¿Es The Wire para tanto?Sí. Te puede gustar o no pero sí que lo es. Del mismo modo que Regreso al Futuro es objetivamente entretenidísima, la discografía de los Beatles una gozada o IT Crowd la mejor comedia de los últimos 10 años. Hay cosas indiscutibles y The Wire es una de ellas. Sin embargo, cuando hablamos de la que muchos consideran la mejor serie de la HBO, con permiso de Los Soprano, empieza a olerse cierto tufillo snob. El mismo que olisqueas cuando alguien te dice que en El Bulli no se salía con hambre. No tienes claro si lo hace por el paripé o si realmente es así.
Cuando oyes a la gente hablando de The Wire te da la sensación de que antes de darle al play tienes que hacerte una máster en física cuántica o similares y lo peor de todo, puedes enfrentarte a ella con la mosca de que si no te gusta es que eres bobo. Tonterías. The Wire es una chulada pero no tiene por qué gustarte. Si has visto bastante tele apreciarás que la música está muy conseguida, que las interpretaciones son magistrales y que el guión (o la ausencia de él porque a veces parece que simplemente meten la cámara en una conversación entre dos camellos de Baltimore) está muy bien construido. Pero a veces eso no es suficiente para que algo te guste, te tiene que enganchar.
Muchas personas a las que probablemente les gustaría The Wire abandonan en los primeros episodios (fue mi caso) porque no saben lo que van a ver o más exactamente no saben el tipo de estructura que tendrá la serie. ¿Os acordáis de Seinfeld? ¿Esa serie gloriosa que presentaban como la serie en la que nunca pasaba nada? Pues The Wire funciona al revés: pasa de todo pero al final, todo sigue igual. Si estás esperando un cliffhanger, un giro sorprendente en la historia que de pie a un final donde se pilla a los malos y los buenos triunfan al más puro estilo CSI Las Vegas (cuyas primeras temporadas son a su modo geniales) saldrás decepcionado de tu paseo por las calles de Baltimore. De una temporada a otra el 70% de los secundarios cambian.
En The Wire todo pasa a medias. Se medio detiene a la gente, se medio tienen principios y se medio resuelve un caso. Y todo pasa lentísimo. Para que me entiendas: no sale Windows, pero si Windows saliera en The Wire, se colgaría en mitad de la investigación principal y habría que actualizarlo. Y créeme que harían una escena entera sobre cómo actualizar Windows. Si tienes prisa no veas The Wire.
¿Por qué querría ver algo lento entonces? Más aún si hablamos de policías, traficantes y detenciones, temas que parecen pedir a gritos un ritmo trepidante. Te interesará The Wire si en algún momento quieres meter el hocico en esas conversaciones entre políticos, abogados, cargos públicos y narcos donde los límites del bien y del mal no están en absoluto definidos. Si sencillamente quieres estar en ese bar, en la mesa del al lado, como un espectador privilegiado escuchando lo que se cuece y asombrándote de cómo la ética y la moralidad dependen más de lo que te piensas de la burocracia, las estadísticas y otros conceptos gélidos.
¿No te suena apetecible? No pasa nada porque ahí están McNulty, Bunk y Lester para darle color a este pseudodocumental y otorgarte tu buena ración de polis irlandeses poniéndose ciegos a Guiness en el bar, algo que te resultará mucho más cercano que los ciegos que se pilla Don Draper en el curro . Los estereotipos están presentes en cada capítulo de The Wire y sin embargo en ningún momento te van a resultar forzados. McNulty existe en algún lugar del mundo. Lo sabes.
Decir que ver The Wire es como ver la realidad me chirría porque no sé vosotros, pero mi pequeña ciudad no es Baltimore. Sin embargo hay momentos (los chanchullos en los puertos, la importancia de las estadísticas de chavales que pasan de curso en la educación, la dificultad para cuadrar presupuestos cuando heredas un déficit del anterior gobierno…) que te tocan de cerca. Y encima a lo largo de los episodios has desarrollado una empatía preciosa con los protas de esos momentos.
Porque yo estuve ahí cuando Bunk y McNulty analizaron una escena del crimen durante 5 minutos haciendo uso única y exclusivamente de la palabra “fuck”. Creo que al igual que en The Office cuando Dwight da su discurso de vendedor del año, en The Wire esa es la escena de no retorno. Acaba y piensas “joder, me he enterado de todo y lo único que han dicho ha sido fuck, fuck, fuck…” y entonces sabes que tienes complicidad con la policía de homicidios de Baltimore. Sabes que ya, simplemente, quieres estar con ellos.
No es que no puedas tener prisa para ver The Wire es que hay veces que gritarás a la serie que no la tenga. Y sí, que de primeras te parecerá lenta y densa (o no) pero en la cuarta temporada de repente me encontré pegándome maratones de cuatro episodios seguidos y disfrutando como un enano, igual que con la primera temporada de Prison Break. Sabía que no se iba a resolver nada pero quería pasar más tiempo patrullando las calles, quería negociar de nuevo con el proveedor sus márgenes y quería hacer campaña por el alcalde.
Si tienes un rato este fin de semana, cómprate una cerveza y métela al congelador. Prepárate un buen bocata y atízate el S01E01 (lo de en versión original en este caso no es rollo postureo, es que sino pierdes el 50% de la jerga y hay subtítulos muy bien hechos) con una escena inicial totalmente representativa del resto de la serie: una conversación que no influirá para nada en la trama y que sin embargo te hace sentir allí, sentado en ese portal con McNulty.
Echaré mucho de menos pasarme por el departamento de homicidios. Dadles recuerdos de mi parte y por favor, si por lo que fuera os acercárais a la sucursal del Baltimore Sun, un abrazote para el más grande.
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