Ha sido todo tan rápido y era tan pequeño todavía que cuesta hacerse a la idea. Hasta hace unos días pensaba que tenía ya cuatro años, pero al morir me di cuenta de que no había ni cumplido los tres todavía. Por desgracia, muy poco tiempo con nosotros, demasiado poco, pero creó vínculos muy fuertes con los dos. Es sorprendente la capacidad que tienen para ello.
Me siento fatal cuando pienso en lo que pasó en sus últimos días, en cómo lloraba y fue perdiendo las fuerzas, su mirada perdida. Por suerte, a veces van apareciendo otro tipo de recuerdos de cómo jugaba con él con su juguete favorito, de sus saltos cuando me ponía a bailar para hacer reír a mi esposa.
Ahora mismo soy incapaz de pensar en adoptar otro perro, sólo puedo pensar en que él era mi perro. Soy un amante de los animales y, sobre todo, de los perros. Ya es mi segundo perro que veo morir y lo llevo igual de mal o peor que con el primero.
Poco a poco. Supongo que algún día cuando me reponga y pase un tiempo, seré capaz de plantearme adoptar otro cachorro y darle el cariño que se merece.
Muchas gracias.