Soñé que era verano, hacía calor, yo estaba tumbada, boca arriba sobre un colchón, los rayos del sol entraban por una ventana, las partículas de polvo se veían pulular por toda la habitación. A mi lado estabas tú, boca abajo, la espalda al descubierto, con los brazos extendidos, dormías profundamente con cara de tranquilidad, tu almohada se había caído al suelo y tenías la sábana enrollada entre las piernas. Yo llevaba tu camisa azul, a las 5 de la mañana me había levantado a beber agua, menuda pocilga, lleno de vasos y botellas. Con las ventanas abiertas corría una ligera brisa y tu camisa estaba tirada sobre el sofá, no hacía frío pero era más bien un sentimiento romántico lo que me había conducido a llevarla puesta el resto de la noche.
Necesitaba levantarme, estaba sudando y tenía muchas ganas de mear, había bebido demasiada coca-cola light, siempre me entraban ganas de mear, estaba muy a gusto pero no podía aguantarme más. Al volver te habías dado la vuelta, tus brazos estirados ocupaban toda la anchura del colchón, no te quería despertar pero no pude evitarlo, lentamente me fui tumbando a tu lado, hasta que mi cara quedó pegada a tu cuello, apoyada sobre tu hombro mientras te acariciaba el, la tripa, pecho y el ombligo, hasta que nuevamente me quedé dormida
Me desperté, estaba sola en la cama, dormía de lado. Tu camisa, hecha un higo se resbalaba por el brazo, dejaba entrever parte de mis pechos. Yo estaba agarrada a la almohada cuando abrí los ojos y me encontré sola en la habitación. Cogí los vaqueros, me abroche dos botones de la camisa, y me puse las zapatillas sin calcetines. Salí a la calle, tardé un rato en encontrarte, detrás de una cerca de piedras estabas tú, empuñando una pistola apuntando una diana que colgaba de un árbol. Me oíste llegar, sin pestañear disparaste una sola vez para atravesar en el punto rojo. Mientras bajabas los brazos lentamente ibas girándote hacia mí para darme una sonrisa de buenos días. Sorteé varias piedras hasta llegar donde tú estabas, subí el murillo y me quedé allí sentada cerca del árbol. Te acercaste a mí, con tus brazos rodeaste mi cintura y te metiste entre mis piernas. El sol abrasaba tu espalda sudorosa, aunque a ti, parecía no importarte, con los ojos cerrados me comías la boca y acercabas tu cuerpo al mío. Pasé mis brazos por encima de tus hombros pudiendo ver la pistola escondida en la cintura de tu pantalón. Me dijiste si quería probar, no vi el inconveniente así que bajé del muro y me coloqué donde tú estabas antes, te colocaste detrás de mi, me sacabas una cabeza y media. Me agarraste por detrás, arrastrando tus manos desde mi cintura hasta mis costillas levantaste mis brazos y entre mis manos pusiste la pistola, agarrando tus manos a las mías, me dijiste como quitar el seguro, meter el dedo en el gatillo, apuntar y sujetar el arma con fuerza. Evidentemente lo hice, pero la bala no llegó a atravesar el papel. Me invitaste a intentarlo otra vez, en esta ocasión tu aliento buscaba mi cuello y tus manos rastreaban debajo de la camisa, que haciendo el esfuerzo por tapar, no lograba ocultar nada.
Gad