Por norma general no aceptamos la muerte. No la aceptamos porque la cultura que tenemos entiende que la muerte no forma parte de la vida. Sabemos que está ahí, que en cualquier momento puede suceder, pero no vamos más lejos. Confiamos en el tópico de "eso les pasa a otros" y cosas parecidas, y no lo asumimos hasta que lo sentimos muy de cerca (y como habéis comentado, a veces ni eso) .
Os cuento mi caso. Como ya sabéis algunos, mi padre murió hace ya casi cinco años en un accidente de tráfico. Se me fue así, sin más, de la noche a la mañana. Tal como habéis comentado antes, este es el caso más desfavorable, porque ni siquiera tienes la posibilidad de asumir que el ser querido se va a ir por culpa de una enfermedad, o que ya está muy mayor o todo lo que se le parezca. Uno de los pocos consuelos que tuve con su forma de morir es que fue casi instantánea... porque tal como quedó la agonía podría haber sido demasiado cruel, y no digamos ya sobrevivir en ese estado. Vamos, que dentro de lo malo se ahorró sufrimientos. Ni siquiera me dejaron ver el cadáver.
Cuando vivía, siempre me sorprendía la naturalidad con la que hablaba del tema de la muerte. Incluso me hizo mirar más de una vez los seguros de vida que tenía contratados, para que, según sus palabras textuales, viera que todo estaría controlado si a él o a mi madre les pasaba algo. Yo le decía inocentemente que de acuerdo, pero pensando en el fondo lo que os dije antes de que la gente no suele pensar en que puede ser en cualquier momento. "¿Mis padres muertos? Cuando lleguen a viejos, en todo caso" . Pero lo que creía imposible, sucedió, y gracias a la previsión de mi padre al menos no he lamentado penurias económicas en todo este tiempo.
Pero su muerte me destapó algo que me dejó completamente alucinado. Mi madre trabaja en hacienda, donde existe (como en muchos otros sitios) una mutua de trabajadores para materia de orfandad. Durante mucho tiempo, sólo se le permitía cotizar a la mutua a los trabajadores de hacienda, hasta hace unos diez años que también se permitió la entrada de los cónyuges, pagando obviamente otra cuota individual. Pues en la delegación de hacienda de Jerez sólo unas pocas personas decidieron aprovechar la posibilidad. Afortunadamente para mí una de ellas era mi padre. Cuando él murió, hubo hostias por apuntarse. En aquel momento no pude asumir la idea de que la gente pudiera ser tan inconsciente. Les ponen a huevo una protección más que decente para sus hijos si ocurriera algo, y relativamente económica, y no la utilizan hasta que un socio de la mutua se va al otro barrio.
Con esta experiencia en lo alto, no puedo dar otra respuesta más que la que ya he dado: No. No se acepta la muerte en nuestra sociedad. Cuando planteas la cuestión, la gente suele tocar madera, y cuando se ha dejado de conversar del tema van a otra cosa mariposa. Si la gente no es capaz de prever en frío la posibilidad de la muerte y tomar algunas precauciones por si las moscas, ¿cómo se puede pretender la asunción en sí de una muerte?