Lo más gracioso es verlos llorar delante de los pasos de semana santa, adorando a la virgen, rezándole concienzudamente con los ojos cerrados... para dos semanas más tarde seguir dando botellazos en los botellones, rompiendo farolas, saltándose semáforos, robando a la gente, vendiendo droga, etc.
Es curioso, son los que más adoran a Dios y los que menos cuenta le echan.