Hola, os cuento una historia muy triste, bueno no es triste ni es una historia, sólo un experimento mental, es decir un experimento que estoy haciendo con mi mente con la intención de comprobar si estoy tan loca como afirma el mi psiquiatra.
En realidad no tendría dudas sobre la opinión de mi psiquiatra si no fuese por que estoy sin un duro, que vienen a ser tres céntimos de euro, y mi "psiquiatra" es en realidad el camarero del bar al que soy asidua. Su titulación como mecánico relojero no creo que le capacite para elucubrar sobre mi estado mental pero bueno el opina que estoy loca por que he empezado a escribir una historia sobre gente que muere y esas cosas.
La historia parte de una idea que se me ocurrió hace tiempo acerca de gente que necesita matar para poder vivir, bueno no para sobrevivir como nos puede pasar a cualquiera en determinadas circunstancias si no para vivir, o puede que también para sobrevivir.
El caso es que mejor pongo un primer fragmento y me contáis que tal os parece mi estado mental... si no os podéis hacer una idea sobre él, pondré más fragmentos si os apetece ^^
Eso sí, disculpadme algunas cosas que se me cuelan pero hace mucho que no escribo nada serio y se nota mucho
Bueno un beso y gracias por aguantar esta tontería
F1
Un día gris que había seguido a una semana gris tras un mes gris, quien sabe si tras una vida gris. Cada noche era igual, abría una lata de sardinas en escabeche y se la comía con tenedor y media barra de pan, si un día se sentía especialmente alegre tal vez se comía de postre un yogur.
Durante una época aún miraba el teléfono esperando una llamada, ahora sólo tenía el móvil de la empresa que desconectaba al llegar a casa, para evitar que le molestara algún cliente, aunque en realidad lo apagaba para evitar saber que ningún cliente estaba interesado en molestarle.
La televisión hacía tiempo que no tenía interés, a veces, sólo a veces, la ponía para poder dormir.
Tal vez debería salir y buscar a alguien, dejar de estar sólo, pero ya era tarde para eso. Los años pesaban y no en balde.
Por ello, por la monotonía, y no por otra razón llenó la bañera con agua tibia, por ello y no por otra razón entró en ella y dejo que su sangre se mezclase con el agua, mientras el sueño se lo iba llevando, poco a poco.
A alguien se le ocurrió el nombre “Aero-taxi” i resultó ser un nombre con mucho atractivo comercial, aunque el nombre “Aero-mini-bus” encajaría más en lo que ofrecía la empresa. Unos pequeños aviones que despegaban en vertical y en cuestión de una hora transportaban a doce personas, más dos pilotos que hacían las veces de acomodadores, entre las principales ciudades del país.
La empresa empezó con un avión que hacia el recorrido de Barcelona a Madrid. Debido a que el coste de mantenimiento del aparato era muy bajo y que contrataban pilotos nuevos que deseaban trabajar a cualquier precio para tener horas de vuelo acumuladas, podían ofrecer el servicio por un precio que le hacía competitivo con el ferrocarril y sobre todo con la aviación convencional.
Y así fue como poco a poco se expandió hasta ofrecer cincuenta lineas regulares entre las principales capitales. Cinco de ellas tenían el punto de salida o llegada, según fuese el viaje de ida o de vuelta, en València. Sólo una de ellas salía a las dos de la madrugada hacía Madrid.
Y el quince de mayo por primera vez en seis años de servicio aquel avión no despegó. Uno de los pilotos estaba temblando en el suelo con la cara desencajada, al otro junto con los ocho pasajeros de aquella noche, lo habían despedazado dentro de la cabina de pasajeros.
f2
“Ya he visto esto.”
Anna se esforzó por liberar el control mental sobre su cuerpo, pensó en las personas que ahora estaban desmembradas, pensó en como debía ser su vida, la gente que les esperaba en casa y nunca los volverían a ver, la historia personal de cada uno que... Imposible.
No consiguió nada, por algo dejo de ser actriz. Simuló como pudo una arcada, se llevo la mano a la boca y salió tambaleándose del avión.
- Ya se lo dije señorita, no era conveniente que entrase.
Miró al policía que la sostenía por el brazo y se separó de el. “Estoy bien, gracias”. Se aliso la falda con las manos y se colocó bien la chaqueta, había sido convincente. Aquello era un problema, no por que hubiese muerto gente si no por qué tan sólo quedaba un mes para las generales, y la diferencia era demasiado pequeña para que un accidente de esa clase salpicará al gobierno. Necesitaba desviar la culpa, bueno en eso consistía su trabajo al fin y al cabo, en desviar.
Se quedo mirando el avión, la luz diáfana del alba bañaba la atmósfera difuminando los detalles, la ciudad se despertaba pero tenía un aspecto extraño, hacía demasiado tiempo que no contemplaba un amanecer. Y mientras sus ojos miraban al sur su mente miraba al norte, allí encontraría la respuesta a lo que había ocurrido pero ahora el verdadero problema era que nadie encontrase la respuesta correcta. A fin de cuentas aquello era inverosímil.
- ¿Que clase de monstruo puede haber hecho esto?
Consiguió que su voz temblase débilmente, no miró a nadie ya que sabía que ninguna de las personas que estaban allí podían responderle, pero sabía que alguien le diría algo, pero ¿Quien se adelantaría? ¿Quien estaba ansioso por quedar bien delante de la jefa?
Nadie lo hizo, tal vez ninguno de ellos tenía otra intención que hacer su trabajo, o tal vez eran más inteligentes de lo que ella había previsto. Les dio indicaciones para que no ocultasen nada a los medios, incluyendo que aún no sabían quien podía ser el sospechoso de aquella brutal masacre, nadie le corrigió, nadie pareció dudar que aquello era la obra de un asesino y eso que sólo su palabra era la única razón para creer en aquella hipótesis.
“Nos hemos rodeado de los incompetentes adecuados”