El maniquí.
Sin duda, Luc Cara de Globo era un hombre feliz. A su lado, Cristi, su actual compañera, una compañera silenciosa, con talle de yeso y melena de pelo de castor, tejía bufandas. Él tomaba té. También la observaba y le ayudaba a sostener con sus manos la bovina de angora. Cristi no era rápida, sus brazos de escayola, tan rígidos, eran un impedimento. Aún así, ese poco que avanzaba, digamos que una vuelta cada dos o tres semanas, a Luc Cara de Globo le parecía un primor. Entre lazada y lazada pasaba la tarde. A veces les acompañaba a tomar el té un viejo amigo de la familia, medico hasta que se jubiló, casado con una joven mujer, coleccionista de sellos y poeta casual. Luc Cara de Globo le llamaba don Pedro. Don Pedro no llamaba a Luc, Luc Cara de Globo; le llamaba sólo Luc. O hijo. A don Pedro le gusta el té con tres rodajas de limón y una gotita de menta. Luc, por simpatía, lo toma igual. Cristi no tomaba el té, como era un maniquí casi nada de lo que toma le satisface. Se limita a sujetar las agujas, de pié, sin atender a la conversación de los hombres, con su sonrisa accesible y su poquito de rubor en las mejillas. Cristi siempre lleva el mismo vestido, y don Pedro siempre lleva las mismas pastas de anís.
Ahora don Pedro les visita demasiado a menudo, su joven esposa recibe clases de claqué y clases de violín, y el viejo doctor dice aburrirse él sólo en la casa. Luc Cara de Globo le veía aparecer por el bulevar, sin prisa, con el bastón en una mano y una caja de pastas de la otra. Entonces corría a la cocina, llenaba la tetera, y la dejaba calentando sobre la plancha de carbón. Después colocaba los volantes del vestido de Cristi y le atusaba la peluca. Para cuando don Pedro llegaba al descansillo del segundo, la tetera ya estaba silbando. Luc Cara de Globo suele recibir a don Pedro vestido igual que don Pedro, los mismos pantalones de franela gris e idéntico chaleco de paño negro. Al doctor siempre le agradó aquella consonancia. De uno de los bolsillos del chaleco les cuelga la cadena de un reloj, el otro contiene una pipa mordisqueada a la manera de don Pedro. Jamás usan corbata, sólo las bufandas que les teje Cristi.
Una tarde, el viejo doctor llegó antes de lo habitual. Había olvidado su pipa en casa y apenas sí hablaba. De tanto mirar a Cristi, el té se le quedó frío. Al fin dijo: “Mi joven esposa se va a recorrer Europa. Parece que estará fuera mucho tiempo, lo está empaquetando todo”. Y se comió una pasta de anís.
Luc Cara de Globo se levantó, y, sin saber por qué, se situó delante de Cristi.
-Si hubiera traído su pipa ahora podríamos fumar un rato -dijo- estas noticias le ponen a uno.....
-Nervioso, -dijo el viejo doctor- estas noticias le ponen a uno nervioso.
Luc Cara de Globo se rascó la cabeza, se sentó, y luego dijo:
-Yo cuando estoy nervioso miro a Cristi.
-No me extraña, -dijo el doctor- tiene un talle admirable.
-Como el de su señora de usted, don Pedro.
-Sí, más o menos deben de usar la misma talla.... la 38, ¿no es cierto?
-La 38, don Pedro.
-Estaba pensando.... -y el doctor hizo un amago de buscar su pipa en el bolsillo-.... en el parecido que guarda con mi joven esposa.
-¡Me alegra que lo note! Yo pensé lo mismo cuando encontré a Cristi en aquel escaparate de…
-Pero no, no puede ser, -interrumpió el doctor- ni siendo maniquí se estaría quieta. Ella está demasiado viva.
-…la Gran Vía. No piense en nada fuera del orden natural, ya sabe, quiero decir que sólo es el maniquí de una mujer tejiendo en mí salón, un adorno, y la coincidencia de...
El doctor se acercó a Cristi y la observó largo rato, detenidamente, mientras Luc le hablaba.
-En nada, -dijo al fin el doctor-, definitivamente no se parecen en nada, debo de estar haciéndome viejo.
Después se puso la chaqueta, cogió su bastón y se anudó la bufanda al cuello.
-Puede que Cristi nunca llegue a bailar claqué, Luc, pero las bufandas que teje son auténticas estufas. Hasta mañana -dijo.
Luc Cara de Globo ve alejarse al doctor por el bulevar, recoge la bandeja con las tazas y las deposita en el fregadero. Pone a cocer unas verduras para la cena y regresa al salón, junto a Cristi. Acaricia su mejilla y le susurra “de entre todas te prefiero a ti”. Después se sienta junto a ella, con la bovina de angora entre las manos.