. El ganado de los Noble Valiente se encontraba cerca de un lago.
—Mira papá —dijo Ares señalando una sección del césped que estaba quemada.
—Estuvieron aquí —señaló Zeus sacando una carta del mazo que ahora colgaba del cinturón en un estuche de cuero. La acercó a la banda boca arriba. Cuando estaba a centímetro del dispositivo de llamado de criaturas, comenzaron a salir chispas azules y de pronto apareció un enorme lobo negro tan alto como un niño de trece años; sus ojos eran dos óvalos rojos y sus colmillos, enormes. Era un animal de conquistadores y uno de los preferidos de Zeus. El nombre que le dieron los coleccionistas fue Lobo Grande. Por su parte, la celda que lo contenía se adhirió a la banda de lucha como si le hubieran untado pegamento—. Amigo, necesito tu ayuda —la criatura miró a su amo y abrió sus fauces—; por favor, rastrea a los Caballos de Guerra que tenemos en el establo.
Del morral que llevaba Ares, el hijo de Zeus tomó una toalla amarilla.
—Creo que Lobo Grande podrá rastrear mejor a los Caballos de Guerras si cuenta con una referencia. Con esto seco —comentó apretando la toalla— al Caballo de Guerra más pequeño cuando lo baño —agregó acercando la toalla al hocico del animal de conquistadores.
—Bien pensado, hijo —señaló Zeus, Lobo Grande ladeó su enorme cabeza como queriendo así demostrar que estaba de acuerdo con su amo.
Segundos después, el enorme animal empezó a correr a una velocidad bastante considerable; su hocico prácticamente acariciaba el suelo.
Los deslizadores de Zeus y de Ares iban en columna, el de Noble Señor encabezaba y su hijo le seguía los pasos. A medio metro estaba Lobo Grande, concentrado en la tarea que su amo le había encomendado.
A diferencia de los terrenos de la Tierra, en la Tierra Sustituta no existían alambrados que separasen una propiedad de la otra, sino que utilizaban pilares conectados entre sí para crear un enorme campo de fuerza. Seguramente los cuatreros habían desconectado un pilar y de ese modo crearon una brecha. Por ese motivo, cuando vio a Lobo Grande desorientado, Zeus decidió marchar al pilar más cercano, o sea al nordeste. Inmediatamente el animal de conquistadores comenzó a retomar el rastro.
—¡Allí! —exclamó Ares señalando unas estructuras móviles que en la Tierra se llaman carpas.
Zeus desenfundó su revólver.
—Quiero que te quedes detrás de mí. ¿Oíste? Tú, Lobo Grande, hiciste un gran trabajo; debes descansar —dicho eso despegó la celda (retiró la carta de la banda) y seguidamente la criatura desapareció.
Zeus y Ares dejaron los deslizadores cerca de un grupo de árboles y los escondieron con enormes ramas. Después los hombres se encaminaron en fila india, inclinados y tratando que las sombras que proyectaban los árboles los escondieran de los cuatreros. Ellos pudieron apreciar a los dos Caballos de Guerra y a los ladrones. Eran tres. En esos momentos los cuatreros estaban desayunando. De seguro pensaban vender los animales a luchadores que practicaban contiendas ilegales y que no querían utilizar sus naipes favoritos.
—¡Devuélvanme lo que me pertenece! —exigió Zeus apuntando al que supuso que era el líder. Aquél bandolero era un hombre alto y extremadamente delgado. Usaba unos pantalones de tela, una camisa a cuadros rojos y beiges y chaleco de cuero negro, además de un sombrero de ese mismo color.
Uno de los cuatreros desenfundó su revólver, pero Zeus fue más rápido y le disparó a la mano. El ladrón gritó de dolor. Su compañero no se animó a mover ni un solo músculo. Los Caballos de Guerra relincharon.
Zeus decidió que los ladrones se marcharan en paz. ¿Por qué hizo eso? Ares no los supo y jamás se lo preguntó aunque días después le escuchó decir algo sobre que no quería tener problemas con los seguidores del Supremo de los Abismos. Cuando su hijo lo interrogó acerca sobre que jamás había visto a esos seguidores, su padre le respondió que sí, que los había conocido cuando liberó a los dos Caballos de Guerra.
Crónica: La Secta del Terror En la Tierra Sustituta existía una religión llamada Secta del Terror. Sus integrantes adoraban al Supremo de los Abismos. Vivían antiguamente en formaciones rocosas, en la periferia de las ciudades. De noche, nadie se animaba a recorrer esos caminos por temor a encontrase con los seguidores del dios de la muerte, cómo también se le conocía. Eso sucedió antes de que la Lucha de Conquistadores fuera implementada en el mundo.
Los miembros de la Secta del Terror se hacían llamar «los terroríficos». Eran ermitaños y grandes guerreros. Vestían trajes negros y usaban armas blancas; la más querida por ellos era «la pequeña» muy parecida a la gladius de la Antigua Roma. También eran grandes poetas, aunque todos sus versos iban dirigidos al Supremo de los Abismos.
Existieron rumores que decían que el fundador del juego de cartas coleccionables Lucha de Conquistadores, Hades Sombra de la Oscuridad, había pertenecido en su juventud a la Secta del Terror. La Cofradía de los Coleccionistas, seguidores directos a Hades, siempre negaron tal relación.
Los detractores de Lucha de Conquistadores señalaban que el juego era una ofrenda al Supremo de lo Abismos, pero nadie les hizo caso.
Después de la llegada de Hades Sombra de la Oscuridad, los terroríficos salieron de sus agujeros y comenzaron a aterrar a los habitantes de la Tierra Sustituta. También, muchos de ellos comenzaron a vivir una existencia normal, confundiéndose entre los ciudadanos más respetables. Su principal asentamiento fue en la ciudad de Atimia. Iban a las ceremonias en adoración al Supremo de la Luz y donaban dinero a las asociaciones sociales; no obstante, tenían un altar al dios de la muerte en su cuarto, escondido tras las puertas de un ropero o un armario. Algunos terroríficos eran excelentes jugadores de Lucha de Conquistadores, y sus mazos los integraban representaciones de las criaturas más sanguinarias del universo. Los que eran aceptados en la Secta del Terror se tatuaban una T mayúscula en la cara palmar de la mano, aunque por razones de discreción —ya que desde la época de Hades, prefirieron, como se señaló, mezclarse con la población—, la marca comenzó a imprimirse en la nuca, disminuyendo también el tamaño del grabado.
Zeus Noble Señor se había enfrentado en varias pelas con los seguidores del Supremo de los Abismos, una de ellas junto a su hijo, Ares; protagonista de nuestras historias. En una ocasión estuvo a punto de morir en manos de un terrorífico. Esa vez, a diferencia de Zeus que portaba un revólver con nanobalas, el seguidor del Supremo de los Abismos usaba una «pequeña». El terrorífico era un experto espadachín; sin embargo, muchos de sus camaradas habían cambiado la espada por las armas de fuego.
En el rancho de los Noble Valiente —el apellido Valiente era por la esposa de Zeus, Hera Valiente Dama, porque cuando los novios se casaban, al mencionar a la pareja se debía unir el primer apellido característico del marido con el primero de la desposada—, hubieron incursiones de terroríficos que trataron de capturar criaturas, para venderlas en el mercado negro. Sólo una vez tuvieron suerte, y fue cuando Zeus Noble Señor no estaba en el país.
En una ocasión, una banda de terroríficos —no se lo podría llamar de otro modo— tomaron por asalto la ciudad de Atimia. Llegaron en tropel en enormes deslizadores y en pocas horas inmovilizaron al sheriff y a sus ayudantes. Los ciudadanos se tuvieron que refugiar en sus casas. Para empeorar las cosas, los terroríficos invocaron al espíritu de un seguidor del Señor de los Abismos, y éste ocultó el sol por varios días hasta que el sheriff pudo escapar y pedir refuerzos. ¿Cómo pudieron llamar a aquel espíritu y cómo se pudo ocultar el sol? Solamente los terroríficos lo saben, ya que ellos son expertos en magia negra.
La magia en la Tierra Sustituta era tan común como la ciencia, cosa que en la Tierra, según decían los historiadores, eso era imposible: la nigromancia estaba en un costado y la ciencia en el otro. Los eruditos llamaron al matrimonio entre hechicería y ciencia la «técnica ideal».
Los terroríficos eran excelentes brujos pero pésimos científicos.
En los días de Ares, la brujería estaba de moda, y muchos jugadores (o sea luchadores) era expertos en tal asignatura. Tal vez se debía a que, cuando llamaban a la pelea a las criaturas conquistadores, compañeros de conquistadores y animales de conquistadores se necesitaba algo de brujería. Era lo que habían dicho los creadores de las bandas de lucha, el dispositivo que se utilizaba para llamar a las bestias.
Los padres de Ares, Zeus y Hera, sabía que muy pronto su hijo se encontraría con el peor de los terroríficos…, aunque antes, otros seguidores del Supremo de los Abismos entorpecerían el camino del hijo de los Noble Valiente.
En este mismo hilo publicaré los relatos que escribiré en estos días, por lo que les sugiero, si les gustó lo que hago, estar atentos a este tema. Muchísimas gracias.